El nacimiento del poeta Adonis (Qasabín, Siria, 1 de enero de 1930) clausuró la tercera década del siglo XX. Casi 93 años después, sigue avanzando con paso firme por la segunda del XXI. Detrás de su rostro afable y la cordialidad en el trato, conserva unos principios imperturbables. Eterno candidato al Nobel de Literatura y represaliado por su posición crítica hacia el régimen sirio, pertenece a la última generación que vivió conscientemente los grandes acontecimientos del pasado siglo. Su trayectoria en la literatura y la dimensión de su perfil humano lo han hecho merecedor de numerosos galardones. Hoy recibe en Madrid la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes. En el avión que lo trajo a España escribió el último verso antes de esta entrevista.
Su verdadero nombre es Ali Ahmad Said y nació en el seno de una familia alauí. Con 17 años recitó un poema ante el expresidente sirio Shukri al-Kuwatli que le abrió las puertas de la literatura. Adonis estudió filosofía en Damasco, pero en 1955 estuvo preso durante seis meses por ser miembro del Partido Social Nacionalista Sirio. Tras su liberación, se instaló en el Líbano y se sumó a la corriente del panarabismo, que propone la congregación en un estado de todos los pueblos árabes, tanto de Asia como de África, con el objeto de lograr una unidad política.
La Libia de Gadafi se inscribió en este ideario, que aún resiste en Siria. En años posteriores, los de la efervescencia de un panislamismo partidario del Califato (Al Qaeda, Estado Islámico, etc.), Adonis se desmarcó de movimientos políticos. De su relación con el islamismo, se desprenden títulos como Violencia e islam (Ariel, 2016), una serie de entrevistas con la psicoanalista y profesora Houria Abdelouahed. Cuestionado por no reprobar la dictadura de Bashar al-Assad y escéptico con la Primavera Árabe de 2010, su voz sigue siendo una de las más influyentes y polémicas de Oriente Medio.
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“Siempre escribiré mi poesía en árabe”, dijo en una entrevista con El Cultural en 2016, pero reside en Occidente desde 1985. Tras la guerra civil que asoló el Líbano desde la invasión israelí en 1982, hubo de exiliarse en París, ciudad donde vive actualmente. Parte de su obra ha sido publicada en castellano y en ella habría que destacar títulos como Principio del cuerpo, final del mar (Vaso Roto, 2020), Este es mi nombre (Alianza, 2020) o Árbol de Oriente (Visor), antología publicada en 2010, donde se puede leer una amplia panorámica de su producción poética.
Ediciones del Oriente y del Mediterráneo se ha hecho cargo de otros volúmenes del autor, siempre aclamado por la vocación trasgresora de su poesía. Aunque profundamente ligado a la poesía tradicional árabe, es muy admirador de los poetas europeos románticos como Baudelaire, Rimbaud o Verlaine entre los franceses, los alemanes Novalis y Goethe (recibió el premio que lleva su nombre en 2011) o el austriaco Rilke. Entre los más contemporáneos, el alemán Gottfried Benn fue quien más influyó en la tentativa rupturista de su obra a partir de los años 50, que intensifica la presencia de la belleza y la figura de la mujer, aunque el marco conceptual está dominado por la idea de la herida.
Pregunta. ¿Se siente contento de volver a España?
Respuesta. Normalmente el poeta tiene más de un país natal: dos, tres o cuatro... Yo considero a España uno de mis países natales.
P. ¿Este reconocimiento le llega en un momento creativo?
R. Mi oficio es escribir. Lo hago con reconocimiento o sin él, siempre estoy escribiendo. Estos premios me motivan y me hacen pensar que hay solidaridad con la escritura.
P. ¿Recuerda cuándo fue la última vez que escribió un verso?
R. En el avión, cuando estaba viniendo a España... (risas)
P. Ahora que su poesía puede analizarse con la perspectiva necesaria, ¿se considera un renovador, como tantas veces se ha dicho de usted?
R. La renovación consiste en poder cambiar todo. Si no cambias la realidad de tu alrededor, práticamente no haces nada. Si no lo he podido hacer escribiendo, imagino cómo cambiar el mundo. Mi obsesión es el cambio constante y la poesía es un horizonte abierto.
Reconozco que siempre he sido muy problemático: o me odian o me adoran
P. ¿Cree que su poesía tiene calado social en el mundo árabe?
R. Creo que sí hay un interés. Para un poeta es difícil medir esto, pero hay muchos libros y estudios dedicados a mi poesía. Esto es positivo, claro, pero sí reconozco que siempre he sido muy problemático, como el filo de una espada: o me odian o me adoran.
