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Letras

Presente, duelos y esperanzas de las librerías

Acostumbrados a las quejas de un sector maltratado y combativo, los últimos datos de las librerías españolas mueven al asombro. En vísperas del Día de las Librerías, El Cultural analiza su realidad

9 noviembre, 2021 09:00

Álvaro Manso, portavoz de CEGAL y librero de Luz y Vida (Burgos) es contundente al trazar un retrato de urgencia del sector, del que destaca su “resiliencia. Diríamos que nuestra situación es directamente proporcional al interés de la sociedad española por la lectura. Si este crece, como ha sucedido durante la pandemia, nosotros crecemos. Las librerías hemos dado pasos agigantados hacia la adaptación tecnológica y la reformulación de nuestros espacios como agentes culturales, si bien es cierto que no todas y no al mismo ritmo”.

Desde luego, los datos parecen respaldarle, pues hablan de una facturación prevista para 2021 que puede superar en un 15% lo vendido el año pasado. Se apoya, además, en los datos de Librired, “nuestra herramienta de análisis de ventas, que aporta información diaria con los datos compartidos de más de 850 librerías en toda España” y que a día de hoy subraya el crecimiento respecto a 2020 de un 13%. “Y todavía nos falta una de las temporadas más fuertes del año, la Navidad”.

"Este año la facturación ha subido un 13 por ciento respecto a 2020, y faltan las ventas de Navidad". Álvaro Manso

Sin embargo, prefiere ser prudente, “porque la coyuntura económica es complicada y el crecimiento no es el mismo para todo tipo de librerías”, mientras recuerda a El Cultural que “la recuperación de 2020 fue un auténtico milagro. Preveíamos que los tres meses de cierre por el Estado de Alarma tendrían un impacto negativo del 23% y finalmente, el descenso fue del 8. Esto fue posible gracias al apoyo decidido de la población y las distintas medidas de soporte”.

Una segunda oportunidad

A pesar de todo, quizá sea que, como indica Marina Sanmartín, de Cervantes & Cía (Madrid) “a las librerías independientes se les ha dado una segunda oportunidad con la pandemia. Hemos ganado clientes y atención, y ahora el reto es no decepcionar a quienes acaban de llegar o regresar a la lectura”. Optimista, cree que al final del año superarán ese 15% adelantado por CEGAL, a partir de sus propias cifras, más altas gracias al boom de las librerías y a la recuperación de eventos imprescindibles, como el Día del Libro o las ferias.

"A las librerías independientes se nos ha dado una segunda oportunidad con la pandemia". Marina Sanmartín

En cambio, Antonio Ramírez, fundador y responsable de La Central (Barcelona, Madrid, Mallorca), prefiere rebajar el optimismo, a pesar de que las librerías han mostrado “una resistencia más tenaz de lo esperado, una recuperación paulatina pero constante durante los primeros meses de apertura, y una vitalidad notable durante los últimos meses de vuelta a la normalidad”. Conviene no engañarse, dice, porque “la fortaleza ha sido más evidente entre las librerías de proximidad y más dudosa para las librerías de los centros de las ciudades”. También celebra la “clara recuperación de los últimos tres meses” pero invita a “no confiar demasiado en las previsiones optimistas, teniendo en cuenta las sorpresas recientes. No deberíamos hacernos ilusiones, no sea que la crisis de suministros u otras fatalidades no anunciadas nos fastidien”.

Con todo, el problema no son solo las cifras de ventas, ni el apoyo de los lectores a los comercios de proximidad, sino que, como apunta Paco Goyanes, de Cálamo (Zaragoza), una librería que venda libros exclusivamente necesita para subsistir vender al menos 120.000 euros por trabajador, da igual que sea propietario o por cuenta ajena. “Menos que eso supone condenarse a un régimen de precariedad, sufrimiento y autoexplotación. Mi límite es no abusar de mi salud, que ya he abusado bastante, trabajar con alegría y ganas y que tanto mis colaboradores como yo recibamos una retribución económica digna. Si no, no merece la pena tener una librería”, comenta con sarcasmo.

"Los libreros de viejo tuvimos un portal como todostuslibros.com hasta que una multinacional lo compró". Natalia Peña

Por otra parte, no todas las librerías vivieron los meses de cierre por la Covid de la misma manera. Las especializadas, por ejemplo, tuvieron que aguzar el ingenio, o eso al menos comenta Natalia Peña, de la librería Dedalus, situada en el barrio de las Cortes de Madrid, y que vende primeras ediciones de autores hispanoamericanos, de segunda mano, muchos de ellos agotados y descatalogados, de Literatura, Filosofía, Arte o Antropología. Durante los dos primeros meses estuvieron cerrados, y luego “reiniciamos la actividad solo a través de nuestra página y un portal internacional con el que trabajamos”. Al ocuparse de libros de segunda mano, no entran en las estadísticas de CEGAL, ni tienen acceso a las ayudas oficiales.

