En unos años en los que el pesimismo y las distopías han copado las listas de novedades y la pequeña pantalla, el psicólogo, lingüista y escritor canadiense Steven Pinker (Montreal, 1954) ha destacado por su éxito defendiendo y explicando las razones para el optimismo. También es conocido por sus trabajos en el campo de la psicología cognitiva y la lingüística, signados por un compromiso con la divulgación científica y la defensa del racionalismo en un momento marcado por la sentimentalidad y las emociones en la vida pública. Estos son algunos de los logros por los que acaba de recibir el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA en la categoría de Humanidades y Ciencias Sociales.
Aunque ha sido en los últimos años cuando su obra ha llegado de forma contundente al mercado editorial en español, Pinker se graduó en 1976 y desde entonces ha publicado más de una decena de libros, así como artículos y papers fruto de su actividad académica como profesor de psicología en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) tras doctorarse en Harvard. Actualmente es el titular de la cátedra Johnstone Family, en esta última universidad.
El objeto principal de su interés durante sus primeros años fue el lenguaje. En los años 80 y 90, Pinker se centró en el estudio del procesamiento del lenguaje y la comprensión humana de la gramática. Sus trabajos en esta área lo llevaron a escribir varios libros influyentes, incluido el primero que publicó, Language Learnability and Language Development (1984), que se convirtió en un clásico en el campo de la lingüística, y fue esta labor la que le granjeó una reputación que le sirvió después para llegar a un público más amplio con el resto de disciplinas.
[Steven Pinker, contra los prejuicios y en defensa del progreso humano]
Ya en la década de 1990, comenzó a explorar temas más amplios en la psicología cognitiva y la evolución humana. En su libro El instinto del lenguaje (1994) argumentaba que el lenguaje es una capacidad innata del cerebro humano, un instinto que se desarrolla naturalmente en los niños a medida que adquieren el habla, como si estuviera codificado en el cerebro. El libro supuso un gran éxito y se ha convertido en eso que en la jerga editorial se conoce como long-seller.
En 1997 siguió indagando en la naturaleza de la mente humana y la cognición en ¿Cómo funciona la mente? (Destino). Pinker defendía que la mente humana es una especie de computadora biológica que procesa información de una forma parecida a como lo hacen las computadoras. Los procesos mentales básicos serían universales en todas las culturas y se basarían en la estructura y función del cerebro humano. Asimismo, sostenía que la mente humana está diseñada por la evolución para resolver problemas específicos que han surgido a lo largo de la historia de la especie humana, como la comunicación, la cooperación social y la adaptación al medio ambiente.
Pertrechado de ingentes datos y series históricas, Pinker explicó el significativo progreso de la humanidad en términos de tolerancia, justicia y disminución de la violencia
Enlazado con la idea central de dicho trabajo, pocos años después, en 2002, Pinker publicó uno de sus libros más conocidos, La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana (Paidós). En él, Pinker sostiene que los seres humanos no nacen como una hoja en blanco, sino que albergan ciertos instintos y predisposiciones que influyen en su comportamiento y pensamiento. Y dado que todos esos mecanismos han ido evolucionando y refinándose con el tiempo, Pinker deriva de ahí el elemento cardinal de otro de sus ensayos más celebrados, Los ángeles que llevamos dentro. El declive de la violencia y sus implicaciones (Paidós, 2011). Pertrechado de ingentes datos y series históricas, este libro supuso un socorrido manual para contextualizar el pesimismo epocal al ilustrar cómo, a pesar de la violencia, las guerras y las enfermedades que aún nos asolan, la humanidad ha progresado significativamente en términos de tolerancia, justicia y disminución de la violencia [Lea aquí la crítica del libro por Peter Singer, ganador ex aequo del Premio Fronteras del Conocimiento junto a Pinker]
De sus grandes obras traducidas al castellano, la última en ser publicada ha sido En defensa de la Ilustración. Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso (Paidós, 2018). Más significativo aún es su título sin traducir —Enlightment Now—, pues se opone al apocalipsis de la mítica película que hoy parece estar a la vuelta de la esquina.
Su tratamiento accesible de temas científicos ha acercado los avances del conocimiento neurocientífico al público, contribuyendo así a la Ilustración colectiva que tanto defiende
Estos dos últimos libros consiguieron traspasar la frontera de los debates expertos y se instalaron en la prensa generalista cuando trataba el pesimismo generalizado o la nostalgia política. No son pocos los que, debido a ese optimismo y esa defensa de la Ilustración, lo han acusado de ingenuo, de no entender que cada época se mide a sus problemas y retos desde cero, sin que la perspectiva histórica comparada suponga alivio alguno. En una interpretación forzada y reduccionista, Pinker sería para no pocos una suerte de Cándido contemporáneo.
En sus obras, Pinker también ha abordado temas como la moralidad, el libre albedrío, la naturaleza de la ciencia y la tecnología, y la relación entre la mente y el cerebro. En general, su obra ha sido muy influyente en el campo de la psicología cognitiva, la lingüística y la filosofía de la mente, y ha recibido numerosos premios y reconocimientos por su trabajo. Además de sus trabajos esenciales mencionados, en español se han publicado otros libros no menores, pero sí de transición entre sus obras magnas.
Hay que agradecer a este prolífico autor unos libros muy bien argumentados y valientes en sus conclusiones, capaces de nutrir el debate. Algo inseparable de su escritura clara, sin importar los asuntos sobre los que discurra. Su tratamiento accesible de temas científicos ha acercado los avances del conocimiento neurocientífico al público, contribuyendo así a la Ilustración colectiva que tanto defiende. Por eso, leer a Pinker siempre es recomendable, aunque no siempre se esté de acuerdo con sus conclusiones. O, precisamente, por eso.