Jacobo Diruela en su masía ‘Mas Pou’, en  Vilaür (Gerona), sede de Atalanta. Foto: Inka Martí

Jacobo Diruela en su masía ‘Mas Pou’, en Vilaür (Gerona), sede de Atalanta. Foto: Inka Martí

Letras

Jacobo Siruela: “Estamos pagando muy caro el progreso, nos está destruyendo”

Tercer hijo de la Duquesa de Alba, editor y hombre de la cultura libérrimo, es uno de esos personajes fascinantes que regala nuestra cultura de vez en cuando

27 febrero, 2023 01:28

Noble en el más hondo sentido de la palabra, Jacobo Siruela (Madrid, 1954) creó la editorial Siruela en 1982, pionera en la recuperación de los clásicos medievales, y de la mejor literatura fantástica. Su éxito fue tal (llegó a facturar mil millones de pesetas al año) que en 2000 la vendió al Grupo Anaya y cinco años después fundó la editorial Atalanta con su segunda esposa, la periodista y fotógrafa Inka Martí, cómplice de El Cultural y autora del reportaje gráfico que acompaña esta Conversación.

Atalanta tiene su sede en ‘Mas Pou’, la masía de Gerona que es uno de sus hogares. El otro, desde hace unos años, está en Larrodrigo, Salamanca, donde se dedican también a la agricultura y ganadería ecológicas.

“Sí –explica el editor–, desde que murió mi madre, en noviembre de 2014, hemos tenido que ocuparnos de unas fincas que me dejó en Salamanca. Así que al poco de heredar, le dije a Inka: somos ecologistas convencidos y tenemos tres fincas en las que están echando toda clase de abonos químicos y pesticidas, y esto es una gran incongruencia con nuestras ideas, ¿no te parece? De modo que nos pusimos a ello con todo ahínco hasta ahora, que llevamos un proyecto de ganadería extensiva, donde las vacas pastan libremente con sus hijos, y de agricultura regenerativa en convivencia con la biodiversidad, que es lo que el planeta necesita y Europa quiere”.

Pregunta. Se ha dicho que dejó el Ampurdán por el ambiente político, a pesar de su aislamiento voluntario.

Respuesta. En absoluto. El Ampurdán es un lugar bello, tranquilo y civilizado. Llevo más de veinte años en Cataluña y nadie jamás me ha dado la lata. No hablo catalán, porque estimo que es innecesario en un territorio de tradición bilingüe, y nunca nadie me ha contestado en catalán al formular una pregunta en castellano. Aunque la fiebre nacionalista es un sentimentalismo legítimo, su objetivo final, creo, no cambiaría sustancialmente gran cosa en Cataluña, salvo para unos pocos. Además, el ejemplo de lo mal que les ha venido a los ingleses este tantas veces peligroso sentimiento tardomoderno, es para tomar nota. Pero fuera de la proliferación de banderolas, carteles y discursos retóricos en los medios, la vida ha seguido siendo igual de tranquila y civilizada.

P. ¿Cómo un intelectual que ha optado por la discreción ve la realidad española en un momento de tanta agitación política? ¿Realmente es posible permanecer al margen?

R. Bueno, yo nunca he sido un animal político. Desde ya hace bastante tiempo, soy un escéptico en materia política. Mi tendencia natural hacia un centro indeterminado y empírico me aleja de la lucha de opuestos, que a estas alturas resulta redundante y tediosa. Y sí, creo que lo mejor es permanecer al margen, siempre y cuando las cosas no se pongan realmente feas, por eso siempre hay que estar informados y nunca perder el conocimiento de lo que está pasando en la realidad, al margen de tu vida particular.

P. ¿Cuál es su secreto para mantener esa independencia absoluta, esa libertad? ¿Ha pagado por ellas algún precio, como editor y como intelectual?

R. Como dijo una vez Heráclito, “carácter es destino”. Aunque en parte, la independencia se va adquiriendo o consumando con el tiempo, es también una forma de ser, como es el carácter. Y, a pesar de que a lo largo de los años uno prueba algún que otro bocado ácido o amargo, no puedo quejarme: las cosas no me han ido mal.

