Hace exactamente cuarenta años Isabel Allende (Lima, 1942) publicaba su primera novela, La casa de los espíritus, un éxito mundial que significó el germen de una carrera apoteósica. Aquel acontecimiento literario marca la misma distancia temporal entre su nacimiento y la actualidad. Mañana, martes 25 de enero, ve la luz su vigesimoquinto libro, Violeta (Plaza & Janés), la historia de una mujer apasionada cuya vida transcurre entre la gripe española (1920) y la Covid 19 (2020).
A falta de siete meses para cumplir los 80 años, es pertinente recordar que en la mitad exacta de su intervalo vital tuvo lugar el inicio de su trayectoria como narradora. Desde su debut en la ficción, la autora en español más leída del planeta ha dedicado la mitad de su vida a escribir novelas. No parece casual, por tanto, que la protagonista de su nueva historia haya vivido entre dos pandemias durante un periodo de tiempo que abarca exactamente cien años. "En algún momento hay que matar al personaje", dice con la naturalidad que le caracteriza en la rueda de prensa multitudinaria —casi doscientos periodistas acreditados— con motivo del lanzamiento global de Violeta, que tiene lugar mañana.
Más allá de contingencias y simetrías temporales, la nueva novela de la escritora es la historia de todo un siglo, marcado por acontecimientos que van desde las consecuencias de la Gran Guerra hasta las transformaciones políticas y sociales de la actualidad. Desde hace décadas, la escritora está afincada en California, pero jamás se ha desligado de Chile, un país que lleva "pegado a la piel" desde que fuera silenciada como periodista hace cuatro décadas, el detonante que le llevó a escribir su primera novela, que le cambió la vida: "El hecho de no poder ser periodista me hizo ser escritora", recuerda.
Allende permanece conectada a la realidad de América Latina, presente en toda su obra. Violeta es una novela epistolar donde la protagonista, inspirada en la figura de su madre, escribe cartas a su nieto, al que habla sobre el sistema político de Chile. “Es hora de que los viejos carcamales se vayan a su casa a jugar al bingo”, dice la escritora, a propósito del reciente nombramiento de Maya Fernández, una nieta de Salvador Allende, como ministra de Defensa del país.
El motivo del carácter epistolar que adopta la novela se corresponde con las cartas que le enviaba su madre. "Siempre me cuesta encontrar el tono, pero en este caso se trataba de la voz de mi madre", dice Allende, que celebra cómo la novela "casi se ha escrito sola. Solo había que teclear". Violeta, la protagonista, se parece a la madre de Allende, que no duda en que "se habría identificado con el personaje si hubiera leído la novela". Su madre, prosigue, "siempre vivió sometida, primero a su padre y luego a su marido". Sin embargo, el personaje de Violeta comparte con ella muchas virtudes: "irónica, fuerte, atrevida, con visión de futuro... La diferencia es que Violeta tuvo independencia económica" y su madre no. Y “no hay feminismo sin independencia económica”, concluye.
La mujer y el amor
Por otro lado, su amigo Felipe Berrios, a quien va dedicada la novela, es la figura que encarna el nieto de la protagonista. Este personaje es el pretexto ideal para incluir en la historia los grandes acontecimientos que han tenido lugar durante cien años, desde 1920 hasta 2020, porque se erige en el destinatario de todas las cartas que su abuela le escribe. Los cambios radicales en Chile o el impacto de la Covid en la sociedad latinoamericana son algunos de los hechos más recientes que articulan el contexto de la trama, "aunque en todas mis novelas, lo que importan son las relaciones humanas", asegura Allende. "De todas ellas, la más importante es el amor: lo que me ha hecho hacer las más grandes barbaridades y también las cosas más heroicas", dice.
"Las parejas de mis libros antes eran jóvenes y ahora son ancianas", bromea la autora de Eva Luna, y en el caso de Violeta, de la que se consigna toda una vida, hay amores de todas las edades: "el de las muchachas que se casaban para formar una familia, que le aburre," y también el amor "de un tipo seductor, Julián, pero peligroso". Al final de su vida, revela Allende, "tiene un amor reposado, como el mío".
En todo caso, Violeta es una mujer enérgica y pasional, como la autora que ha creado el personaje, con la que comparte otras particularidades. Por ejemplo, trabaja con los pobres y los más necesitados a través de una fundación. En el caso de Allende, se trata de una fundación que ayuda a mujeres. "Estoy encantada con la ola de mujeres jóvenes que hacen cosas extraordinarias", asegura, "y con que en la literatura infantil ya no haya princesas estúpidas", pero es consciente de que "hay que seguir peleando para que nuestra voz suene" porque "nuestro papel es seguir desafiando".
Su optimismo tiene algo de sabor agridulce, pues sabe que no verá materializados todos los cambios sociales que ya se han puesto en marcha. Además, sospecha que la transformación será lenta porque "el ser humano ha evolucionado muy poco como especie a lo largo de la historia. Seguimos con las mismas motivaciones y los mismos instintos primitivos", dice, pero ahora, "más que nunca", piensa en el presente. "Mientras pueda hacerlo, mi vida será sencilla: mi marido y dos perros".