Isabel Bono, en la trastienda de la realidad
La escritora publica 'Los secundarios', una serie fragmentada de historias mínimas sobre las relaciones familiares o la huida perpetrada a través del suicidio
8 mayo, 2022 03:12Noticias relacionadas
Si alguien pregunta de qué trata Los secundarios, el nuevo libro de Isabel Bono (Málaga, 1964), diremos que de una serie fragmentada de historias mínimas encarnadas en voces tomadas por nombres propios: Rubén, Carmen, Julieta, Amalia, Diana, Micaela y Mateo. Historias que empezaron en algún momento y ahí siguen, y si merecen cierto protagonismo se lo deben al interés que otras voces ponen en cada una de ellas al hablar de sí mismas.
Este es el caso de los dos hermanos, Rubén y Mateo, y del “padre” y la “madre” de ambos. Y si una razón empuja a asistir a las escenas que se van desplegando ante nosotros, es la mirada poética de la autora, volcada en sugerir heridas y daños, en componer la secuencia sin llamar la atención sobre el artificio constructivo o el desarrollo narrativo.
El interés está en la palabra que hurga en la trastienda de cada uno de estos secundarios, tan protagonistas de realidades tan humanas, tan reales.
Si alguien desea saber más, empecemos por confesar que a Mateo lo conocimos en el título que precede a esta novela, Diario del asco (2020), escribiendo por recomendación de su psiquiatra. Escribir le ayudaba a ordenar su vida, a construir su relato. Y en ese relato se dibujaron el padre, la madre, el hermano, todos ellos secundarios entonces, aunque con necesidad de ser protagonistas de sus vidas y de entender su significado en la vida de los otros.
La idea de cambiar el punto de vista para poner voz a Rubén y dejarle contar, sirve de aliciente para quienes le conocimos en el segundo plano, y convierte el proyecto narrativo de la autora en un díptico cargado de sentido.
Pero no es necesario empezar por el primero, digamos que ninguno pone final a ninguna historia y los dos abren posibilidades a tanto secundario convencido de que sin ellos la vida continuaría, como si nada.
Rubén tiene cincuenta y tres años, vive solo, hace años que no sabe nada de su hermano cuando se encuentra con su excuñada en su mismo edificio de apartamentos. El encuentro motiva el dialogo en retahílas que la autora maneja con destreza, como ráfagas llenas de significado valiente.
Si una razón empuja a asistir a las escenas que se van desplegando ante nosotros, es la mirada poética de la autora
Sin dramatismo, con sensibilidad, pone en escena asuntos tan delicados como las relaciones familiares, el aprendizaje de la soledad, el afán de huir de uno mismo o la huida perpetrada a través del suicidio. Y para sus fines necesita de quienes como Rubén, Amalia, Mateo… no saben encontrar su papel en alguna historia.
Si deciden ir más allá, sigan la dirección que marca la mirada de la autora. No daremos más argumento que su libro como ejemplo del poder reparador de las palabras, ni mejor evidencia que su pasión y buen ejercicio de la creación literaria.