Hace unos años, un historiador español se preguntaba si era “necesaria hoy una nueva biografía de Cambó”, para responder que no conocemos “muchas de las facetas de su vida e incluso la visión global de su itinerario político está por rectificar, ya que sobre él predominan demasiados tópicos y simplificaciones”, y ello sin contar los “episodios de su vida política ocultados tanto por los biógrafos como por el propio Cambó” (Cahiers de civilisation espagnole contemporaine, 8/2011).
El historiador que hacía ese planteamiento era Borja de Riquer (Barcelona, 1945), un investigador de tan larga y rica trayectoria intelectual que constituiría casi una ofensa reducirlo a la condición de estudioso de Cambó, aunque al prócer de la Lliga ha consagrado una parte importante de su obra. Ahora, tras varios libros dedicados a diversas etapas y facetas del político catalanista, llega por fin el esperado Cambó total, cubriendo su trayectoria vital y sus poliédricas iniciativas hasta el punto de que conjeturo que su subtítulo de “último retrato” aspira a convertirse en retrato definitivo.
Ante una biografía tan ambiciosa conviene coger el toro por los cuernos planteando las dos grandes cuestiones que interesan tanto al especialista como al simple interesado: primero, qué aporta Riquer, qué hay de nuevo en esta semblanza de Cambó y si ello se traduce en una distinta consideración del personaje; segundo, consecuencia de lo anterior, ¿cómo es el Cambó que sale de la pluma de Riquer? O, dicho sin ambages, ¿estamos ante un retrato favorecedor o ante un severo ajuste de cuentas?
Para contestar esas preguntas es inevitable partir de las biografías más conocidas, que proporcionaban una estampa francamente positiva del líder gerundense: la de Josep Pla, en grado superlativo, pues fue petición del propio Cambó y desembocó en hagiografía; la otra, mucho más rigurosa, la muy celebrada de Jesús Pabón que, aparte de ser obra excepcional, era otro encargo (en este caso de la familia), y, trascendiendo la pura biografía, era ante todo un retrato de época.
Un tópico muy extendido, que recoge Riquer, sostiene que hubo un momento de la vida pública española, al comienzo de la década de los 30, en que todos querían ser Francesc Cambó. Sin ser del todo falsa, no hay frase que se preste a más equívocos. Pues si bien el prócer catalán gozaba de una posición privilegiada en múltiples sentidos —no solo como dirigente, sino como empresario y mecenas— , su figura era detestada a derecha e izquierda del espectro político y hasta era repudiada en amplios sectores catalanes.
Francesc Cambó fue profundamente conservador pero no centralista ni españolista, sino defensor de la autonomía catalana
Para entender las reacciones que despertaba Cambó –y que se trasladaban a toda valoración de conjunto de su persona y su actividad– debe tenerse en cuenta la doble contradicción que constituyó su destino y que operó como una maldición: por un lado, ser profundamente conservador pero no centralista ni españolista, sino defensor de la autonomía catalana; por otro, aspirar a factótum de la política española y adalid del movimiento catalanista, todo a la vez.
Según el conocido dictamen de Alcalá Zamora. el problema de Cambó era que quería ser al mismo tiempo el Bolívar de Cataluña y el Bismark de España. Un aserto, dicho sea de paso, más verdadero en esta última parte, porque Cambó nunca hubiera liderado un movimiento revolucionario, ni en Cataluña ni en parte alguna.
Algo parecido le dijo Prat de la Riba: debía decidir entre asentarse en Madrid, si quería dirigir la política nacional, o permanecer en Barcelona, si no renunciaba a gobernar la autonomía catalana. Cambó no se decidió o quiso ambas cosas, algo imposible en aquel contexto. En consecuencia, nunca estuvo en el sitio adecuado en los momentos decisivos: llegaba siempre muy pronto o muy tarde a las citas con la historia. Las grandes crisis le cogieron fuera de juego, tomando esta alusión en sentido literal.
Riquer escribe que “Cambó, como casi siempre que sucedía algo importante en España” –la Semana Trágica (1909), Annual (1921) o el golpe de Primo de Rivera (1923)–, estaba fuera del país… normalmente navegando en su yate Catalònia por lugares paradisíacos.
El Cambó de Borja de Riquer es quizá el más ajustado acercamiento crítico que se ha hecho al personaje
Y es que no puede entenderse la figura de Cambó sin vislumbrar, tras su dimensión de hombre político, las otras facetas de su carácter y su obra: empresario de éxito que amasa una fortuna por procedimientos turbios y se mueve con soltura en la esfera internacional, intelectual, promotor cultural, escritor, amante de las artes y la buena vida…
De Riquer divide la biografía en dos grandes secciones que, al complementarse, proporcionan un Cambó completo: la primera parte, más extensa (siete capítulos que siguen un estricto orden cronológico), está dedicada a “el político”. La segunda, más breve, pero aun así bastante amplia, se ocupa de “las otras pasiones”.
Riquer ha manejado una documentación impresionante –él mismo cifra en miles las cartas escritas por Cambó o dirigidas a él– y en buena parte inédita, que se refleja parcialmente en un apartado de notas que supera las cien páginas. La bibliografía, empero, se ha reducido –suponemos que para no aumentar el grosor del volumen– a una decepcionante muestra que ni siquiera relaciona las menciones expresas de autores y obras que pueden encontrarse en el propio texto.
Riquer se ha servido fundamentalmente de la correspondencia privada para corregir la imagen canónica de Cambó en un sentido que no beneficia al magnate catalán pues encontramos a un político más dubitativo, contradictorio y zigzagueante y un hombre más frío, atrabiliario y despótico de lo que él pretendía representar.
[Ortega y el nacionalismo catalán]
¿Estamos, pues, ante un Cambó radicalmente distinto? Tampoco conviene exagerar. Además, presumo que no ha sido esa la intención de su biógrafo, que se ha propuesto combatir simplificaciones, añadir matices y corregir versiones interesadas. El Cambó de Riquer es probablemente el más ajustado acercamiento crítico que se ha hecho a un personaje con tantas y contrapuestas facetas que es un reto amalgamarlas todas en un cuadro global.
Riquer presenta un Cambó privado deslumbrante pero también altanero y manipulador; del mismo modo, se descubre ante el político excepcional que trata de modernizar España y liderar la autonomía catalana, pero se distancia de su táctica, su estrategia y, sobre todo, del último y patético Cambó que apoya a Franco y se autoexilia en Argentina. El epílogo –“mucho más que un gran político”– apunta, pese a todo lo dicho, a un balance positivo, en el seno de una estimación discutible sobre las diversas iniciativas de inserción catalana en un “proyecto común”. En definitiva, Riquer ha escrito el estudio más completo de un personaje irrepetible.