“Una deliciosa cadena perpetua”. Eso es para Pedro J. Ramírez (Logroño, 1952) el oficio de periodista, y pone cara de sorpresa cuando le preguntan si ha pensado ya en la jubilación, como si el mero hecho de mencionar esa posibilidad fuera algo completamente absurdo. “El periodista europeo más importante del último cuarto del siglo XX” —así lo definía Peter Preston, director de The Guardian— lleva casi 42 años ejerciendo como director de periódicos. Primero lo fue de Diario 16. Le nombraron con solo 28 años y pensó que “sería para un rato”. Podría haber sido toda la vida “un lobo solitario” o un hombre de equipo, “investigando temas, yendo a los sitios, contando historias”... Pero ya nunca dejó de ejercer como director. Cuando lo despidieron de Diario 16, fundó El Mundo y lo dirigió durante 25 años. Cuando lo volvieron a despedir, fundó El Español, actualmente el diario digital de mayor audiencia, y solo por detrás de La Vanguardia y El Mundo en el último análisis de Comscore publicado hoy mismo.
La trayectoria de Ramírez está plagada de exclusivas, destapes de escándalos gubernamentales y numerosos desafíos, entre ellos el deber inexcusable de la prensa seria: ejercer de contrapoder ante el poder establecido. De todo ello da cuenta en Palabra de director (Planeta), un libro de memorias —que no su primer libro, lleva publicados dos docenas, y no solo de periodismo, también ensayos históricos—, que abarca desde la Transición hasta las consecuencias del 11-M, un suceso en cuya investigación se volcó y del que en su opinión “aún permanece oculta gran parte de la verdad”.
"La sociedad sigue demandando buen periodismo y hay miles de jóvenes dispuestos a acudir a esa llamada"
Dice Pedro J. que su libro es “una larga carta de amor al periodismo”, que compara con “un virus que nunca deja de contagiarse”, y para ello solo hay que “mirar a los ojos a los más jóvenes de quienes trabajan en las redacciones para reconocer esa llama que nunca se va a apagar. El periodismo tiene problemas como profesión, como modelo de negocio y como sector empresarial, pero la sociedad sigue demandando buen periodismo y hay miles de jóvenes dispuestos a acudir a esa llamada”, afirma esperanzado, y vaticina “el retorno a una nueva edad de oro del periodismo y de los periódicos”.
Leer las memorias de Pedro J. Ramírez supone repasar la historia de España en estas últimas cuatro décadas y, muy especialmente, su cara B y lo que ocurre en la cocina del poder mediático y político. El periodista ha presentado el libro este martes ante la prensa, y al acabar ha mostrado orgulloso la primera amenaza de muerte que recibió en su vida, enviada por el Batallón Vasco Español en 1981. Luego llegaron muchas más, sobre todo de ETA, y de la última hace tan solo una semana, firmada por un grupo antiglobalización que él sospecha cercano a la extrema derecha. Estar en la diana de grupos ideológicamente tan dispares es, sin duda, motivo de satisfacción para el periodista.
Tener palabra y buscar la verdad
Pedro J. ha titulado su libro Palabra de director “porque un director tiene que tener palabra, credibilidad hacia dentro —su equipo— y hacia la sociedad —las fuentes y los lectores—”, ha señalado. En la cúspide de sus valores se sitúa también la búsqueda de la verdad: “Es cierto que la verdad se escribe con minúscula, es poliédrica, siempre incompleta y revisable, pero la verdad es la verdad desde el punto de vista de la ética y de la objetividad”, ha afirmado, en consonancia con lo que defiende también su colega Arcadi Espada en su último libro. Al contrario de lo que dice el tópico, Ramírez recalca que “hay que permitir que la realidad te arruine un buen titular”.
"El peor enemigo del periodismo es la rutina, hacer las cosas mecánicamente. Lo que menos me gusta de un periodista es que se vuelva escéptico"
El autor también ha roto una lanza en favor del idealismo: “El peor enemigo del periodismo es la rutina, la vieja bestia del uso, de la reiteración, hacer las cosas mecánicamente. Lo que menos me gusta de un periodista es que se vuelva escéptico, que pierda la ilusión, no porque no haya motivos para ello, pero si algunos sois aficionados a la ópera seguro que entendéis que el Holandés Errante vuelva cada siete años al puerto buscando el amor a sabiendas de que va a volver a ser decepcionado. Los políticos nos desengañan, los protagonistas de la actualidad nos decepcionan, muchos demuestran no estar a la altura de lo que vemos en ellos al principio, pero una y otra vez tenemos que volver a ilusionarnos, dejarnos sorprender por la vida que está fluyendo y que es en definitiva la materia de nuestro trabajo”, ha defendido el director de El Español.
