Si, en teoría, los gatos tienen siete vidas, entonces Peter Doherty debería tener al menos un centenar de ellas. Aunque se hace difícil calcular cuantas podría haber gastado hasta el momento.
Con motivo de la publicación del libro Peter Doherty Un chaval prometedor (Alianza editorial), el lector podrá acceder de primera mano al recorrido vital caótico del músico inglés, un auge, infierno y supervivencia realmente sorprendente.
En cierto modo, su vida puede dar la impresión de ser una especie de película contenedora de otras películas y lo mejor es que ha salido vivo y coleando de todas ellas. Eso le engrandece.
Escrito en colaboración con el periodista Simon Spence, autor de libros sobre Stone Roses o Depeche Mode, fueron necesarias muchas horas de conversación que Spence ha conseguido transcribir de manera ordenada.
“Pete se mostró ante mí humilde, confiado y paciente. Su capacidad para reírse de sí mismo me pareció entrañable. Escribimos el libro durante el confinamiento en interminables charlas y ha sido una experiencia muy inspiradora”, escribe.
A comienzos de los 2000, Peter Doherty representa una de las figuras clave en la cultura pop. “Desde pequeño quise, casi desesperadamente, salir en la tele”. Una afirmación que deja bastante claro su ansia de notoriedad. Un ansia crónica que le llevó por un camino de rosas y espinas para intentar lograr su objetivo.
Y vaya si lo consiguió. Y no solo en la tele, sino también sobre los escenarios, en publicaciones musicales, en los tabloides británicos más sensacionalistas, juzgados varios y revistas de moda.
"Conseguir a la gente más guapa y parecerse lo más posible a The Strokes", eran sus directrices claras
Ahora vive retirado a los 44 años en Normandía, lleva tres sin drogarse, está felizmente casado con su compañera musical Katia, y se dedica principalmente a la pintura y pasear, pero el glosario de anécdotas y vivencias al límite parece no tener fin mientras avanzas por las páginas de este libro: conciertos desastrosos, entradas y salidas del grupo, rehabilitaciones varias, robos, allanamientos, experiencias carcelarias, libertades condicionales y por supuesto drogas y borracheras en cantidades industriales.
Sin duda, también daría para una serie con varias temporadas. Pero, vayamos por partes.
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Hijo de padre militar y madre fervientemente católica, la familia vivió a golpe de mudanzas siguiendo los destinos del padre: Belfast, Alemania, Chipre, diferentes lugares en el Reino Unido… donde Pete fue forjando su carácter rebelde en compañía de sus hermanas AmyJo y Emily.
Su temprana afición a la literatura (siempre quiso ser escritor) le despertó la conciencia de probar los opiáceos bajo la influencia de los escritos de John Keats y Oscar Wilde. Después vendría su amor incondicional por The Smiths y The Clash para completar el círculo.
Y curiosamente, más tarde, en sus primeros conciertos, los fans acuñaron la costumbre de lanzarle libros al escenario donde, entre otros, acabó descubriendo los mundos literarios de Clarice Lispector y Roberto Bolaño.
A principios de siglo la escena musical hervía con la aparición de multitud de bandas llenas de energía y temazos incontestables: Acade Fire, The Strokes, Yeah Yeah Yeahs, Franz Ferdinand, The Arctic Monkeys, Lcd Soundsystem… Y Pete tenía muy claro su objetivo a la hora de fundar The Libertines: canciones sencillas y contundentes, llegar al mayor numero de fans posible y petarlo.
“Conseguir a la gente más guapa y parecerse lo más posible a The Strokes” eran sus directrices claras. Y es que canciones como Time for Heroes, Up the Bracket,ó Don’t Look Back into the Sun todavía hoy suenan frescas y sudorosas.
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Pero los problemas con su compañero de grupo Carl Barât fueron prácticamente desde el primer momento, es lo que tiene tener dos guitarristas que componen y cantan, la competitividad está asegurada. Y si a esto le añadimos egos desmedidos lidiando con sustancias y alcohol, pues bronca asegurada.
La lista de parejas musicales tóxicas del rock es alargada: Jagger-Richards, Tyler-Perry, Axl-Slash, Casablancas-Hammond Jr… y definitivamente Pete y Carl pasaron a engrosarla.
“Las cosas estaban realmente empezando a hacerse añicos. Yo tenía un afán infantil por reafirmarme como el compositor principal de la banda, de apuntar claramente que yo era la fuerza creativa y que de The Libertines no eran más que un grupo de espectáculo para la industria, lo cual puede sonar un poco duro, pero esa era la forma en la que realmente yo los veía. Yo le pegaba fuerte a las drogas y aunque Carl me despreciaba fuertemente por ello, él era tremendamente adicto a la coca y se bebía una botella de whisky cada noche”, cuenta.
"Yo le pegaba fuerte a las drogas y aunque Carl me despreciaba fuertemente por ello, él era tremendamente adicto a la coca"
En Un chaval prometedor, Doherty confiesa con todo tipo de detalles su temprana y crónica adicción al crack y la heroína. Una práctica que le situó en una lista interminable de situaciones límite, así como de entradas y salidas constantes de centros de rehabilitación y comisarías, que no acabaron por ser del todo eficientes.
“La verdad es que no tenía absolutamente ningún interés en limpiarme. Tenía mucho interés en… no diría ensuciarme, pero tenía la idea de que al final las drogas se legalizarían. Creía que era la falta de visión de la sociedad la que las estaba criminalizando. Había una parte de mí demostrando que podrías seguir siendo un miembro activo de la sociedad y ser un adicto al crack y la heroína… ese era uno de mis proyectos favoritos.