“El siglo XXI es cuántico, y debe ampliar la perspectiva de que lo material es el único fundamento de la realidad”

P. ¿Cómo es un día cualquiera en Salamanca? ¿Trabaja en los proyectos de la editorial por la mañana o por la noche? ¿Le distraen las redes sociales?

R. Como el campo comporta los primeros años demasiado trabajo, hemos tenido que dividir funciones. En el día a día, yo me ocupo más de la editorial, e Inka se ocupa del proyecto ecológico, regenerativo y de biodiversidad. Por otro lado, yo no tengo ninguna relación con las redes sociales, que visito muy de vez en cuando. Soy una persona analógica, y no me considero antiguo por esta razón. Al revés, veo a la gente demasiado enganchada en esta irrealidad virtual, que cada vez más nos aleja del mundo natural y real.

P. ¿Cómo definiría la línea editorial de Atalanta, cuántos libros edita al año y de qué tiradas?

R. Atalanta es una editorial transmoderna, es decir, que, sin negar los principios de la modernidad, quiere trascender las limitaciones que nos plantea el materialismo vigente. Y tiene cuatro colecciones bien definidas: Ars brevis, dedicada a publicar cuentos de todas las épocas y lugares del mundo. Aunque parezca extraño, no publicamos novelas. Memoria mundi, que, como su nombre indica, quiere recuperar libros o ideas que nos parecen dignos para vindicar su memoria y que a la vez sean capaces de iluminar el presente y compensar el excesivo énfasis que se pone hoy en la actualidad. Luego está Imaginatio vera, que, lejos de cualquier escapismo fantasioso, presenta la imaginación como una forma de conocimiento, al desarrollar una lectura simbólica de las imágenes que las otorga significados internos de gran riqueza. Y, por último, Liber naturae, una colección dedicada íntegramente a la naturaleza, y a la manera en la cual, creemos que debe de ser entendida hoy en día. Publicamos alrededor de siete u ocho libros anuales en tiradas generalmente de 3000 ejemplares. Son pocos títulos al año, pero algunos tienen mil páginas, o más. Y, afortunadamente, no paramos de reeditar.

P. Atalanta opta por libros que abordan la ciencia desde el humanismo. Así, uno de sus últimos títulos, Pensar la ciencia, aborda la “transición histórica hacia una nueva concepción científica del mundo que acomode las evidencias empíricas y los modelos predictivos a la mente, no a la materia, como principio de toda la realidad”. ¿Comparte este punto de vista? ¿No resulta demasiado atrevido en un mundo apegado a lo convencional?

R. La idea moderna de que la realidad es esencialmente material, y la mente un mero epifenómeno de ella, ha caducado desde que la física cuántica estableció la inseparable relación entre la mente y la materia que ha hecho añicos la objetividad clásica. Incluso Einstein se negaba a admitirlo, pero la teoría cuántica ha sido totalmente probada. El problema es que nadie puede entender que la función de onda se divida en dos realidades, o que el observador provoque cambios en lo que observa, o que una partícula pueda estar en dos lugares al mismo tiempo. Y como nadie puede entender todas estas paradojas del mundo microscópico, tampoco se acaba de aceptar, entre otras cosas porque echa en tierra los principios tradicionales de la objetividad científica. Sin embargo, el siglo XXI es cuántico, y en muchos aspectos debe ampliar la estrecha y trasnochada perspectiva de que lo material es el único fundamento de la realidad. Por eso la metafísica, o el estudio de los sueños, tiene tanta actualidad.

P. ¿Qué importancia tiene para usted, como individuo y como editor, lo espiritual, de qué manera determina su manera de estar en el mundo?

R. Lo espiritual está en el centro de mi forma de pensar y sentir. La ciencia solo se ocupa del mundo exterior, pero ¿qué pasa con la realidad interior? Porque esta realidad, aunque invisible, es en gran parte nuestro principio y fundamento de nuestra experiencia con lo real; hasta la física lo afirma hoy en día. Pero lo sustancial es otra cosa: el pensamiento metafísico puede dar sentido a la existencia; la ciencia, no. La ciencia solo da la descripción más exacta del mundo exterior. Y el ser humano necesita un sentido interior que yo he estado buscando durante toda mi vida y ofreciéndolo de las más diversas maneras en los libros que publico.

