La entrada de los talibanes en Kabul, que puso fin a veinte años de intervención internacional en Afganistán, representó el fin de una era. El empleo masivo de fuerzas militares en la guerra global contra el terror que el presidente Bush proclamó tras los atentados del 11-S queda atrás. Como ha declarado el presidente Biden, los Estados Unidos actuarán contra los terroristas que amenacen su seguridad desde países extranjeros que no cooperan mediante ataques puntuales, sin recurrir al despliegue de tropas en el terreno.
Algunos analistas temen que el triunfo talibán estimule atentados yihadistas en otros países, incluida Europa, pero el efecto neto va a ser un descenso de las cifras globales del terrorismo, ya que, habiendo logrado los talibanes el objetivo de restablecer su dominio sobre Afganistán, este país dejará de ser uno de los más afectados por el terrorismo, como venía ocurriendo desde hace 15 años. Con ello se acentuará una tendencia presente desde 2015, la reducción del impacto del terrorismo en el mundo, debido al declive del Dáesh, que en los años centrales de la pasada década fue el gran referente del yihadismo mundial.
Nadie puede saber si estamos ante un respiro pasajero o ante el principio del fin de la gran ola del terrorismo yihadista que tantas víctimas ha causado, en su gran mayoría musulmanas, en las últimas cuatro décadas. Lo cierto es que, a partir de los atentados del 11-S, la amenaza yihadista ha ocupado un lugar destacado entre las preocupaciones de la comunidad intelectual. Por otra parte, el yihadismo no nació con Al Qaeda, sino que es heredero de una corriente de pensamiento y acción presente en el Islam desde sus orígenes y no puede ser comprendido sin tener en cuenta la perspectiva histórica.
Luis de la Corte, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid y reconocido experto en temas de terrorismo y seguridad ofrece una adecuada síntesis del tema en un libro muy ponderado, ajeno tanto a la islamofobia como al blanqueo de una historia en la que la violencia ha estado siempre presente. La yihad, o el yihad si se prefiere utilizar el masculino como en la lengua árabe, no es una consecuencia necesaria y permanente de los principios islámicos, pero forma parte de la tradición musulmana desde sus orígenes. En términos generales, el concepto de yihad significa esfuerzo en seguir la senda marcada por Dios, pero como observa acertadamente el autor, en el Corán tiene siempre una connotación guerrera.
Un presente decisivo
A partir de esos orígenes Luis de la Corte examina el curso de la yihad hasta su reactivación por diversos grupos terroristas durante el último tercio del pasado siglo, período que es el más ampliamente tratado en el libro. No analiza con tanto detalle lo ocurrido desde los atentados del 11-S y la consiguiente respuesta armada de los Estados Unidos que condujo al derrocamiento del primer emirato talibán, culpable de haber alojado las bases de Al Qaeda en su territorio.
Han sido veinte años cruciales, que bien valdría analizar en otro libro, pero cuyas líneas maestras expone muy bien De la Corte en unas pocas páginas. Tras el auge de Al Qaeda que culminó con los atentados del 11-S, la primera década de nuestro siglo se caracterizó por el desarrollo de un movimiento yihadista global, integrado por diversas organizaciones y por pequeños grupos locales para los que Al Qaeda era la gran referencia más que el centro coordinador. La eliminación de Bin Laden en 2011 simbolizó el fin de esa fase, a la que ha seguido otra marcada por el auge y declive del Dáesh, ¿Qué nos deparará el futuro?