Ali Ahmad Said Esber (Adonis). Foto: Mariusz Kubik
Dice que hay una "violencia intrínseca" al Islam. Que la religión ha sumido a su pueblo en el "analfabetismo", la "misoginia" y el "oscurantismo". Y que una civilización así está "irrevocablemente llamada a la extinción". Adonis, el gran poeta sirio-libanés, y eterno candidato al Premio Nobel, recibe en su casa de París a El Cultural para hablar de Violencia e islam (Ariel), su último ensayo sobre la desoladora situación del mundo árabe. Clama contra los suyos, pero también contra Occidente, cuya política, dice, "está guiada solo por sus intereses económicos".
En su casa hay un atractivo desorden intelectual: libros rebosando las estanterías, encima del sofá, sobre la mesa y en columnas distribuidas por el suelo. En las paredes hay cuadros abstractos y grabados en blanco y negro. "La mayoría de las obras son de artistas sirios que conozco bien", comenta Adonis. El poeta publica en España Violencia e Islam (Ariel), una serie de entrevistas con la psicoanalista y profesora Houria Abdelouahed. De estas conversaciones emerge un ensayo político en el que el sirio, eterno candidato al Premio Nobel, arremete contra los regímenes totalitarios, la "violencia del islam político", el analfabetismo, la misoginia y el oscurantismo que la religión ha inculcado en la sociedad árabe".
Pregunta.- Es inevitable comenzar hablando de la Primavera Árabe, a la que dedica un primer capítulo de título revelador: "Una primavera sin golondrinas". ¿Qué fue lo que falló?
Respuesta.- Una revolución en una sociedad árabe, fundada esencialmente en tradiciones religiosas, debe tener un proyecto, y esta no lo tenía. Sin separación entre religión y estado político, cultural y social, no es posible el éxito. Tampoco sin contemplar la liberación de la mujer de la ley religiosa, de la sharia, y sin fundar la sociedad de los individuos, de los derechos humanos. Además, una revolución debe ser independiente de la influencia exterior. Una revolución debe ser más libre, más tolerante, más humana que el régimen al que se enfrenta, ya que su función es rebelarse contra él. Por eso, lo que hemos llamado revolución no ha existido en ningún momento. Simplemente se ha sustituido el régimen establecido por otro régimen establecido.
P.- ¿Y usted cree que la sociedad árabe sería capaz de reelaborarse, de reinventarse?
R.- Por supuesto. Si Occidente pudo hacerlo, por ejemplo en Francia, ¿por qué los árabes no iban a poder? Si separamos la religión del estado, todo es posible. Lo esencial es el hombre, no la religión, ni las tradiciones, ni el pasado. Ser hombre es crear el futuro de la humanidad y no recrear el pasado, que es lo que hacen los árabes hoy. No tiene sentido.
P.- ¿Aprueba el proceso de democratización impulsado por Occidente y en particular por Estados Unidos?
R.- Que yo sepa, ese proceso no es generalizado. ¿Dónde está el proyecto de democratización para Arabia Saudí, por ejemplo? ¿Para Catar? Lo primero que hay que hacer es democratizar Arabia Saudí; y entonces se podrán fundar democracias en Siria, en Libia, y en los demás países. Occidente no tiene intención de democratizar los países árabes, es pura propaganda. Occidente se interesa exclusivamente por sus intereses, por el dinero y las materias primas, por el petróleo y el gas.
P.- Hay quien defiende que las soluciones han de venir de dentro del Islam. ¿Existe algún movimiento, intelectual o político, que ya esté en ello?Hay movimientos que abogan por la apertura del Islam desde dentro, pero han sido marginados"
R.- Sí, pero han sido marginados. Pienso en el escritor Haytham Manna. Él y su grupo son opositores sirios desde el interior. Los occidentales los han reconocido al final y estarán representados en Ginebra durante la Cumbre sobre la Paz. Siempre han trabajado en esa dirección, pero durante décadas fueron marginados. Porque son personas laicas, porque están en contra de la violencia, porque están a favor de la libertad de la mujer.
P.- ¿En consiste para usted la laicidad?
R.- Para mí no es un término que forzosamente excluya la religión. Un gobierno laico debe respetar el derecho del hombre a una religión, a regir su relación con el más allá, con lo desconocido y el amor, como desee. Es un derecho que yo respeto profundamente. Pero estoy en contra de una religión institucionalizada e impuesta por el estado a la sociedad. Yo mismo rezo a menudo. La religión es un tema personal, como el amor, una apertura interior al más allá y que sólo ha de comprometer a la persona.
El corán, a la luz de hoy
P.- En su opinión, urge una reinterpretación de los textos sagrados del Islam. ¿Cómo sería esa nueva lectura del Corán?R.- Vendría dada por la separación entre estado y religión. El Corán ha de verse en la historia y no como un texto absoluto. Si se relee el texto coránico a la luz de nuestra época, a la luz del progreso humano, se podría hacer una lectura que se adapte a la modernidad. Es lo que ha hecho el Cristianismo, el Judaísmo, ¿por qué no puede hacerlo el Islam? Todos los textos sagrados, incluso los literarios, necesitan muchas lecturas. Fíjese en el Quijote, por ejemplo, que ha tenido infinidad de lecturas distintas. El texto en sí es una abstracción, no existe sino como lectura. El problema es que el Corán, hoy, solo es leído por los wahhabistas y la lectura wahhabista, es decir, la de Arabia Saudí, depende esencialmente del poder y del dinero. Arabia Saudí financia mezquitas aquí en Francia, cosa que en Alemania no se permite.
