Valdano y Villoro, jugador letraherido y escritor futbolero: "Dios está exagerando con el Madrid"
Ambos amigos, entrelazados en jugosa conversación, encarnan de maravilla el espíritu sincrético entre deporte y literatura que reivindica este año la Feria del Libro.
1 junio, 2024 01:18Jorge Valdano (Las Parejas, Argentina, 1955) le rogaba al balón mientras avanzaba con suspense por la hierba: "Entra, entra". Después de cruzar corriendo el campo entero, había llegado exhausto a la zona de definición y optado por un toque sutil con el interior al palo largo. Las palabras susurradas alentaban al Tango a que traspasase el marco germano y hacer a Argentina campeona de aquel Mundial inolvidable del 86 en México.
Su buen amigo Juan Villoro (Ciudad de México, 1956), que estaba en las gradas del abarrotado estadio Azteca, festejó el desenlace de la acción. Todavía no se conocían. Pero era cuestión de tiempo que el escritor futbolero y el jugador letraherido, que comparten además generación, estatura e iniciales, se hicieran amigos. Aun a pesar de que Valdano es madridista, claro, y Villoro, culé irredento.
Algunos proyectos literarios les hicieron converger finalmente. Hoy El Cultural los vuelve a unir en un céntrico hotel de Madrid para disfrutar de su conversación. Las palabras, de nuevo, alientan a la pelota y la elevan hasta una dimensión intelectual, desde la que no se olvida, eso sí, su extracción callejera.
Como buen argentino, Valdano siempre tuvo claro que fútbol y palabra eran una sinergia ineludible, aunque aquí eso le costó que le insultaran llamándole 'poeta' y 'filósofo'. Villoro es uno de los escritores que más hondamente han reflexionado sobre el balón y sus circunstancias. Ambos encarnan a la perfección el espíritu sincrético de esta Feria del Libro dedicada al deporte.
Pregunta. ¿Cómo entrasteis en contacto por primera vez?
Juan Villoro. Pues tuve la suerte de ser alineado por Jorge en una antología de cuentos de fútbol. Me sentí muy avalado por el míster [risas].
Jorge Valdano. Aquello fue sorprendente: mandamos cuarenta cartas a escritores para que se animaran a escribir un cuento sobre fútbol. Pensábamos que responderían la mitad. Pero si no contestaron los 40, fueron 38. Tuvimos que hacer dos tomos. Estaban Juan, Benedetti, Roa Bastos, Umbral… Fue la primera vez en la que la ficción y el fútbol se miraron frente a frente.
P. ¿En qué año fue exactamente?
J. Va. En el 90 y tantos [1995].
J. Vi. ¿Estabas ya en funciones como entrenador del Madrid?
J. Va. No, no, diría que fue un año más tarde. Juan Cruz andaba detrás del tema.
P. Luego, Juan, tú entrevistaste a Jorge para tu libro Dios es redondo (Anagrama).
J. Vi. Sí, porque yo lo vi desde las tribunas cuando se proclamó campeón del mundo y seguía todas sus columnas. Tenía mucho interés en hablar con él.
"Fui víctima de una educación muy disciplinaria que me creó un repudio por el carácter prusiano". Juan Villoro
P. ¿Qué recuerdo guardas de cuando marcó Jorge? Apoyarías a Argentina, ¿no?, aunque estudiaras en el Colegio Alemán.
J. Vi. Precisamente, mi experiencia en ese colegio me impedía apoyar a Alemania. Fui víctima de una educación muy disciplinaria que me creó un repudio por el carácter prusiano. El alemán se convirtió en algo coercitivo y el español pasó a ser la lengua de la libertad. Yo estaba con Argentina pero mucha gente en México estaba con Alemania porque allí hay una debilidad muy grande por este país.
J. Va. Yo noté que cuando nos pusimos por delante 2-0 la gente hinchaba por el empate para que el partido recuperara la emoción. Lo interpreté en ese sentido.
J. Vi. Nery Pumpido decía que desde la grada le gritaban muchas cosas. Se preguntaba dónde quedaba la solidaridad latinoamericana. En México se ha visto siempre a Alemania como una especie de contrapeso a Estados Unidos, como una alternativa a su opresión sobre nosotros.
P. Bueno, pero tú cantaste el gol de Jorge entonces, ¿no?
J. Vi. ¡Desde luego!
J. Va. No hay pruebas [risas].
P. ¿Cambiarías tu mejor libro por ese gol?
J. Vi. A mí me gusta mucho una cosa que dice Jorge: que cuando marcó ese gol sintió que era un capital de felicidad para el resto de su vida. Es decir, que para cualquier quebranto futuro podría acudir a ese momento bajo el sol del estadio Azteca.
