En un momento en que el enfrentamiento entre izquierdas y derechas adquiere en España una intensidad extrema, todo cuanto contribuya a una reflexión serena y documentada de lo que unas y otras representan debe ser bienvenido. Por ello hay que saludar la iniciativa de la editorial Catarata de publicar de manera simultánea sendas historias de las derechas y las izquierdas en España, escritas por dos catedráticos de Historia Contemporánea, Antonio Rivera y Sisinio Pérez Garzón.
Una historia de este tipo puede abordarse desde una perspectiva analítica y conceptual o desde otra descriptiva y cronológica. Antonio Rivera ha optado, como Pérez Garzón, por el segundo enfoque y ofrece una detallada y precisa presentación de la historia política de las derechas desde fines del siglo XVIII hasta nuestros días, una mina de información a la que es difícil hacer justicia en un breve comentario.
Con anterioridad a la crítica ilustrada y a la subsiguiente revolución liberal, las jerarquías y valores de la sociedad tradicional no estaban en cuestión y por lo tanto no era necesaria una derecha que las defendiera. La derecha y la izquierda nacieron en España con las Cortes de Cádiz y la primera se caracterizó inicialmente por un rechazo rotundo de todas las innovaciones liberales. Con el tiempo surgiría sin embargo un conservadurismo liberal, favorable a un cambio moderado y gradual que no pusiera en cuestión la estabilidad.
La gran figura de esta corriente fue sin duda Antonio Cánovas del Castillo, acerca de cuya obra política ofrece Rivera un fino análisis, no exento de crítica. El propósito de Cánovas era poner fin a los dos males que durante décadas había sufrido España: la intervención de los militares en la política y las repetidas insurrecciones populares, lo cual requería según él un consenso básico entre un partido más conservador y otro más liberal que se alternaran pacíficamente en el gobierno, actuando el rey como árbitro. La Corona, las Cortes y el apoyo moral de la Iglesia católica, respetando eso sí la libertad de conciencia, eran las bases del sistema político que Cánovas quiso para España.
En la práctica, el sistema se basó en el falseamiento electoral y en sus últimos años funcionó cada vez peor, a medida que aumentaban las tensiones, pero aseguró a España décadas de estabilidad y, en gran medida, de libertad. El golpe de Estado de Primo de Rivera puso fin a esa experiencia en 1923 y, en consonancia con lo que ocurría en buena parte de Europa, condujo a las derechas españolas a abrazar mayoritariamente el autoritarismo durante medio siglo.
De la obra política de Antonio Cánovas del Castillo ofrece Rivera un fino análisis, no exento de crítica
Es cierto que en los años de la República hubo un intento por parte de José María Gil Robles y buena parte de la derecha católica de aceptar pragmáticamente el sistema democrático pero una deriva extremista, a la que las izquierdas contribuyeron mucho, hizo fracasar el experimento. Las derechas se sometieron al liderazgo de Franco, lo cual ha llevado al imaginario popular a identificar toda la historia del conservadurismo español con el franquismo, una simplificación que Rivera rechaza con buenos argumentos.
¿Quién ha sido el Cánovas de la democracia actual? Rivera no se pronuncia, pero de su inteligente análisis cabe deducir que hubo dos: Adolfo Suárez pilotó la transición a la democracia, pero fue José María Aznar quien lideró la consolidación de un moderno partido conservador, basado en el liberalismo económico y en un enfrentamiento sin complejos con la izquierda. La tozuda realidad limitó sin embargo la anunciada reducción del gasto público, que con Aznar sólo descendió del 42,8 % al 38,4 % del PIB. Rivera ofrece también un documentado análisis de Vox, heredero modernizado, según él, de la derecha tradicionalista.