P.- ¿Puede dar una explicación a por qué tantas mujeres deciden dejar su vida confortable en Occidente e irse a hacer la yihad?
R.- Cuando una persona, mujer u hombre, se siente perdida, sin trabajo, sin amor, sin felicidad, cuando siente que el mundo está vacío, es cuando se siente tentada por el Estado Islámico. Hay elementos, condiciones, que incitan a esas personas a partir. El problema del fanatismo está también en los estratos sociales, económicos y culturales. Y es ahí donde se puede intentar soluciones, donde hay margen de actuación.
Hace unos meses, supimos de la trágica historia de Ruqia Hassan, una joven de treinta años natural de Raqqa, ciudad siria bajo dominio del Estado Islámico. Ruqia estuvo durante meses colgando en Facebook, con seudónimo, cómo era el día a día de una población sometida al gobierno despiadado del ISIS: violaciones, detenciones arbitrarias, ejecución públicas. Hasta que la descubrieron, la arrestaron y la ejecutaron a ella también. Adonis dice que este tipo de ejemplos le hacen pensar en una civilización "irrevocablemente llamada a la extinción".
P.- ¿Cómo es posible que se permita desde Occidente una violencia así? ¿Cómo puede ser que historias como esta apenas aparezcan en los medios?Occidente está muy presente en el mundo árabe. Hay que entender uno para entender al otro"
R.- Lo llamativo es que, del otro lado, Occidente está muy presente en el mundo árabe. Forma parte integrante del imaginario árabe, de forma positiva o negativa. Y hay que entender la política occidental, incluso la política de Israel, para entender el mundo árabe. Esta relación esconde la verdadera raíz del problema. ¿Cómo es posible que Occidente destroce un estado entero como Yemen para acabar con un puñado de disidentes? ¿Hace falta bombardear por completo Siria para aniquilar el régimen de Bashar al-Assad? ¿Hace falta bombardear por completo Libia para derrocar a un dictador que además pusieron ellos mismos?
El fin de una civilización
P.- ¿Nos ayudaría a los occidentales la lectura de los orientalistas a acercarnos a la verdad?R.- Es que, desgraciadamente, la actual visión occidental del Corán también esta ligada a una serie de intereses. Hubo en el pasado grandes orientalistas como Louis Massignon, Henri Corbin, o Jacques Berque, por ejemplo, que hicieron un gran trabajo de acercamiento, pero no hay nadie entre la nueva generación que esté trabajando en una interpretación del Corán, de los textos árabes. Actualmente, lo que llamamos orientalismo está ligado a a la política. Y en general es poco objetivo.
P.- ¿Piensa que la idea de libertad es hoy en día exclusivamente occidental?
R.- Es que hay una inmensa diferencia. En el ámbito del Islam, no son posibles las preguntas sobre qué es lo esencial en la religión, tampoco sobre qué es la libertad sexual o de pensamiento. Cristo, en cambio, se ha podido tomar aquí como un símbolo de libertad, pero nosotros ni siquiera podemos hacer una sola pregunta sobre la historia de nuestro profeta. Como ve, las diferencias son muy importantes.
P.- Cuando se refiere a la "desaparición de la civilización árabe", ¿qué quiere decir?
R.- Hablo de una desaparición por falta de presencia intelectual y creativa. Los árabes son muy numerosos. Están presentes físicamente en la actualidad, tienen dinero, son visibles, ocupan un espacio estratégico. Pero no es eso lo que hace la historia. Ni mucho menos lo que hace avanzar al hombre. Su participación ahora en la creación o la construcción de un mundo mejor es nula, en eso los árabes no existen para mí. Existir es crear. Y no se puede decir eso de los árabes, por eso digo que su civilización está llegando al fin, aunque ellos sigan siendo muchos. Lo esencial para cualquier civilización es participar con las demás, solo de esa manera, juntos, se puede contribuir a crear un mundo mejor.
R.- Así lo creo. Repito siempre las palabras de Hölderlin: "Poéticamente habita el hombre". Sí, para mí la poesía da, crea y recrea el mundo, dando una nueva imagen de él, creando nuevas relaciones entre el hombre y las cosas. Mientras el amor exista, existirá la poesía.
P.- Su poesía abre puertas en el mundo árabe... ¿tiene usted discípulos que van en su misma dirección?
R.- Eso me parece, que hay un movimiento, sí, explosiones interiores, chispas, nuevas formas de ver el mundo.
P.- Usted es un ejemplo de bilingüismo, pero no escribe poemas en francés. ¿Por qué?
R.- Sí, siempre he escrito mi poesía en árabe y siempre la escribiré en árabe. Para mí, solo se tiene una madre y no dos. A pesar de tener, quizá, muchos padres (se ríe); el lenguaje de la creación para mí es la lengua madre, la lengua materna. El lenguaje de la piel, de las arterias, de la respiración, esa es mi lengua. De vez en cuando escribo algún artículo en francés, algún ensayo sobre poesía, pero lo que me sale de dentro siempre lo digo en árabe.
P.- Ha vivido una parte importante de su vida en Beirut, una de las pocas ciudades que, en medio del caos, consigue mantener hoy cierta paz. ¿Qué le evoca ese lugar?
R.- Beirut es una ciudad aparte, una ciudad única, extraordinaria. Hay ciudades acabadas, aunque tengan todavía habitantes, en las que ya no habrá nada más. Como El Cairo, por ejemplo, o Alepo y Damasco. Beirut, por el contrario, es una ciudad-proyecto, de apertura. Hay que crearla, recrearla siempre como un poema. Es una ciudad infinita y eso me gusta mucho.
@JacintaCremades