"Al leer a Vázquez Montalbán empecé a entender el potencial político que hay bajo la ingenuidad de un partido". Jorge Valdano
P. A ti, Jorge, no te pregunto si cambiarías ese gol por un libro suyo porque entiendo que este no se puede cambiar por nada, pero ¿cuál de los de Juan 'envidias' más?
J. Va. Me sentiría muy orgulloso de haber escrito cualquiera de los suyos. Pero Dios es redondo es un referente cultural tremendo para el mundo del fútbol. Hay que decir que los intelectuales nos dejaron solos durante mucho tiempo, hasta que empezaron a aparecer Galeano, Vázquez Montalbán, Osvaldo Soriano, Sasturáin, Benedetti… Desde entonces, nos sentimos más acompañados y se dotó al fútbol de un discurso mucho más potente, que hace justicia a su gran penetración sociológica y cultural.
[Javier Marías y el fútbol, corazón tan blanco (y azzurro)]
P. Javier Marías recordó en un artículo suyo que los intelectuales acudían al Bernabéu de incógnito, utilizando periódicos para taparse. ¿Ya dais por finiquitada esa etapa?
J. Va. Ahora son muchos los que opinan de fútbol pero hay que reconocerle a los pioneros que el resto pudiera desacomplejarse. Ayudaron a quitarle a este deporte la carga animalesca que tenía. Yo, desde que leí a Vázquez Montalbán, entiendo el fútbol de otra manera, empecé a tener más presente el potencial representativo e incluso político que hay bajo la ingenuidad aparente de un partido.
J. Vi. Sorprende que no pasara antes porque el fútbol es la forma de entretenimiento más repartida y organizada en el planeta Tierra. Y para conocer una época, la de los mayas, la del Imperio romano, cualquiera, es fundamental analizar cómo se divertía la gente.
P. ¿Tú, Juan, cómo te empezaste a enganchar al balón?
J. Vi. Con el divorcio de mis padres. Tenía 9 años y mi padre se tuvo que hacer cargo de mí los domingos. Como no sabía qué hacer conmigo, me llevó los dos primeros al zoológico, luego a un par de películas, pero la cartelera no daba para mucho, así que de pronto me llevó al estadio de Ciudad Universitaria, que me encanta.
J. Va. Qué bonito es, con el mural de Diego Rivera en el frente.
"En el fútbol, la palabra ha generado realidades. En Brasil los jugadores tuvieron que ejecutar las profecías de los cronistas". Juan Villoro
P. En tu caso, Jorge, el 'vicio' por los libros te viene por el aburrimiento durante las concentraciones, ¿no?
J. Va. El fútbol me apasionaba hasta que lo convertí en una profesión. Entonces llegó la presión y el agobio. Así que necesitaba una pasión sustitutoria, digamos, y fue la lectura. También tuvo que ver que llegué a Vitoria con 19 años, solo, una ciudad fría y lluviosa, con tardes larguísimas. Leer fue un refugio formativo. Aunque ya traía de Argentina una cierta pasión desordenada por la lectura.
J. Vi. La verdad es que hay una predisposición en el futbolista argentino por el lenguaje. El periodismo deportivo allí es muy elocuente, así como sus entrenadores.
J. Va. Así es. Mi padre falleció cuando yo tenía cuatro años, de manera que no tuve la oportunidad de ver fútbol profesional hasta los 16, y a los 17 ya debuté en primera división. Así que mi relación con el fútbol fue a través de la voz victoriosa de la radio y de la Biblia futbolística que fue la revista El Gráfico.
»Es muy curioso que yo en el vestuario, tras ganar la Copa del Mundo, estoy abrazado a dos compañeros, Giusti y Olarticoechea, que lloran como madalenas. Yo me esfuerzo por llorar también pero no me sale. Tres años más tarde, mi hermano me mandó un casete con la narración de mi gol y me puse a llorar como un niño. El acontecimiento no me hizo llorar pero el acontecimiento contado, sí.
"En las concentraciones se ha perdido lo de leer y conversar. Me cuentan los entrenadores que la batalla contra el móvil está perdida". Jorge Valdano
P. En el Madrid, otro lector ávido era el Ratoncito Pardeza. Y Butragueño también le daba a los libros. Siempre recuerda que en una concentración leyó Relatos de un náufrago de García Márquez de un tirón.
J. Va. Bueno, tampoco es tan largo [risas]. Pero, sí, es un buen lector Emilio. Es algo que se ha perdido en las concentraciones: leer y conversar. Eso es lo que me cuentan los entrenadores. Para ellos, la batalla contra el móvil está perdida. Pillan a los jugadores con él hasta en el entretiempo de los partidos.