"Fuera de la proliferación de banderolas y discursos, la vida en Cataluña ha seguido siendo igual de tranquila"

P. ¿Le preocupa la trascendencia, el más allá?

R. El más allá no me preocupa, me fascina, y despierta mi más profunda curiosidad. Creer, porque solamente es una creencia, que después de la muerte no pasa nada, es una visión que, además de heredada, es demasiado superficial. Sobre todo, cuando contamos con infinidad de experiencias registradas con la muerte de gente muy respetable, y otra buena parte de ellas que proviene de personas que han estado clínicamente muertas y que paradójicamente han retornado a la vida y han podido contar lo que han vivido mientras su cerebro estaba clínicamente muerto. Y todo ello, aunque no pueda ser medido con ningún instrumento, los científicos y sus creyentes, no pueden echarlo en saco roto, porque negarlo por sistema solo indica un inquebrantable acto de fe o de escabullir la cuestión. Este tema debe quedar objetivamente abierto, ya que es puro misterio.

Jacobo Siruela. Foto: Inka Martí

Jacobo Siruela. Foto: Inka Martí

P. Atalanta combina el ensayo científico menos convencional con el rescate de la sabiduría de los clásicos (Joseph Campbell, Jung). ¿Qué implica, en su concepción
de la cultura, esta reivindicación del acervo espiritual?

R. La antigua sabiduría siempre indicaba que hay que conciliar los opuestos con el fin de transformarlos en complementarios. En lugar de estancarse en oposiciones, hay que saber conciliarlos hasta formar una nueva visión ampliada de las cosas. Yo sigo a la ciencia para saber acerca del mundo externo, pero son los conocimientos espirituales los que profundizan y dan sentido al mundo interno. Por supuesto, a veces entran en colisión, pero pueden perfectamente convivir desde el momento en que se ocupan de dos planos totalmente diferentes.

P. Otra de las características de su editorial es haber rescatado del olvido obras esenciales de la cultura oriental como El erudito de las carcajadas. Jin Ping Mei o el Ramaiana. ¿Cómo es posible que Occidente mantenga a través de los siglos esa visión eurocentrista del saber y el arte? ¿No estamos pagando muy cara esa ceguera?

R. Siempre he mantenido un vínculo con las culturas asiáticas. Y en Atalanta, uno de los primeros libros que publicamos fue el I Ching o Libro de los cambios, o La historia de Genji, de Murasaki Shikibu, escrita en Japón alrededor del año mil por una dama perteneciente a una de las cortes más refinadas de la historia. Es la primera novela psicológica del mundo, de una sensibilidad y desarrollo narrativo verdaderamente admirables dada su antigüedad. Por otra parte, creo que lo único que estamos pagando muy caro en la actualidad es el progreso, que nos está destruyendo y que tenemos que reconsiderar desde otros presupuestos más críticos y actuales.

P. ¿Por qué tenemos miedo al conocimiento subterráneo?

R. Imagino que se tiene miedo al misterio, a lo desconocido, cuando no hay nada más fascinante que ir levantando poco a poco el velo de lo que resulta enigmático.

"Creer que después de la muerte no pasa nada es una visión heredada demasiado superficial"

P. En Siruela abrió muchos caminos que décadas más tarde han retomado nuevos editores. ¿Cómo recuerda esa aventura? ¿De qué colección se siente más orgulloso, de qué autor o de qué apuesta, entonces asombrosa, se enorgullece más?

P. Yo quedé muy contento con los veinticinco tomos de la Biblioteca medieval, que es una segunda versión en tapa dura de la colección con la que empecé a editar en Siruela, y que finalmente reunió lo que me parece más interesante de la Edad Media. También, cómo no, los 33 volúmenes de literatura fantástica de la Biblioteca de Babel, dirigida nada menos que por Borges, con el diseño de Franco María Ricci; o la edición para bibliófilos de El templo de Salomón de Villalpando, o la inolvidable experiencia con la revista trimestral El Paseante. Y sí, hoy en día echo en falta a no pocas personas, como Ítalo Calvino, Álvaro Mutis, María Zambrano o Juan Antonio Ramírez, con quienes tuve una cercana y muy grata relación, o Antonio Lobo Antunes, con quien me une una gran amistad.

