El reverendo protestante Dorus van Gogh y su esposa, Anna Carbentus, tuvieron siete hijos. El primogénito, de nombre Vincent, nació muerto el 30 de marzo de 1852. Justo un año después vino al mundo Vincent Willem van Gogh, bautizado el 24 de abril de 1853, fallecido de un disparo de pistola en 1890 (hay distintas teorías sobre este suceso y la mayoritariamente asumida es la del suicidio) y considerado una de las figuras más importantes y turbulentas de la historia de la pintura.

El matrimonio produjo, hasta 1867, dos hijos (Theo y Cor) y tres hijas (Anna, Lies y Wil) más. Son estas tres mujeres las protagonistas del libro Las hermanas Van Gogh que Cátedra acaba de publicar en España. El autor es el historiador del arte Willem-Jan Verlinden, que tuvo noticia de su existencia cuando, hace años, trabajaba en un estudio sobre los años londinenses del pintor.

Quedó fascinado por las “azarosas vidas” de Anna, Lies (Elisabeth) y Wil (Willemien). Y empezó una investigación basada en las cartas escritas por ellas y reforzada por otros documentos (algunos, procedentes de archivos privados) como expedientes educativos, informes médicos, fotografías, certificados y dibujos y pinturas de Vincent.

Una historia que arranca con la inesperada muerte, en 1885, de Dorus van Gogh, que tiene un efecto desestabilizador en la familia. Poco después del funeral acontece una fuerte pelea entre el excéntrico y ocasionalmente agresivo Vincent, que no se llevaba bien con su padre, y su hermana Anna. El artista abandona la casa familiar, en Neuen, y los Países Bajos para siempre.

La hermana pequeña, Wil, permanece al lado de su madre, con la que se traslada a Breda y luego a Leiden, donde Anna vivía con su esposo y sus hijas. Wil fue una mujer independiente que nunca se casó ni tuvo hijos. Se entregó, como enfermera, al cuidado de pobres y ancianos y fue protagonista en la primera ola del feminismo holandés. También sufrió problemas mentales que se fueron agravando. Vincent y Wil eran los heterodoxos de la familia.

Una infancia protegida

Los seis hermanos, según Verlinden, tuvieron en Zundert, una pequeña localidad rural de Brabante Septentrional en la que su padre había encontrado un puesto permanente de trabajo, una infancia “protegida y libre de preocupaciones”, con una educación patriótica y de alta carga moral.

La familia era parte de la minoría protestante de una zona mayoritariamente católica. En sus memorias, Lies recuerda la personalidad solitaria de su hermano Vincent, sus primeros dibujos, su amor por la naturaleza y su afición a coleccionar escarabajos.

Entre las experiencias que recoge el libro figura el traslado de Anna a los 17 años al Internado Francés para Señoritas de Leuvarden, por donde también pasó Lies, que empieza a preocuparse por los cambios sociales que se estaban produciendo en los Países Bajos.

Al dejar el internado, Anna decide buscar trabajo como institutriz en Inglaterra, adonde viaja con Vincent. Encuentra un puesto como profesora ayudante en una pequeña escuela de Welwyn. Gana poco dinero, pero fue feliz en esta etapa. Wil, todavía adolescente, la visitó y pasó con ella nueve meses. Mientras, Vincent abandona Londres para trabajar en la sucursal de la casa Goupil en París.

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Poco después de regresar de Inglaterra, Anna conoce a Joan van Houten, director de una fábrica de cal, con quien se casa. Toda la familia expresa su felicidad por el enlace, a excepción del escéptico Vincent, que manifiesta sus dudas a su hermano Theo en una de las muchas cartas que le escribió.

Él ha decidido convertirse en pastor y se traslada a Ámsterdam para estudiar griego y latín. No pasará mucho tiempo antes de que, en un nuevo giro, se plantee dedicarse a la pintura. Las preocupaciones que Vincent provoca a sus padres se ven aliviadas por el nacimiento de su primera nieta, Sara Maria van Houten, hija de Anna. Estamos en 1880.

Dos años después, los Van Gogh se mudan a Neuen, donde Dorus prosigue su desafío de fortalecer la comunidad protestante de Brabante Septentrional. Es un momento complicado para el país por la crisis agraria. Wil empieza a tener contacto con personas ajenas al círculo familiar y establece amistad con Margaretha Meijboom, hija de un pastor de Ámsterdam que enseñaba en la escuela dominical.

En las cartas que se envían afloran asuntos como la familia, la salud, la literatura y la música. Cuida de sus padres y también de Lies. La muerte de Dorus y la pelea de Anna con Vincent dejan muy afectadas a las hermanas. Pocos meses después entra en escena una mujer decisiva para los Van Gogh, Johanna Gesina Bonger, conocida como Jo, que se convertiría en la esposa de Theo y preservadora del legado de Vincent.

Jo y Lies inician una larga correspondencia. Hablan sobre su apariencia, sus vanidades, sobre el trabajo y el dinero y las tareas domésticas. Comparten experiencias íntimas y comentarios estéticos. A Jo le gustan George Eliot, Shelley y Goethe (pero no los escritores franceses); a Lies, Dickens. Los Van Gogh eran muy aficionados a la lectura y a las cartas: a veces se escribían varias al día.