P. De todas formas, en el libro de Juan, Dios es redondo, afirmas que el fútbol no es apto para metáforas, porque, al emplear algunas, has generado polémicas tremebundas.
J. Vi. [Sale en su defensa] Lo que pasa es que a Jorge se le exige, por su capacidad retórica, que dé demasiadas explicaciones. Bora Milutinovic, cuando estaba entrenando a México, solo sabía 14 palabras en español. Recuerdo que tú me decías: pues le recomiendo que no aprenda más [Risas]. La elocuencia a ti siempre te ha comprometido, como cuando dirigías al Valencia y dijiste, tras una derrota, "jugando así, tenemos derecho a perder".
P. Casi te linchan por eso allí.
J. Va. Todavía me lo recuerdan cuando paso cerca de Valencia [risas]. Yo entré en escena en aquella transición en la que los intelectuales empezaban a reflexionar de fútbol pero todavía algunos periodistas, para insultarme, me llamaban 'poeta' o 'filósofo' o 'psicólogo'. Dice mucho de aquel momento.
P. Pero qué importante, ¿no?, Juan, que dentro del fútbol, donde impera una parquedad narrativa, haya figuras como Valdano.
J. Vi. Pues sí, porque la palabra en el fútbol ha generado ilusiones y hasta realidades. En Brasil hubo una generación de periodistas extraordinarios que crearon un discurso futbolístico previo a los grandes triunfos del equipo, hasta el punto que algunos sostienen que a la selección no le quedó más remedio que ejecutar las profecías que los grandes cronistas hacían.
P. O sea, que los futbolistas se tuvieron que poner a la altura de los cronistas.
J. Vi. Exacto. Uno de esos periodistas, Mário Filho, dio nombre a Maracaná. ¡El estadio más grande del mundo lleva el nombre de un periodista! Él defendió que Brasil no fuera solo un equipo simpático sino también vencedor, y la presencia de los negros en el fútbol. Aunque el caso de Jorge es único desde el punto de vista de la escritura [El miedo escénico y otras hierbas, Apuntes de fútbol…]. Ahí estás en soledad, ni modo.
P. En la capacidad verbal, sí pones a su altura a Guardiola, aunque este no haya escrito nada. ¿Crees que lo hará alguna vez?
J. Vi. No sé... Pero no hace falta. Él toda su inteligencia la vuelca en el juego. Hablando con él, derrocha picardía y simpatía. Y pasión. Está siempre focalizado en ganar el siguiente partido. Es como el Cholo Simeone, aunque con más adjetivos.
"Parece que, en los últimos 10 años, el mejor guionista del fútbol habita en el Bernabéu". Jorge Valdano
P. Decías también que su Barcelona concilió la poesía con la eficacia.
J. Vi. Hay entrenadores que cuando van ganando 1-0 ya quieren que se apaguen las luces del estadio. Valdano o Guardiola quieren ganar de una manera diferente, bajo la creencia de que se puede jugar bien y al mismo tiempo triunfar, que es algo que a veces no sale.
P. Pero la marmita de la poesía épica está hoy en el Bernabéu, ¿no? Sigue irradiando 'miedo escénico' y propiciando catarsis.
J. Va. Parece, cierto, que el mejor guionista del fútbol habita allí en los últimos 10 años. Ocurren cosas que a priori son imposibles y, además, de manera repetida. Es donde se da la máxima del espectáculo: siempre nos regala un 'más difícil todavía'.
P. Como culé, Juan, ¿cómo llevas estas remontadas?
J. Vi. Lo que llevo mal es la situación del Fútbol Club Barcelona, y peor todavía las explicaciones que da el club sobre sus magros resultados. Ha perdido cierta grandeza. Hoy, en cualquier partido de la Champions, el favorito indiscutible es el Madrid. Nunca lo puedes dar por muerto. Los que no somos madridistas buscamos explicaciones complementarias, como que compite en una liga contra solo dos rivales, mientras que en la Premier hay más desgaste. Pero lo decisivo es que gana, y de manera incontestable.
P. Entiendo que lleváis deportivamente la rivalidad Barça-Madrid.
J. Vi. Pertenecemos a un rango especial de aficionados que reconoce la importancia del otro. El mejor elogio que he leído del Barcelona lo escribió un madridista, Javier Marías. Decía: qué sería de nosotros sin la posibilidad de enfrentar al Barcelona y la ilusión de vencerlo.