P. Hoy muchos editores independientes presumen de la influencia de Siruela. ¿Por qué acabó vendiendo la editorial?

R. La editorial iba muy bien, pero yo ya quería cambiar de vida. No solo estar todo el tiempo trabajando para una editorial que se vuelve cada vez más empresarial, sino retirarme a un lugar hermoso y leer por gusto, y profundizar en ciertos conocimientos, y también para inaugurar la aventura de escribir.

P. ¿En qué sello actual (Impedimenta, Asterioide…), si es que hay alguno, se reconoce, a quiénes sigue especialmente?

R. Desde luego Impedimenta y Asteroide son dos editoriales estupendas, como también Errata Naturae o Wunderkammer. Aunque la verdad es que ahora yo leo poca literatura, sobre todo releo y buceo sin parar en el ensayo. Pero, por otro lado, tenemos relación con no pocas librerías afines repartidas por toda España como Galatea en Salamanca, La Puerta de Tannhauser en Plasencia, Ramón Llull en Valencia o Antonio Machado en Madrid.

P. ¿Cree que Atalanta también está abriendo un camino en este nuevo concepto de ciencia humanista que acabará marcando el pensamiento de las próximas décadas?

R. En el campo de la imaginación, desde luego que estamos abriendo un camino. El campo de la ciencia es mucho más vasto, pero nuestra colección en torno a la naturaleza, que es junto con la tecnología el tema más acuciante de nuestra época, creo que el lector puede encontrar unas perspectivas más actuales, como que hay una especie de consciencia en la naturaleza hasta en los niveles más profundos, o sobre la materia como un inmenso campo vibratorio e interactivo, o sobre la electricidad desde el punto de vista medioambiental, o del planeta como un gigantesco superorganismo que no cesa de autorregularse para mantener su equilibrio, como afirma la teoría Gaia.

"No tengo ninguna relación con las redes. Soy una persona analógica, y no me considero antiguo por ello"

P. ¿A qué autor no deberíamos perdernos si queremos entender este siglo XXI?

R. La pregunta es demasiado compleja para poder centrarla en un solo autor. Pero, aun así, si conseguimos centrar un tema, y seguimos tomando a la naturaleza como ejemplo, creo que James Lovelock tiene muchas cosas sustanciales que decirnos de las que tenemos que tomar consciencia en el mundo de hoy.

P. ¿No ha sentido jamás la tentación de resucitar El Paseante?

R. No. Lo suyo es que descanse en paz. Además, yo ahora estoy mucho menos interesado en la actualidad. Lo que más me interesa ahora es acercarme al sentido de las cosas, no a su fascinante fugacidad.

P. ¿Y de hacer algo relacionado con el arte, con la complicidad de sus hijos?

R. Tanto mis hijos como yo, somos personas muy independientes, con trayectorias propias. Y tanto mi hija, como artista, como mi hijo con su galería, siguen con notable dedicación su propio camino. Por mi parte, mis vías artísticas están centradas en continuar trabajando con Inka en nuestro jardín de ‘Mas Pou’, en Vilaür, que es mi Bomarzo particular, y que, junto a la casa, también transmoderna, que hemos tenido que construir para nosotros en Salamanca, es el legado que transfiero a mis hijos y nietos.

Jacobo Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, Jacobo Siruela (Madrid, 1954), tercer hijo de la Duquesa de Alba, comenzó su actividad como editor en 1980 con la publicación de un libro de bibliofilia de un autor anónimo francés del siglo XIII, La muerte del rey Arturo, premiado por el Ministerio de Cultura como libro mejor editado. En 1982 fundó Ediciones Siruela. Tras venderla, en 2005 creó Atalanta con Inka Martí. Es autor de Libros, secretos (Atalanta, 2015) y coeditor, con Jaime Rosal, de El lector decadente (Atalanta, 2017).