Logros y lamentos
De todos los momentos en los que la labor periodística de Pedro J. o de los compañeros bajo sus órdenes ha sido determinante, el autor destaca varios relacionados con el 23-F. “Fuimos los primeros en descubrir que el general Armada no había ido al Congreso a tratar de ayudar al orden constitucional sino a intentar subvertirlo, y luego publicamos en exclusiva el contenido del sumario”. También cuenta entre sus grandes satisfacciones cuando los golpistas lograron expulsarle del juicio, pero el Tribunal Constitucional le dio la razón y le devolvió la credencial.
"Fuimos los primeros en descubrir que el general Armada no había ido al Congreso a tratar de ayudar al orden constitucional sino a intentar subvertirlo"
Entre sus “exclusivas enormes” también figura la entrevista de Manuel Cerdán y Antonio Rubio a Luis Roldán en París cuando la policía desconocía su paradero —”parece una escena sacada de Primera plana”, afirma—; la confesión de Amedo, miembro de los GAL, “fruto del enorme mérito y la tenacidad de tantos años de Melchor Miralles”, o “ese momento de gloria del fotoperiodismo” en el que Fernando Quintela consigue introducir en un paquete de cigarrillos una minicámara con la que fotografía a Felipe González declarando como testigo en el juicio por el secuestro de Segundo Marey. También presume de haber conseguido las primeras entrevistas como presidentes de Aznar y de Zapatero.
En el otro lado de la balanza, pesa mucho el asesinato de tres compañeros: Julio Fuentes en Afganistán, Julio Anguita Parrado en Irak y José Luis López de Lacalle, a manos de ETA. “Tienes esa sensación antinatural de estar enterrando a un hijo, y encima con el agravante de que has sido tú quien le ha enviado a esa misión de la que han vuelto dentro de un féretro, eres tú quien ha puesto en marcha el mecanismo fatal”, lamenta el periodista.
Aparte de la trágica pérdida de estos tres compañeros, de los peores momentos de su carrera Pedro J. destaca dos: el famoso vídeo sexual difundido en 1997 que califica de “infame montaje” perpetrado por el entorno de Felipe González para desprestigiarle como venganza por su investigación de los GAL, y que salió a la luz en vísperas del juicio del caso; y los problemas técnicos que empañaron el lanzamiento de su actual periódico, El Español, en 2015. Asegura que para él fue más una pesadilla lo segundo que lo primero. “Prefiero 20 montajes como el del vídeo, porque tienes la posibilidad de desbaratarlos con la búsqueda de la verdad”. Como ha recordado, “la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo dieron por acreditado que se había tratado de un intento de modificar la línea editorial del periódico en vísperas del juicio de los GAL, donde resultaron condenados a varios años de cárcel una buena parte de los implicados”.
El rey Juan Carlos: “¿Amigos o enemigos?”
De todos los personajes mediáticos y políticos que se van sucediendo en las memorias de Pedro J., la más prominente y duradera es, evidentemente, la del rey Juan Carlos I. “Yo le admiraba porque le consideraba un símbolo de algo de lo que yo me sentía muy orgulloso de ser partícipe: la Transición, el consenso, la consolidación de la democracia en España, pero creo que fui de los primeros en detectar aspectos de su comportamiento que no se correspondían con los valores que creíamos que encarnaba, tanto en lo que tenía que ver con su conducta personal como en lo que tenía que ver con su relación con los negocios y los indicios de corrupción”.