»Mi padre, cuando íbamos al estadio, cada vez que el equipo visitante saltaba al campo, se negaba a que lo abuchearan. Se volvía y pedía a las tribunas: "¡Aplaudan, son nuestros invitados, no nuestros enemigos! ¡¿Qué sería de nosotros sin ellos?! ¡No habría dialéctica de los contrarios!". La gente lo miraba como a un perturbado [risas]. Hay que reconocer al Bernabéu, en cualquier caso, que ha aplaudido al Barça cuando ha ganado por goleada.
P. En tu libro No fue penalti (Almadía) el personaje del Tanque lo coses con retales del propio Valdano. Pero en realidad es un entrenador muy diferente a él: más primario y visceral.
J. Vi. Es un entrenador más bien del tipo de Javier Aguirre, de los que engrandecen equipos pobres. A él lo contratan para un club que está a punto del desecho. Es un bombero. No es alguien muy articulado pero sí le he dado algunos trozos de sabiduría futbolística de entrenadores como Jorge, Bielsa, Cappa y el propio Aguirre. Son detallitos de figuras diferentes entre sí.
P. Es muy interesante que al otro protagonista, que fue un crack en el pasado, nunca le gustó el fútbol realmente. Este Bartleby del balón te lo inspiró Batistuta, al que conociste retransmitiendo partidos en la televisión mexicana. ¿Creéis que esta paradoja es más común de lo que creemos?
J. Vi. En México tenemos el caso de Carlos Vela, que le gustaba más el basketball y no quería tener una carrera triunfadora. Le gustaba anotar goles pero no estar siempre pensando en el fútbol. A Batistuta tuve la suerte de conocerlo en el Mundial de Alemania. Fue un superdotado para el juego pero no se desvivía por él. Muy sanamente, se distanciaba, al contrario que un hincha. Y lo pongo en contraste con otro jugador más bien torpe pero muy esforzado, que ama el fútbol por encima de todas las cosas.
J. Va. Es muy común: a muchos jugadores no les interesa seguir los partidos por televisión. Se me escapa un poco esto. Para mí es vocacional. Creces con él desde la infancia. Pero, sí, hay casos como el de Batistuta que parecen cracks contra su voluntad. Aunque se entiende lo de tomar distancias. El fútbol, como dije, te supera emocionalmente, te envenena. Lo que sucede es que entre los apasionados y los 'ajenos' suele haber conflicto.
"El fútbol es un espejo deformante de Valle-Inclán". Juan Villoro
P. Menotti, al que acabamos de perder, parecía las dos cosas a la vez: empezaba los proyectos con mucha pasión y luego se iba desengañando. Otro futbolero con altura intelectual, por cierto.
J. Va. Era una persona muy inteligente, muy bohemia, entregado a la música popular, muy comprometido. Recuerdo que en el avión para venir a jugar el Mundial 82 nos dieron una hoja con instrucciones sobre lo que debíamos decir si nos preguntaban por las Malvinas, ya que estábamos en plena guerra. Yo le pregunté: "¿Y esto es obligatorio?". "Depende de tu coraje", me contestó. Siempre tenía esas cargas de profundidad. Su visión del fútbol era más artística que resultadista. Lo entendía como parte del acervo de un país y lo sabía transmitir de manera muy seductora.
P. ¿Tenía un poco de mala conciencia por no haberse apeado de un mundial jugado bajo la dictadura de los milicos?
J. Va. Fue el único personaje popular que en aquel momento habló en favor de los artistas exiliados. Y firmó las solicitadas [que exigían conocer dónde estaban los desaparecidos]. Su charla a los jugadores el día de la final es ejemplar: nosotros no jugamos para el palco, jugamos para el pueblo.
P. ¿Hasta qué punto el fútbol puede ser motor de cambio social? En España, por ejemplo, el Mundial fue un espaldarazo para nuestra democracia.
J. Va. El fútbol refleja con bastante autenticidad los latidos sociales, es un espejo, pero no es un factor de cambio. Es excesivo pedirle que cambie el mundo.
J. Vi. Es un espejo pero de los de Valle-Inclán, los del callejón del Gato, deformante. Lo que ocurre en un estadio siempre es un exceso emocional, pero tiene que ver con condiciones sociales ajenas al propio estadio. El Mundial del 34 lo manipuló Mussolini y España fue una de las víctimas. Qatar es un país repudiable por la violación de derechos humanos pero dio uno de los mejores mundiales de la historia. Lo importante del juego es el juego mismo.
P. Pero tú le das a este una dimensión divina casi. ¿Sigues creyendo que Dios es redondo?
J. Vi. Sí, y que bota como le da la gana.
J. Va. Pero con el Madrid ya está exagerando... [risas].