Isabel la Católica
Manuel Fernández álvarez
6 noviembre, 2003 01:00Juan de Flandes pintó así a Isabel la Católica
Fiel a la cita periódica con sus numerosos lectores, el profesor Fernández álvarez acaba de publicar una nueva biografía; en este caso de Isabel I de Castilla, la reina universalmente conocida como Isabel la Católica, por el título que el papa español Alejandro VI les concedió a ella y a su esposo Fernando en 1496, y que han conservado después todos sus descendientes en el trono de España.No se trata de un personaje poco conocido. En los últimos años Luis Suárez, Tarsicio de Azcona o Alfredo Alvar han publicados sendas biografías. Y la inminencia del quinto centenario de su muerte, en 2004, hace prever la aparición de otras. Fernández álvarez mantiene los valores que le han convertido en el historiador con más capacidad de llegar al gran público: estilo directo, amenidad, capacidad de interesar al lector en el relato, y no renuncia a su contrastada profesionalidad, atento al rigor de los datos que utiliza. El precio del éxito puede estar en el predominio de lo narrativo sobre el análisis de fondo, aunque el autor domina las cuestiones que trata. Al analizar una época y un personaje que conoce más por los estudios de otros que por sus propias investigaciones tiene más en cuenta la bibliografía ajena que otras ocasiones, lo que aumenta el valor del libro.
La personalidad de la reina aparece bien definida en el texto, que consigue deslindar la intervención respectiva de Isabel y de Fernando en el gobierno de la Monarquía. Es cierto que todo biógrafo, a pesar de la pretensión de objetividad, acaba inclinándose a favor o -más raramente- en contra del biografiado. En este caso, Fernández álvarez no disimula nunca sus simpatías y su admiración por la reina, algo que comparten la mayoría de los historiadores que se han acercado a su figura. En realidad, Isabel fue ampliamente alabada por sus coetáneos, como lo prueba, entre otros, el médico alemán Jerónimo Möntzer, quien en el relato de su viaje a España a finales del siglo XV escribía: "estoy convencido de que el Todopoderoso ha enviado del Cielo a esta mujer religiosísima, piadosa y dulce, para, en unión con el rey, levantar a España de su postración". Años después de su muerte, era el italiano Baltasar de Castiglione, autor de El Cortesano, quien alababa a la reina, preguntándose admirado por la unanimidad de la imagen favorable a ella en la memoria posterior. Tal valoración positiva ha llegado hasta el siglo XX, aunque las manipulaciones de su figura durante el franquismo y la crisis posterior de la idea de España hayan cambiado bastante dicha situación.
Nadie podrá negarle, ni a ella ni a Fernando, el papel decisivo en los avances hacia la vinculación bajo un único soberano de los diversos reinos y territorios de la península; la creación de una Monarquía potente, en la que quedaba establecida la supremacía del poder real; el descubrimiento de América y el inicio de la expansión oceánica; o los comienzos de la hegemonía internacional hispana, cuyo hito fundamental habría de ser la conquista de Nápoles, incorporada a la Monarquía en 1504, el año del fallecimiento de la reina.
Pero existen también algunos puntos oscuros. Aunque no sea correcto juzgarla desde presupuestos y con categorías actuales, la política con respecto a las minorías religiosas figura en el balance negativo de aquel reinado. Hechos como la creación de la Inquisición, la rigurosísima actuación de ésta contra los conversos -especialmente en Andalucía y los primeros años- la expulsión de los judíos o la posterior de los musulmanes de Castilla han contribuido a empañar su imagen. Se ha insistido en el protagonismo esencial de Fernando en la puesta en práctica de tal política, pero ello no elimina la responsabilidad de Isabel, sobre todo cuando tales medidas afectaban a la corona de Castilla.
Estamos ante un buen libro, que analiza con afecto y valora positivamente la figura y el reinado de Isabel la Católica, sin eludir la mención de los aspectos más discutibles.