"Juan Carlos protegía los crímenes de Estado del Gobierno de Felipe González y este tapaba los comportamientos impropios y probablemente los negocios del rey"
Tanto en el libro como en la rueda de prensa, Pedro J. ha presumido de ser el primer periodista que criticó abiertamente al actual rey emérito. Fue en septiembre de 1990, con un artículo en El Mundo titulado “Un verano en Mallorca”, en el que afeaba al monarca “la imagen de frivolidad y amistades peligrosas” que estaba dando. En plena crisis de la invasión de Kuwait, el rey mantuvo sus vacaciones “de papel cuché y aristocracia”. Al día siguiente de la publicación del artículo, Sabino Fernández Campo, a la sazón Jefe de la Casa Real, llamó a Ramírez para tomar un café. Cuando se encontraron, apareció el propio Juan Carlos preguntándole “¿Amigos o enemigos?”, y con su habitual campechanía le confesó que tiempo atrás había presionado al superior de Ramírez en el Grupo 16, Juan Tomás de Salas, para que lo despidiera, cosa que ocurrió en 1989. “No creí que fuera tan idiota de hacerme caso”, añadió el monarca, según recuerda el periodista.
Ramírez tiene muy claro por qué Juan Carlos I quería deshacerse de él: “En aquella época estábamos tirando de la manta de los GAL y yo acababa de entrevistar a la cúpula de ETA, pasaje que por primera vez he contado en el libro. Había una relación de socorros mutuos: Juan Carlos protegía los crímenes de Estado del Gobierno de Felipe González y este tapaba los comportamientos impropios y probablemente los negocios del rey Juan Carlos durante toda esa época. Y el perro fiel de uno y de otro era el jefe del servicio secreto [Emilio Alonso Manglano], que no defendía al Estado sino a sus amos, a costa de desarrollar actividades ilegales contra los medios de comunicación críticos, interceptar comunicaciones y proteger las relaciones íntimas del rey con sus diferentes amantes”.
Su relación con los presidentes del Gobierno
Pedro J. retrata en su libro a los presidentes del Gobierno de la democracia y desgrana cómo ha sido su relación con ellos. La descripción de Felipe González es demoledora: “un hombre sin escrúpulos ni sentido de los límites”; con Aznar reconoce que tuvo “un flechazo personal y político”, aunque después chocó con él en diversos asuntos como la negativa del presidente a desclasificar los documentos sobre los GAL o su decisión de participar en la guerra de Irak. Con Zapatero, curiosamente, mantuvo una relación basada en “un estrecho conocimiento mutuo, no exento de afecto”.
Pero de todos los presidentes de los últimos 42 años, el único al que Pedro J. coloca en un pedestal es Adolfo Suárez, “ese hombre mágico” del “puedo prometer y prometo” a quien recuerda ataviado “con su cazadora de color mostaza”. “Veías el esfuerzo, el empeño hercúleo, el mérito en su mirada. Cada año que pasa la figura de Adolfo Suárez se agiganta y, además, ir conociendo cómo se las gastaba el emérito, cuál era su código de valores, su pauta de conducta, engrandece todavía más el valor de la obra de Suárez”.
Bradlee y Montanelli, dos referentes de altura
Ben Bradlee, director de The Washington Post que destapó el caso Watergate, y el italiano Indro Montanelli, han sido dos de los mayores referentes periodísticos para Ramírez. Al primero de ellos lo entrevistó en su despacho justo cuando el Watergate estaba en plena ebullición. En sus 40 minutos de conversación, Bradlee sacó a relucir varias ideas sobre el oficio de dirigir un periódico que él acató como mandamientos cuando poco después le llegó el turno a él mismo de convertirse en director: “Me dijo que un director debe acompañar siempre a los periodistas que realizan las tareas más difíciles y delicadas, preocupándose por lo que le ocurre a un enviado especial y haciendo un seguimiento de las investigaciones en marcha. Y un consejo que no olvidaré nunca: un buen director del periódico tiene que ser capaz de matar la noticia si no consigues demostrarla, aunque hayas invertido muchas horas y mucho dinero en la investigación”.
Indro Montanelli, prestigioso historiador y periodista, fundador de Il Giornale, le dio otro consejo: “un periodista no debe tener el carné de ningún partido”. Es cierto que Pedro J. Ramírez, desde sus periódicos, ha pedido el voto para determinados partidos en repetidas ocasiones, pero según él eso no va en contra de lo anterior. “Lo he hecho en la tradición de la gran prensa norteamericana y muchos otros países. Los periódicos independientes, con el crédito que les da su independencia, dicen ‘en este momento lo mejor para el país es votar a este candidato’, y creo que la grandeza de un medio consiste en fundamentar su criterio cada vez según las circunstancias”.