LetrasPaul McCartneyTraducción de Eva Raventós. Cúpula. Barcelona, 2021

912 páginas. 85 €

Cuando empezaron a componer canciones en Liverpool siendo adolescentes, John Lennon y Paul McCartney decidieron que la autoría de todo lo que escribieran correspondería a “Lennon y McCartney”, independientemente de qué o cuánto hubiera aportado cada uno de ellos a la letra o a la música. El eco de Rodgers y Hammerstein, Lener y Loewe y otros famosos equipos de compositores hizo que la gente diera por supuesto que Lennon y McCartney practicaban la tradicional división del trabajo en su profesión, en la que uno de los miembros de la pareja componía la música, y el otro, la letra. En un artículo de 1967, el crítico de The New York Times Dan Sullivan atribuía a McCartney la mayor parte de la música del grupo, que elogiaba por su originalidad, “igualada por la frescura de John Lennon como letrista”. El compositor Ned Rorem, en la misma línea, pensaba que McCartney era el responsable de la música, y como tal, “el miembro más importante de los Beatles.

Con el tiempo, a medida que ese modelo de creación de canciones se fue desvaneciendo en el recuerdo y los cantautores se volvieron omnipresentes en la música pop, la idea de que Lennon y McCartney pudieran ser compositores y letristas en igual medida –así como cantantes e instrumentistas– parecía más fácil de entender. De hecho, una nueva concepción de los creadores pop como singularidades integradas verticalmente redefinió su naturaleza artística, gracias en gran parte a que los Beatles habían cambiado las reglas.

Sin embargo, el intercambio de ideas y opiniones sobre el grupo sigue aún hoy vivo y ha estado impregnado mucho tiempo de la percepción de Lennon como el hombre de las palabras, el beatle más literario y cerebral, y McCartney como el más musical, un artista intuitivo en sintonía con los placeres de los sentidos. Esta línea de pensamiento ha propiciado la depreciación de McCartney a ojos de los críticos de rock más propensos al análisis textual que a la musicología, algo que, claramente, le saca de quicio, como demuestra a lo grande con los dos volúmenes espléndidamente preparados del estuche Letras.

McCartney es un compositor asombrosamente prolífico que lleva escribiendo canciones sin parar desde los 14 años

McCartney, un compositor asombrosamente prolífico, lleva escribiendo o coescribiendo canciones a un ritmo constante con pocas pausas desde 1956, cuando tenía 14 años. “Los admiradores o los lectores, o incluso los críticos que de verdad quieran saber más sobre mi vida, deberían leer mis letras, que quizá revelen más de lo que podría revelar cualquier libro”, dice en el prólogo.



Los libros presentan las letras de 154 de las canciones que el músico ha creado él mismo o con varios colaboradores a lo largo de los años. El título del libro, en su concisión declarativa, proclama el carácter definitivo del texto. No es “Letras escogidas”, ni “Las letras favoritas de Paul”, sino Letras a secas. Y es un título engañoso. El libro ofrece una cuidada selección de 154 de las más de 400 canciones que McCartney escribió o coescribió para 12 álbumes de estudio con los Beatles y 26 con Wings o en solitario, además de para sencillos.



Sería fácil llenar el resto del espacio de esta reseña con títulos de canciones del vasto catálogo de McCartney. No se puede culpar al músico por no incluir pseudopoesía bobalicona como “Oo You”, “Mumbo” o “Bip Bop”. Tampoco se debería criticar el orgullo que siente por las letras seleccionadas para el libro, aunque algunas también se acerquen peligrosamente a la poesía barata (estoy pensando en “My Love” y “Live and Let Die”, espantosamente trivial). Al leer las letras de estas 154 composiciones, uno queda impresionado no solo por la productividad de McCartney, sino también por la fertilidad de su imaginación y la potencia de su estilo desenfadado y sin pretensiones. Las mejores canciones recogidas en el libro (“For No One”, “She’s Leaving Home”, “When Winter Comes”, “On My Way to Work”…) reflejan unos ojos fijos en las pequeñas sutilezas y curiosidades de la vida cotidiana y una mente que brinca libremente, disfrutando como un niño de esa libertad. Letras deja claro que McCartney ha escrito con un gran nivel mucho más allá de sus años en los Beatles, y hasta las letras más flojas tienen personalidad propia, un sentimiento de alegría atolondrada y experimentación irreflexiva.

Las canciones de Letras dejan claro que McCartney ha escrito a un gran nivel mucho más allá de sus años de los Beatles

Como ocurre con la mayoría de las letras del pop, las palabras de las canciones de McCartney son considerablemente más efectivas con la música para la que fueron escritas. Con la adición de la melodía, la armonía, los instrumentos, la voz humana y la electrónica de estudio, una pieza de música grabada puede acabar siendo, por ejemplo, “Come Together”, una canción de Lennon que McCartney transformó en el estudio alterando radicalmente la música. No obstante, a falta de música, los libros completan las palabras con nuevos elementos de acompañamiento: fotos, reproducciones de manuscritos, imágenes de recuerdos y objetos relacionados con las canciones o la época en que fueron compuestas, así como extensos comentarios del exbeatle. Estos materiales no son ni mucho menos auxiliares y, de hecho, constituyen el grueso del contenido del libro (solo 156 de sus 874 páginas se dedican a las letras).



Una y otra vez, McCartney muestra lo a fondo que conoce la historia de la literatura y lo mucho que su producción como compositor de canciones tiene en común con las obras de autores de la categoría de Dickens o Shakespeare. “A John nunca le interesó la literatura como a mí”, proclama nada más empezar su comentario sobre “The End”, antes de pasar a dar una miniconferencia sobre el pareado como forma. “Ha sido la base de la poesía en inglés desde el principio: Chaucer, Pope, Wilfred Owen”. A propósito de “Come and Get It”, McCartney comenta: “Cuando se escribe para un público –como hacían Shakespeare o Dickens, cuyos capítulos por entregas se leían al público– existe la necesidad de ganarse a la gente”. Ahhh… caemos en la cuenta: Paul es realmente un hombre de letras, el beatle más literario y cerebral.

Aunque declara su amor por Lennon como su amigo y compañero creativo durante años, Paul es bastante duro con él en algunos momentos de Letras. Su principal delito es de omisión, al dejar pasar la oportunidad de señalar las contribuciones características de Lennon a las canciones que escribieron en colaboración, como “A Day in the Life”. En el contexto de los conflictos entre ellos, McCartney lo tilda de “estúpido” o “idiota”. Sí, ya sabemos que no puede evitar definirse a sí mismo por referencia a Lennon. Con todo, como demuestra de manera convincente a lo largo de Letras, no hace falta dejar al otro como un idiota para que quede claro que uno mismo es un genio.