"Este libro no sirve, hay que destruirlo". La frase que Gabriel García Márquez habría dicho a sus hijos hacia el final de su vida desconcertó a la comunidad literaria poco después de asistir a uno de los anuncios editoriales más relevantes de los últimos años: Random House se ocuparía de la publicación de la única novela inédita del autor de Cien años de soledad. La presentación de En agosto nos vemos, que llega este miércoles 6 de febrero a las librerías —el mismo día que Gabo hubiera cumplido 97 años—, ha servido para matizar lo que se había convertido en una incómoda sospecha: quizás no sería una gran novela.
La frase se incluye en el prólogo del libro, a cargo de Gonzalo y Rodrigo García Barcha, los hijos de García Márquez, que en el acto celebrado en la sede madrileña del Instituto Cervantes han explicado los pormenores de la publicación. La directora editorial de Penguin Random House Pilar Reyes, presente junto a Gonzalo —Rodrigo ha comparecido vía streaming—, ha sido la primera en avanzar que "la novela estaba completa, aunque para el autor no era definitiva".
Gonzalo, por su parte, ha añadido que Cristóbal Pera, al cuidado de la edición, "no ha agregado nada que no estuviera" y que, efectivamente, la novela "estaba dispersa en varios originales", pero "completa". Incluso el propio autor leyó el final al editor cuando este, animado por Carmen Balcells, le preguntó por el estado en que se encontraba el relato.
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La labor de Pera, que ya colaboró con el autor en los últimas versiones de Vivir para contarla, sus memorias, ha consistido en "la comprobación y la corrección de datos, desde los nombres de músicos o autores citados hasta la coherencia de la edad de la protagonista", tal y como él mismo señala en la Nota del editor al final del volumen. Pera ha trabajado sobre las cinco versiones que custodiaba la Universidad de Texas, rescatadas para la ocasión, y la versión corregida de su secretaria, que incluía apuntes del propio autor en los últimos compases de su vida.
Es ineludible recordar la enfermedad que hizo estragos en la memoria de García Márquez. Sus hijos aseguran que la dichosa frase —"Este libro no sirve, hay que destruirlo"— la pronunció en aquella etapa, cuando el libro estaba escrito, lo que les lleva a sospechar que "perdió la capacidad para escribir, pero también para leer" y, por tanto, "para juzgar" si debería o no publicarse. Esta consideración les llevó a "anteponer el placer de sus lectores", según anuncian en el prólogo. "Si ellos lo celebran, es posible que Gabo nos perdone. En eso confiamos", apostillan.
Su hijo Rodrigo no ha dudado en la presentación de que "un Gabo en sus cabales hubiera terminado el libro o lo hubiera destruido". Y es que nunca guardaba un manuscrito en el que no confiara. Concede que "no está tan pulido como sus grandes libros", pero conserva sus mejores virtudes. "Su capacidad de invención, la poesía del lenguaje, la narrativa cautivadora, su entendimiento del ser humano y su cariño por sus vivencias y desventuras" son algunos de los atributos que resaltan los hermanos en el prólogo.
El primer capítulo —la primera versión— fue leído por el propio autor el 18 de marzo de 1999 junto a José Saramago en un acto celebrado en Casa de América. La edición de Memoria de mis putas tristes, última novela publicada en vida, y los actos celebrados durante el 2007 en torno al 40 aniversario de Cien años de soledad interrumpiría la escritura de En agosto nos vemos, pero García Márquez nunca la abandonó. Incluso en los momentos en los que la enfermedad se agudizó no dejó de hacer correcciones. Pilar Reyes recuerda al autor como alguien que "no puede dejar de escribir".
El interés tardío por el universo femenino
Planteada al inicio como la compilación de cuatro relatos, la historia fue inclinándose hacia las peripecias de Ana Magdalena Bach, una mujer casada e instalada en la cuarentena que cada año acude a una isla del Caribe para dejar un ramo de flores a su madre fallecida. Es su oportunidad para desinhibirse de la rutina de un matrimonio encallado. El deseo sexual y las nuevas oportunidades son algunas de las cuestiones centrales de esta novela, que entronca con los intereses del autor en los últimos años por el universo femenino.
No obstante, "tiene muy pocos libros en los que el personaje principal sea una mujer" y en este "la protagonista es libre e independiente", ha recordado Rodrigo. García Márquez "se consideraba feminista", ha apuntado al respecto. "No había un discurso" por parte de quien "había crecido con mujeres fuertes", pero "había un ejemplo", ha añadido. "Nunca hizo por opacar a su mujer", Mercedes Barcha, a pesar de sus éxitos, y siempre mostró "admiración y respeto" por autoras como Virginia Woolf, Mercè Rodoreda, Toni Morrison o Gabriela Mistral.
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De la relación que mantuvo con sus hijos, recuerda Gonzalo que "estuvo muy presente en la primera infancia". Rodrigo, por su parte, relata que "trabajaba en casa", así que pudieron disfrutar de esa cotidianeidad, y siempre se preocupó de que "su fama y su éxito" no les hundiera, aunque bromeó con el hecho de estar siempre oyendo hablar de Cien años de soledad. "Nos tenía hartos". Ha desvelado también que no era muy amigo de andar mostrando sus libros en proceso. La Balcells, Álvaro Mutis, Luis Feduchi y Pera, su último editor, fueron algunos de los privilegiados.
Esta noche, según ha anunciado Pilar Reyes, se iluminará la Torre Colpatria de Bogotá, un edificio que jamás había tenido relación con la literatura, con motivo del regreso a las librerías de Gabriel García Márquez. A la presentación del Cervantes han acudido profesionales de hasta cincuenta medios de comunicación, mientras que 180 periodistas se han conectado por streaming. Su vigencia sigue siendo incontestable.