P. ¿Sigue la poesía actual?
R. Es imposible leer todo lo que se escribe hoy en día, pero puedo asegurar que leo todo lo que se publica en el idioma francófono y en el mundo árabe. Respecto a lo demás, lo que me llega a través de la traducción. Sobre todo, me interesan los poetas árabes y la posibilidad de debatir con ellos.
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P. ¿Le interesa la poesía española? Más allá de su conocida afición Lorca, ¿le gustan otros poetas?
R. Gracias a mi nieto, traductor, puedo establecer vínculos con la poesía española. Por supuesto, he leído a la Generación del 27 y tengo contacto con Clara Janés, a la que he llegado gracias a la traducción francesa de su obra. Sin embargo, es difícil poder valorar la poesía si no puedes leerla en su lengua original
P. ¿Conocía a Javier Marías, el escritor español fallecido hace solo unos días?
R. Por supuesto, ha sido una tristísima noticia.
P. Cuando a Marías le mencionaban la posibilidad de ganar el Nobel de Literatura, siempre sorteaba la preguntaba. Tengo entendido que usted también...
P. Claro (risas), porque no es una cuestión nuestra, sino del comité (la Academia Sueca) que lo decide.
"Hay una conspiración mundial contra Siria"
P. ¿De qué problemáticas debe ocuparse la poesía actual? ¿Cree en el género como una oportunidad para hacer una reivindicación política?
R. La poesía no acepta descripción. No se puede hablar de poesía política, porque cuando se viste de ideología pierde su sentido. La política puede convertirse en poesía, pero la poesía no puede convertirse en política.
P. ¿A qué se refiere exactamente?
R. Cuando la política apela por los derechos humanos, por la civilización, por la democracia... Eso es poesía.
P. En cuanto a Siria, hace unos años mostraba su decepción en El Cultural por no haber visto “ningún manifiesto por parte de los intelectuales europeos” durante la guerra. ¿Ha cambiado su opinión respecto a este asunto?
R. No. Hasta el día de hoy, desgraciadamente no hay ninguna respuesta desde Occidente. Después de diez años del desastre, ha quedado demostrado que lo que está pasando en Siria es algo preparado. Muchos intelectuales se están dando cuenta ahora. Es algo excepcional en la historia: han querido derrocar al régimen sirio y, sin embargo, han destruido al país y Al-Assad todavía sigue ahí.
P. La guerra antes ocupaba un espacio de actualidad de primera orden. Hoy, que el conflicto aún no está resuelto, ¿cree que se le da toda la cobertura que merece?
R. Claro que no. Esto es una prueba más de que hay una conspiración mundial contra este país.
P. ¿A qué cree que se debe?
R. Es una cuestión geopolítica que casi todos conocen: petróleo, acuerdos, Israel, Palestina, alianzas entre países... La zona de Oriente Medio es el centro del conflicto entre las principales fuerzas del planeta. Todas las guerras se libran allí porque es una dimensión estratégica.
Europa, la cuna de la civilización y de las libertades, se está traicionando a sí misma
P. A Ucrania, sin embargo, se le presta mucha mayor atención. Si el ataque a Siria se justificó para tumbar la dictadura de Al-Assad, ¿cuáles diría que son las causas de la invasión rusa a Ucrania?
R. Estados Unidos es la fuerza que mueve el mundo y también es el régimen que provocó la invasión ucraniana.
P. ¿Qué quiere decir? ¿Desea matizarlo?
R. Estados Unidos se fundó de manera violenta, utilizó la primera guerra nuclear, devastó Vietnam... Está en el origen de toda la violencia. Yo estoy en contra de Estados Unidos esté donde esté.
P. Usted que siempre ha abogado por la necesidad de una separación entre la religión y el estado en los países árabes, ¿sigue teniendo esperanzas en el progreso de la sociedad?
R. Los europeos pudieron superar aquella Edad Media en que la Iglesia imponía su ley a través de la Inquisición. Tenemos que tomar ejemplo. A pesar de los obstáculos, aspiramos a establecer esta separación. Pero lo paradójico y lo triste de esta lucha es que los europeos, políticos e intelectuales, están en contra de nuestra lucha. Europa, la cuna de la civilización y de las libertades, se está traicionando a sí misma. Por tanto, está en contra de ese progreso.
P. ¿Cree que la poesía puede contribuir a alcanzarlo?
R. Sería un error presionar a la poesía con esa misión. Primero tenemos que llegar a un acuerdo sobre el concepto de cambio. ¿Quién lleva a cabo el cambio? Las instituciones. Un poema no puede cambiar una universidad. La poesía debe establecer relaciones entre la palabra y el objeto para dar una nueva imagen al mundo y un nuevo sentido a la vida.