¿Cómo afectará a las relaciones afectivas la revolución que se avecina con el imparable progreso de la Inteligencia Artificial? ¿Cómo serán el amor, la medicina o la enseñanza cuando formas de vida no biológicas asuman las tareas hoy reservadas a los seres humanos? ¿Cómo afectará a la ética o al concepto de persona? ¿Desarrollarán las máquinas la capacidad de pensar por sí mismas y qué consecuencias provocará eso? ¿Nos dirigimos a un escenario semejante al de Terminator?
La novelista y ensayista británica Jeanette Winterson (1959) ha reunido en forma de libro los artículos que ya había publicado sobre estas cuestiones, escogiendo como título 12 Bytes. Cómo vivir y amar en el futuro. No se trata de textos académicos, sino de piezas frescas, amenas y deliberadamente polémicas sobre la historia de la computación y de uno de sus vástagos más fascinantes: la Inteligencia Artificial.
[Jeanette Winterson: "Creo que conviviremos con 'terminators', pero espero que no nos destruyan"]
Winterson escoge una perspectiva feminista para denunciar cómo se ha minimizado el papel de las mujeres en esta aventura y los riesgos que implica sustituir a las personas por máquinas capaces de interaccionar con los humanos.
En los capítulos dedicados a los cambios que ya están acarreando las nuevas tecnologías en las relaciones sexuales, alerta sobre las muñecas eróticas, cada día más realistas. Su creciente comercialización solo está afianzando los estereotipos machistas y banalizando la actividad sexual, reducida a un simple desahogo mecánico que no pocas veces incluye fantasías de dominación y violencia.
Nos preguntamos qué sucedería si un robot educara a los niños, sin advertir que ya está pasando. ¿Acaso los más jóvenes no dedican cada vez más horas a los ordenadores? ¿Puede una máquina desarrollar una escucha empática o exaltar valores como la tolerancia y la compasión?
Si la tecnología se pone al servicio del capitalismo más desalmado, puede transformarse en una terrorífica arma de opresión y deshumanización
Winterson no está en contra de los ordenadores y la IA. De hecho, celebra que en un futuro la ciencia pueda mejorar nuestra biología mediante implantes. El transhumanismo no le parece algo indeseable, sino una excelente oportunidad para optimizar nuestras condiciones de vida.
“No entiendo el ‘no me gusta’ referido a la biotecnología. La evolución nos ha traído hasta aquí; ya estamos preparados para tomar las riendas”. Cabe preguntarse qué sucederá si la IA desarrolla autoconciencia. ¿Nos declarará la guerra? ¿Intentará exterminarnos? Winterson no lo ve probable.
Le preocupa más la invasión de nuestra intimidad perpetrada por las redes sociales. Sus herramientas, que les permiten almacenar toda clase de información sobre nosotros, han consumado parcialmente la profecía orwelliana sobre la vigilancia ejercida por estados totalitarios.
Ya estamos en 1984, pero no nos vigila el poder político, sino una constelación de corporaciones empresariales, con una identidad difusa y una ideología mercantilista. ¿Cómo contrarrestar ese fenómeno? Winterson aboga por volver a la vida interior, un espacio sagrado donde podemos conectar con nuestros semejantes y con la naturaleza. “Nuestro problema es el amor”. Las guerras, los nacionalismos, el deterioro ambiental, solo podrán corregirse con amor, que está en nuestro interior, sede de “la creatividad, la imaginación y la compasión”.
12 bytes encierra un mensaje humanista perfectamente compatible con el transhumanismo. Nos muestra que –con amor– la tecnología puede mejorar nuestras vidas. En cambio, si la tecnología se pone al servicio del capitalismo más desalmado, puede transformarse en una terrorífica arma de opresión y deshumanización.
El ser humano ha evolucionado menos de lo que aparenta. Bajo su aspecto civilizado, aún laten la violencia, la territorialidad y el gregarismo de la horda primitiva. Si no logramos aplacar esas inclinaciones, la historia de nuestra especie podría representar un parpadeo en el devenir de nuestro planeta, un ensayo malogrado.