»En cierto modo, el mundo de las drogas te amortigua un poco no solo la realidad, sino también la parte de la fama. Sabes que tienes un pequeño muro a tu alrededor, que estas en lugares a los que ningún reportero o paparazzi en su sano juicio sería capaz de entrar”.
Según Pete da la impresión de que, de alguna manera, la seguridad y la idealización de drogarte en los bajos fondos parecía tener sus ventajas o incluso podías tener la “suerte” de recibir las advertencias de alguna gloria veterana superviviente “Una vez, Keith Richards me llevó a un apartado en los camerinos y me dio un par de consejos. Me dijo, súbete la manga y a continuación se echó a reír, era una risa profunda y gutural como la de un lobo de mar. Chaval, trata de no meterte en vena. Tienes que conseguir material de buena calidad, farmacéutico si puede ser, y meterte por la piel, así hay menos riesgo, y luego me dio otro pequeño consejo: ¡No dejes que las mujeres te digan lo que tienes que hacer!”.
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Y sin duda, que te expulsen varias veces de la banda que has formado no debe ser nada fácil, pero donde otros podrían hundirse fácilmente, el músico británico tenía el instinto de un tiburón: avanzar rápido y hacia adelante sin dejar de perseguir su ideal musical performático y fundando un nuevo proyecto: la banda Babyshambles.
“El caos, la camaradería y el ambiente circense que quería para The Libertines, pero que ni el grupo ni la estructura a nuestro alrededor quería aceptar, por fin los pude conseguir con Babyshambles. Éramos una panda bien dispuesta para liarla bien. Y joder si la liamos”.
Y en éstas apareció Kate Moos, la supermodelo rebelde que se quedó prendado de él y también un nuevo elemento que entró en su vida como un elefante en una cacharrería y que le trajo muchas alegrías pero que de alguna manera acabó ensombreciendo su trabajo artístico.
“Lo de Kate eclipsó el lanzamiento del primer álbum de Babyshambles. Las reseñas fueron bastante malas, estaba teniendo mucha cobertura por toda la mierda que sacaban constantemente de la relación, pero en ningún momento la gente decía: este tipo sabe componer canciones. Estaba muy decepcionado, no llegó a tener el éxito del disco de The Libertines. Además, tampoco tenía manager y estaba un poco en caída libre”.
"Con Amy Winehouse quería hacer algo positivo, pero ella estaba fuera de control la mayor parte del tiempo"
No olvidemos que a mediados de los 2000 eran los años del heroin-chic y de sonados romances entre it-girls y cantantes indies. En este caso, la prensa sensacionalista hizo su particular agosto con el tándem Moss-Doherty, donde durante todo ese tiempo fueron los reyes indiscutibles del sensacionalismo más ramplón que pueden ofrecer los medios británicos. Una telenovela barata en directo sobre una relación con varias idas y venidas, subidas y bajadas y que de alguna manera estaba condenada al fracaso mientras todo el mundo sacaba tajada de ello.
“En realidad, no hubo un incidente específico que acabase con la relación. A final resultó que nuestros mundos no eran compatibles. Fue un cúmulo de cosas aparte de las famosas fotos de la coca de Kate y demás. Por ejemplo: Ella tenía un botón del pánico junto a su cama y otro en la cocina. Un día, cuando ella se había ido de viaje a algún sitio y yo estaba rebuscando al lado de la cama, seguramente una piedra de crack que se me había caído, presioné por accidente el botón del pánico y de repente aparecieron doce policías armados en la casa. Ese tipo de cosas le disgustaban mucho”.
Hubo otra mujer y artista que también se cruzó en su camino y que le marcó bastante, la tristemente autodestructiva Amy Winehouse, con la que quiso colaborar musicalmente (y algo más) aunque desgraciadamente la cosa no pasó de algunas jams e improvisaciones nocturnas registradas en el portátil de Doherty.
"Intenté componer música con ella, estaba muy deslumbrado y fascinado, podríamos decir que completamente enamorado. Quería hacer algo positivo, pero ella estaba fuera de control la mayor parte del tiempo. Podía ver lo frágil que era, no era realmente capaz de consumir drogas en un modo, digamos constructivo. No era una adicta callejera normal que supiera como hacerlo: era un consumo caótico absoluto”.
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Eran años caóticos también para Pete con shows inestables y entradas y salidas constantes de juzgados y comisarías siempre por trapicheos, mientras convertía en práctica habitual el conseguir algo de dinero rápido a través de conciertos improvisados en salas pequeñas y donde las entradas se agotaban en menos de una hora. Un par de ellos acabaron trayéndole a España para regocijo de sus fans en Barcelona y en Madrid, donde su hermana AmyJo lleva residiendo muchos años.
Mientras que en la ciudad condal apareció por la sala Sidecar con su panda de amigos cool y ofreciendo un concierto deslavazado y caótico, en Madrid llegó solo con su guitarra a la extinta sala Costello “bien borracho y fumando, tocó unas cuantas canciones bastante pasado, pidió un cóctel en uno de nuestros vasos especiales (y de los caros) mientras firmaba autógrafos como buenamente podía y, como no podría ser de otra manera, a continuación se largó en un taxi todavía más borracho, cigarrillo en boca y con el vaso”, recuerda Juan Mora, técnico de sonido de la sala.
Quizá la cita de Arthur Rimbaud que encabeza el libro Un chaval prometedor resuma todo su periplo vital de una manera más comprensiva y clarificadora: “Estoy volviéndome todo lo canalla que puedo ahora. ¿Por qué? Porque quiero ser poeta, y estoy esforzándome en convertirme en vidente. La idea es alcanzar lo desconocido mediante la enajenación de los sentidos. Conlleva un tremendo sufrimiento, pero hay que ser fuerte y ser un poeta nato. Realmente no es culpa mía”.