Un elogio de las sombras introduce esta obra de S. Elizabeth. Porque “rechazar nuestra oscuridad es lo que nos conduce a temerla”. Mejor conectar con nuestro lado oscuro y aprovechar “la inspiración y las maravillas que quizá encontremos allí”. Con este planteamiento, la escritora ofrece en El arte de la oscuridad (Akal) una gozosa selección de pesadillas, trastornos, miedos, turbaciones, melancolías, ansiedades y desequilibrios que han encontrado reflejo y proyección en el arte. Más de 200 obras que constatan que “la Historia está plagada de sufrientes genios creativos que tienen la necesidad imperiosa de expresarse”.

El arte de la oscuridad

S. Elizabeth

Akal, 2023. 240 páginas. 24,70 €

Y lo hace a lo largo de cuatro capítulos, cada uno de ellos dividido en tres secciones. El primero, Todo está en tu mente, arranca con una revisión de sueños y pesadillas de artistas como Francisco de Goya (El sueño de la razón produce monstruos), El Bosco (El jardín de las delicias), Henry Fuseli (La pesadilla) o John Everett Millais (La sonámbula), para explorar a continuación los malestares psicológicos de Georgia O’Keeffe (Black Place II), Edvard Munch (Ansiedad), Frida Kahlo (El ciervo herido) o Remedios Varo (Mujer saliendo del psicoanalista) y las palpitaciones existencialistas de Francis Bacon (Estudio del retrato del papa Inocencio X de Velázquez), Alberto Giacometti (El hombre que camina I), Aleksandra Waliszewska (Bieg Chlosta), Giorgio de Chirico (El viaje ansioso), Vincent van Gogh (Cráneo con cigarrillo encendido) y Aron Wiesenfeld (El hoyo), entre otros.

La segunda parte, La condición humana, arranca con una selección de obras que tienen que ver con enfermedades y dolencias. La autora considera que el arte, además de “un refugio de las intensas emociones que acompañan a la enfermedad”, puede ser “un método perspicaz con el que explorarla”. La relación incluye a Barbara Hepworth (Radiografía), Rodney Dickinson (Enfermedad), Tsukiota Yoshitoshi (Toshima Tomiyo, quien se quedó con su marido leproso), George Grosz (El funeral) o Egon Schiele (La familia).

'Ansiedad' de Edvard Munch.

A continuación se expone una pequeña antología de obras que reflejan malos comportamientos, entre ellas Celos profesionales de Joanne Pemberton-Longman, El asesinato de Paul Cézanne, Guerra de Paula Rego, Perversidad de Odilon Redon, El rostro de la guerra de Salvador Dalí y Víctima de Gustave Moreau. Y el capítulo se cierra con un apartado sobre la relación de los artistas con la muerte, por el que desfilan Marian Wawrzeniecki (La muerte tranquiliza a todo el mundo), Matthias Withoos (Paisaje con un cementerio por la noche), Damien Hirst (Por el amor de Dios), Oskar Zwintscher (Dolor), Pablo Picasso (Bodegón con cráneo, puerros y jarra) o Jean-Michel Basquiat (Cabalgando con la muerte).

'Guerra' de Paula Rego.

'Funeral' de Grosz.

Y, para concluir, Visiones del más allá, a partir de la intuición de Lafcadio Hearn de que “hay algo espectral en todo gran arte”. La autora pasea entre dioses y monstruos de la mano de William Hogarth (Satanás, el pecado y la Muerte), Chet Zar (La reina ciega), Caravaggio (Narciso), John Singer Sargent (Orestes perseguido por las Furias) y John William Waterhouse (Ulises y las sirenas), convoca muertos inquietos y otros seres del más allá con David Seidman (El no invitado), Karl Wilhelm Diefenbach (La danza de las hadas), Marci Washington (A través de la delgadez de los velos), Utagawa Kuniyoshi (Takiyasha la Bruja y el esqueleto espectral), Amy Earles (Incredulidad) y La Rouille (Hel) y pone el foco sobre artes oscuras y ministerios prohibidos con obras de René Magritte (La Magia Negra), Salvator Rosa (La sombra de Samuel aparece ante Saúl), Achille Calzi (Las flores del mal), Ana Juan (Hansel y Gretel) y Jana Heidersdorf (Lágrimas), entre otros.



Todo ello para defender la idea de que “si vivimos permanentemente en la luz, donde siempre estamos contentos y felices, donde podemos eludir nuestros pensamientos más incómodos, nos faltarán las sombras, los matices, una existencia sin esa riqueza que solo aporta el contraste”. Negar la oscuridad, considera, “es una práctica peligrosa”. Muchos artistas, para nuestra felicidad de contempladores, han dedicado su talento, su sensibilidad y su lenguaje a navegarla y expresarla.