Orhan Pamuk (Estambul, 1952) es “un escritor feliz”. Lo manifestaba abiertamente en la rueda de prensa celebrada con motivo de su nueva novela, Las noches de la peste (Literatura Random House). Disfruta con su trabajo, que consiste en “tomar notas constantemente para futuras novelas” y agradece a Dios haberle concedido una imaginación desbordante. “Encontrar un tema nunca es un problema”, asegura el autor, cuya carrera contradice la idea de que la concesión del Nobel paraliza la producción (o al menos la calidad de los textos) del galardonado. El turco se encuentra en una excelente forma.
Desde que la Academia sueca reconociera su trayectoria en 2006, ha publicado dos ensayos y cuatro novelas muy celebradas por la crítica internacional. El autor de Me llamo Rojo y El museo de la inocencia regresa en esta ocasión con una trama que se desarrolla en un contexto de pandemia, aunque la actual (¿la que por fin dejamos atrás?) no ha sido, precisamente, el detonante para escribirla.
El proceso de creación se remonta cinco años atrás, durante los que estudió concienzudamente la literatura sobre brotes históricos como la peste o el cólera. Los años de la peste bebe de referencias como Los novios, de Alessandro Manzoni; La muerte en Venecia, de Thomas Mann y La peste, de Albert Camus, aunque Diario del año de la peste, de Daniel Defoe, “es la obra más importante” para Pamuk.
Defoe escribe este libro “a partir de las notas que toma su tío”, cuenta Pamuk, que subraya como virtud principal el enfoque humano que tiene. La atención que presta a “la psicología de los personajes, más que a la crítica de los gobiernos” es el punto de partida que escoge el turco para su novela, que explora las reacciones del ciudadano común ante una pandemia desde el momento en que asimila esa realidad. “Nadie quiere aceptar que la placentera vida a la que están acostumbrados pueda terminarse de repente”, se dice en un pasaje.
Una isla ficticia del mar Egeo llamada Minguer que pertenece al imperio otomano, “típicamente mediterránea e inspirada en Creta”, según confiesa el propio autor, es el escenario de una acción que transcurre en 1901. Los comienzos del convulso siglo coinciden con un brote de peste bubónica que sorprende a la región, aislada posteriormente debido a las medidas de confinamiento.
"La humanidad siempre sobrevive, pero se inventa nuevos problemas"
En contra de la fórmula habitual, Pamuk se retroalimenta del presente para contar el pasado. Las noches de la peste es una ficción de grandes dimensiones que, sin embargo, tiene connotaciones realistas. La mezcla de verdad e invención resulta en ocasiones difícil de discernir, en consonancia con los discursos narrativos actuales. “El arte de la novela se basa en la habilidad para escribir el relato de nuestras propias vivencias como si fueran las de otros y para escribir el relato de las vivencias de otros como si fueran las nuestras”, se dice en otro momento de la novela.
Una cuarentena desata el conflicto de la trama, que se extiende hasta las diferencias entre Oriente y Occidente, donde crece la gran obra. La cultura europea frente a la tradición oriental que promulgan los musulmanes, que no se fían de los consejos médicos en la novela, es una de las reminiscencias que se corresponden con la actualidad.
Pamuk fue “sorprendido por el virus” cuando estaba ocupado con su novela. “No borré nada”, cuenta, “pero reduje mis descripciones sobre lo que es una cuarentena”. Habría sido mucho más previsible de lo que esperaba cuando comenzó, claro, y “mi mundo de escritura se volvió público”, por lo que “me volví un poco celoso de la realidad”. Finalmente, “el libro no cambió mucho porque la humanidad se estaba comportando de la misma manera que yo estaba describiendo”, concluye.
¿Cómo vivió Pamuk aquel confinamiento? Un escritor de novelas desde hace cuarenta años no acusa situaciones de ese tipo, por cuanto no son del todo nuevas. El estupor se produce al observar la resistencia de la sociedad hacia las medidas sanitarias. “Mi obligación como escritor es entender a todo el mundo, es la capacidad otomana”, explica. Consciente de la imposibilidad para lograrlo siempre, cuenta que en Nieve, una obra que trata el fundamentalismo islámico, "trataba de entender a los terroristas, aunque estaba en contra de ellos". Del mismo modo, "tampoco entiendo a las personas que no se vacunan”, resuelve.
"En la guerra de Ucrania, el horror está tan cerca de nosotros que no podemos evitar sentirnos culpables"
Con todo, Pamuk se muestra optimista con respecto al momento actual. “Todas las pandemias se han superado. Incluso antes morían una de cada tres personas y ahora no ha sido así”, recuerda. “La humanidad siempre sobrevive, pero se inventa nuevos problemas”. Y, precisamente, en cuestiones humanitarias se muestra aún más tajante: “Es una vergüenza que algunos gobiernos hayan dejado morir a las personas mayores”.
Como ya hiciera en Me llamo rojo, el escritor escoge una voz femenina para narrar los acontecimientos. La historiadora Mîna Minguerli, que por momentos se declara autora de ficción, es la encargada de transmitir esta “alegoría del crecimiento de las naciones tras el final del imperio otomano”, según definió el autor su propia obra, aunque a veces la narración se desliza a través de las cartas que la protagonista, Pakize Sultán, envía a su hermana.
Una mirada femenina
“A mis años, quiero ver el mundo a través de una mirada femenina”, sentencia Pamuk, cuyo “ideal” sería “escribir una novela de 600 páginas en primera persona del singular que todo el mundo piense que la ha escrito una mujer”. Admirador de Jean-Jacques Rousseau, transforma una de sus citas con este resultado: “cualquier escritor de Oriente Medio que se pelee con sus críticos femeninos, se equivoca”.
En Las noches de la peste, la independencia de la isla está basada en el hecho real de la revolución de 1908 a cargo de los Jóvenes Turcos reformistas, que restauraron la constitución. Se trata de una clara alusión a los nacionalismos como factor determinante en la política y la sociedad europea. A propósito del imperialismo de Vladímir Putin, “es inmoral matar a los ucranianos porque no quieran que Rusia les controle”. Y añade: “Invadir un país con ese pretexto es horrendo”.
Para Pamuk, “lo más vergonzoso de esta guerra es que todo está abierto. Podemos ver un montón de vídeos en internet: yo mismo lo hago y me siento culpable”, confiesa, pero es que “el horror está tan cerca de nosotros que no podemos evitar sentirnos culpables”.
En la línea de la represión, Pamuk quiso recordar que “el gobierno de Erdogan ha acabado con la libertad de expresión”. La fiscalía de Turquía investiga si se han producido injurias hacia Mustafa Kemal Atatürk en la novela, donde supuestamente el Nobel se burla del padre de la República turca. El escritor se muestra contundente: “No hay ninguna alusión directa, ni una sola página donde se le nombre, así que no creo que vaya a prisión por esto”. Lo que sí lamenta Pamuk es que la gente vote al actual presidente, “a pesar de que encarcele a personas” por criticar su gestión.