Implicado

Me resigno a visitar los estados del Sur con una sensación de aburrimiento. Y pienso: “Sí, claro, tendré que entenderme con los racistas, los negros y la segregación”. Uno siente un fastidio particular al enfrentarse a problemas que no deberían existir (el racismo, la intolerancia religiosa o, en Europa, las minorías nacionales de las fronteras); esos problemas que la conciencia del mundo moderno ya ha debatido y estudiado desde múltiples ángulos hasta relegarlos al pasado, como reliquias; sin embargo, están ahí inmóviles, anacrónicos, paralizados.

¿Qué podía aprender y qué podía yo decir sobre el problema racial en el Sur? ¿Qué más, aparte de cuanto ya se ha dicho y escrito desde hace más de cien años? Me prometí pasar de largo y considerar este aspecto mirándolo de forma tangencial, como algo tristemente conocido. Sin embargo, sucedió justo lo contrario: estoy dentro por completo. La batalla de la población negra en el Sur no es un hecho lejano y ajeno, sino que me siento implicado, y no de una manera general, como cualquiera que no sea reaccionario y se solidarice con cualquier batalla por los derechos humanos. ¿Qué fue lo que cambió? ¿Acaso no lo sabía ya todo desde el inicio? Esto fue lo que sucedió: que los he visto, que conozco sus rostros, sus actitudes, y ahora ya no puedo dar marcha atrás; ahora toda esta agitación que continuará durante quién sabe cuánto tiempo también es asunto mío.

Estoy en Montgomery, la capital de Alabama, el estado más segregacionista de todos. Justo aquí están pasando cosas nuevas […]: el pueblo negro ha comenzado a luchar. Sacudiéndose una resignación que parecía eterna, estas generaciones de jóvenes están experimentando sus primeras formas de lucha, nuevas formas basadas en la non-violence de Gandhi. A la cabeza de este movimiento está el doctor Martin Luther King, un joven ministro negro de la Iglesia bautista, que hasta hace poco era pastor aquí, en Montgomery.

Ahora transfirió su púlpito y su cuartel general a Atlanta, Georgia, donde la concentración de masas de obreros negros ofrece una base más compacta para el movimiento.

La situación está tensa en Montgomery. Todos los diarios de los Estados Unidos hablan de los nueve estudiantes expulsados de la universidad para negros (la Black University) por haber intentado sentarse en el café de los juzgados del estado. (Como se sabe, sentarse impasibles y en silencio en locales prohibidos, sin reaccionar ante los insultos, los escupitajos y las palizas de los blancos, es una de las principales maneras de luchar que han adoptado los negros como forma de no violencia).

“King habla. Es aclamado con explosiones de entusiasmo. Tanto él como los otros líderes religioso-políticos son oradores valientes”

Al llegar a Montgomery, de inmediato siento que la tensión está que arde. Me entero de que Martin Luther King está en la ciudad. Logro entrar en contacto con personas que me llevan a verlo. Es un tipo muy sólido y hábil, de unos 45 años, con bigote, nada en él hace pensar que se trate de un ministro eclesiástico. Estamos en la sacristía de la iglesia que ahora está al mando del doctor Abernathy, sucesor de King, un joven gordo con bigote, que parece músico de jazz. Me presentan a otros dirigentes, casi todos, pastores de la Iglesia bautista.

Por supuesto que King no tiene tiempo para charlar conmigo. Me doy cuenta de que en la sacristía se está celebrando una especie de consejo de guerra. Me siento en un rincón a escuchar. Los leaders deben decidir qué línea de acción de los estudiantes apoyarán para responder a la expulsión de los nueve. En otra iglesia bautista en este momento se está llevando a cabo un meeting de los jóvenes de la Black University y esperan la intervención de King.

Quieren organizar una marcha de protesta en el Capitolio de Montgomery el domingo por la tarde. King lo valora junto con los otros pastores, y analizan los pros y los contras. Esa forma de protesta, inobjetable desde el punto de vista legal, corre el riesgo de fracasar. ¿Cuáles serían las repercusiones en ese caso? ¿Podría decidir el gobernador cerrar la Black University? Prevalece el criterio más audaz. Se decide entrar en acción. King y Abernathy se dirigen al meeting con los estudiantes. Los sigo.

El meeting de los jóvenes

Entro a la iglesia, abarrotada de jóvenes. Soy el único blanco entre tres mil negros. Los nueve expulsados están en el podio. Suben a la tribuna oradores de las diferentes asociaciones de estudiantes. Hay jóvenes y chicas amontonados hasta en los alféizares de las ventanas, encima del piano, en los basamentos de las columnas. La diversidad de expresiones en los rostros es enorme: los hay atónitos; otros inteligentes, bellos, con una fiereza explosiva y agradable. Las chicas llaman la atención, algunas por lo espigadas y altaneras, como gacelas intelectuales, y otras, por lo tímidas y melancólicas.

"Gracias a estos jóvenes atrincherados en esta franja de tierra rebelde y hostil, la democracia de Estados Unidos es una realidad viva"

King habla. Es aclamado con explosiones de entusiasmo. Tanto él como los otros líderes religioso-políticos son oradores valientes y cálidos. Su elocuencia es seria, racional; no hay en ellos la usual habilidad de los predicadores de revival que consiste en llevar a la audiencia a una especie de paroxismo místico-fisiológico. Aquí se expresan el sentimiento y la razón. El auditorio responde pleno decombatividad y sarcasmo.

El leitmotiv de sus discursos, junto al Evangelio, es la Declaración de los Derechos Civiles, la fe en una democratización a fondo de la nación, por encima de las negativas más flagrantes. Gracias a estos jóvenes atrincherados en esta franja de tierra rebelde y hostil la democracia de Estados Unidos es una realidad viva, tan viva como aquello que aún está por conquistarse.