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También Lies se convierte en madre, con el esposo de una mujer a la que había estado cuidando, Jean Philippe du Quesne. En pleno viaje con él, su hija Hubertina nació en un hotel. Wil está en Breda con su madre y empieza a trabajar como florista. Pero no es feliz, se siente sola y viaja cada vez que puede (La Haya, París, Bruselas…). Acabará instalándose con Anna en Leiden en 1887.

Su segundo viaje a París resulta emocionante para Wil. La capital francesa vive un periodo vibrante. Vincent le escribe desde el manicomio de Saint-Rémy-de-Provence en enero de 1890. Le quedan pocos meses de vida. Theo y Jo suman un nuevo miembro a la familia, de nombre Vincent Willem en honor a su padrino. El embarazo y el parto dejan exhausta a Jo, a la que Wil ayuda en su convalecencia.

"Tengo mucha esperanza de pintar tu retrato"

Mientras pudo, Wil desarrolló su vocación por el cuidado. También ayudó a su hermana Lies con la señora Du Quesne. Comparte sus dibujos con Margaretha, y con Vincent la inquietud por los problemas de salud mental que ambos padecían. El pintor muestra más interés por ella que por Anna y Lies. Un mes antes de morir, le escribe: “Tengo mucha esperanza de pintar tu retrato un día”. Nunca cumplió ese deseo.

Wil está ilusionada con las nuevas perspectivas profesionales que se le abren como enfermera cuando recibe la noticia de la muerte de su hermano. Para Verlinden, “no hay muchas dudas” de que se trató de un caso de autolisis. Los Van Gogh se escriben numerosas cartas en las que expresan y comparten su dolor. “Ciertamente no será olvidado”, le dice Theo a Lies.

La muerte de Vincent lleva de vuelta a Lies y Anna a la casa de su madre en Leiden. Cor ha emigrado a Sudáfrica. El 25 de enero del año siguiente pierde la vida Theo, que había contraído sífilis. 1891 es un año de luto para la madre y las hermanas, si bien en diciembre celebran la boda de Lies con su amante, fallecida ya la señora Du Quesne.

Por otra parte, la familia empieza a recibir noticias sobre el interés creciente por la obra de Vincent tanto en los Países Bajos como en el extranjero. Jo se muda a Bussum y se dedica a promocionar el legado de su cuñado, unos esfuerzos que cristalizarán en sendas exposiciones en La Haya y Ámsterdam en 1892.

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En La Haya, Wil entra a formar parte del Dameslees Museum, una biblioteca y lugar de encuentro para mujeres acomodadas. Se involucra en luchas sociales y asociaciones femeninas junto a otras mujeres de mentalidad progresista. Y participa en la organización de la Exposición Nacional del Trabajo Femenino, en 1898. Pero su salud mental estaba a punto de experimentar un grave deterioro.

Tiempos dificiles

¡Qué tiempos tan terribles! es el título del decimoquinto capítulo de Las hermanas Van Gogh, que abarca el periodo 1900-1920. Arranca con la muerte, en la segunda guerra bóer, del hermano menor, Cor, que había tenido un corto matrimonio con una alemana que lo abandonó y le robó la mayoría de sus posesiones.

Wil fue derivada al hospital psiquiátrico de Veldwijk en Ermelo, donde pasaría casi la mitad de su vida. Su madre murió en 1907. A esas alturas, el éxito de Vincent, al que tanto ha contribuido Jo, está alcanzando una dimensión enorme. Las cartas entre Lies, Anna y Jo revelan su consternación por el deterioro de Wil, que casi no salía de su habitación. Las dificultades económicas asedian a Lies, cuyo marido también parece manifestar algunos problemas mentales. Morirá el día de Navidad de 1921.

Lies publicó varios libros (sobre todo, de poesía), entre ellos, en 1910, Vincent van Gogh: memorias personales acerca de un artista, un éxito comercial traducido a varias lenguas pero que provocó un enfrentamiento con Jo, que preparaba la edición de las cartas del pintor acompañadas de una breve biografía. Lies no había mostrado mucho interés por su hermano Vincent, pero Verlinden constata que “eso comenzó a cambiar” con el incremento de la fama internacional del artista.

En sus últimos años, la situación económica de Lies se volvió desesperada. Murió en 1936, seis años después que Anna, cinco antes que Wil, que fue enterrada en el cementerio de Veldwijk, en las inmediaciones del hospital psiquiátrico, donde puede verse su lápida. En 1941 desapareció así el último miembro de la familia Van Gogh-Carbentus.

La labor de Jo, fallecida en 1925, fue continuada por su hijo, que también heredó la colección de Wil. La fama de Vincent siguió creciendo a lo largo del siglo XX hasta unas cimas impensables.

Esta es, en síntesis, la historia de Anna, Lies y Wil: “la piadosa”, “la excéntrica poeta” y “la favorita de Vincent”. Las hermanas Van Gogh.