Edición de J. L. García Martín. Llibros de Pexe, 1999. 275 páginas
Enrique Gómez Carrillo (1873-1927) fue un hombre extraño. Extraño, por conflictivo, en su vida personal, y menos extraño, por olvidado, en su literatura, que siempre tuvo el deje modernista en tiempos incluso en que el modernismo había sido superado. De Gómez Carrillo se edita ahora En plena bohemia, seguido de Día por día y El último café literario, tres obras memorialísticas que tratan el descubrimiento en 1891 y la pasión que sintió siempre por París, por sus cafés y la vida bohemia. Como obras literarias hoy no nos dicen mucho; tal vez sea su prosa, el excesivo tono de época, su poco nervio como contador de historias, pero son otros sus encantos: la bohemia parisién y sobre todo la exacta plasmación sociológica de lo que era la sociedad de París. En plena bohemia es una novela de iniciación o formación, pues relata la apropiación íntima y personal que Gómez Carrillo hace de la cultura francesa, de la vida artística y literaria de la ciudad del Sena. Además, como es frecuente en el género, supone el acceso definitivo del personaje a un estadio superior, que en este libro es la bohemia como forma de vida, como manera de ser del joven artista y también como condición espiritual. La tríada de personajes es característica: el doctor Garay es el antibohemio; Alice (su novia), la defensora de la vida mundana y el joven Gómez Carrillo el que se inicia hacia ese ideal de un París "ligero, voluptuoso, froufroutante". En plena bohemia es, pues, la experiencia del descubrimiento de una personalidad propia en el mundo artístico de aquel tiempo, a través de este relato novelado tejido de conversaciones o de contemplaciones.
"La bohemia existe aún [...] el nombre podrá cambiar, la cosa no" escribirá Carrillo como corolario, aunque después viniera Valle-Inclán para enseñarnos su lado más trágico: el de los incomprendidos, los hampistas y los idealistas moribundos, sombras de las tabernas y del callejón del Gato. En cualquier caso existió una literatura bohemia dentro de nuestro modernismo, la de aquellos artistas del hambre, revolucionarios en sus comportamientos, en sus actitudes sociales, en sus normas estéticas, que además influyeron en toda su época, incluso en los escritores que no se consideraron bohemios. Es la historia de la literatura de "los raros" de la que habló Gimferrer. Unos raros que, como Gómez Carrillo, conviene volver a leer aunque sólo sea para acercarse a nuestro museo imaginario, al museo imaginario de la literatura del primer tercio de siglo donde existe una galería de fantasmas esperando una revisión, aunque esos fantasmas sean de cera.