Líneas rojas

El caso de Taschen también escapa de las estadísticas: abrieron en plena pandemia, en julio de 2020, así que su responsable, Jesús Martinell, dice no saber “lo que es un año ‘normal’ para poder hacer una valoración apropiada. De todos modos, somos conscientes de que el sector necesita más y mejores reformas para seguir dando un servicio de calidad y, sobre todo, a la altura de las necesidades de nuestros clientes”. Enemigo, como buen librero, de dar cifras concretas, confía en que 2021 sea mucho mejor que 2020: “Este año que pronto dejaremos atrás ha sido todo un reto para nosotros ya que abrimos en plena pandemia. Con sobrevivir, nos conformábamos. El 2020 hemos sobrevivido pensando nuevas maneras de acercarnos al público y, sobre todo, fidelizar a nuestra audiencia".

"El sector necesita más y mejores reformas para seguir dando un servicio de calidad a la altura de nuestros clientes". Jesús Martinell

De supervivencia trata también el Mapa de Librerías 2021, al establecer en una facturación de 90.000 euros el límite para mantener las puertas abiertas. Según el portavoz de CEGAL, un 45,4% de las 3.208 librerías censadas facturan menos de esa cantidad, pero “puede tratarse de librerías-papelerías con predominio de libro de texto, no regulado por el precio fijo y en continuo descenso, u otros modelos de librerías que no concentran su foco en el fondo”.

Dada la opacidad del sector, y que ninguna de las empresas consultadas da cifras reales de facturación, conviene destacar la audacia de dos recién llegados al sector. Así, Alfonso Zuriaga, de la recién nacida librería Altamarea (Madrid), confiesa su esperanza en superar los 120.000 euros de facturación “para poder luchar contra la precarización del sector y poder trabajar en condiciones adecuadas”.

"Esperamos alcanzar 120.000 euros de facturación para luchar contra la precarización del sector".. Alfonso Zuriaga

Más realista quizá, María Fernández, responsable de la novísima Crazy Mary (Madrid), admite que al ser este su primer año, (abrieron hace seis meses) “no alcanzaremos esa cifra. Pero vamos cumpliendo las previsiones de nuestro plan de empresa inicial, lo que nos hace ser muy positivos con respecto a nuestra supervivencia. Nuestra línea roja es no estar por debajo del 80% de esa cifra. Un esfuerzo de tesorería para afrontar la diferencia se puede asumir el primer año en nuestro caso, que estamos empezando, pero no arrastrar en el tiempo. El segundo año tendríamos que estar próximos a esa cifra para asegurar nuestra supervivencia como dice CEGAL, aunque esperamos superarla”.

Miradas acusadoras

Para lograrlo, todos coinciden en la necesidad de agilizar las ayudas. En este asunto, Goyanes resulta demoledor, en primer lugar porque aunque vienen bien “no se puede vivir de ellas. Y los que no las han aprovechado que espabilen: a estas alturas todavía hay librerías sin informatizar por ejemplo. No creo que ayudarlas sirva de nada mientras la mayoría llevamos invirtiendo en informática años y años”.

"Nuestra línea roja de supervivencia es el 80 por ciento de los 90.000 euros de los que habla el mapa de librerías". María Fernández

Por eso, considera prioritario que las compras públicas se repartan de manera equitativa “y no que se las lleven siempre los mismos. La actual ley de contratos del Estado en nuestro sector está propiciando el monopolio. En un mercado de precio único, es injusto y absurdo que las compras se decidan por criterios que solo pueden cumplir las grandes empresas. Algo habría que hacer”, remacha.

Librería Dédalus y Librería Altamarea. Foto: Sara Maroto Hebrero

También destaca la necesidad de que el Ministerio de Cultura retome el Sello Librerías de Calidad, dotándolo de contenido, para “beneficiar a las librerías que han sido capaces de superar los estrictos controles de calidad que lleva aparejados”. Y un tercer punto esencial: “No es de recibo que las editoriales sigan vendiendo directamente a las escuelas o que sigan llenando las bibliotecas escolares de sus productos".

"No es de recibo que las editoriales vendan a las escuelas o que se incumpla la ley del libro". Paco Goyanes

"No es de recibo", prosigue, "que se siga incumpliendo la ley del libro. Y no es de recibo que buena parte del público no pida descuentos al comprar unas zapatillas de deporte y sí al comprar un libro. Llevo treinta y ocho años sufriendo las miradas de clientes que piensan que les estás robando o que por su profesión tienen derecho a pagar menos. Es doloroso tener que explicar una vez tras otra que el libro tiene un precio fijo”.

Fomento de la lectura

Ana Fernández, Rafael Carmona, Nacho del Arco, Alfonso Tordesillas y Gonzalo Queipo, de Tipos Infames (Madrid), van más allá y señalan la necesidad del nuevo Plan de Fomento de la Lectura 2021-2024, ese que “se anunció para antes del verano desde Cultura y no sabemos en qué situación está”. Para ellos, lo más importante es que sea a largo plazo, “ahonde y sea transversal en todas las etapas formativas. Que se establezca y mantenga independientemente de gobiernos estatales y que cuente con la indispensable colaboración autonómica, que se vea casi como una ‘cuestión de Estado’”. Se trataría, por tanto, de evitar que se pierda el hábito de lectura, y de conseguir que el libro esté presente en la vida pública, en los noticiarios y en la prensa. “Esto no se consigue con reformas o ayudas puntuales, debe ser un programa de gran calado que involucre a todos los ámbitos de la sociedad durante al menos toda una década”.

"No deberíamos hacernos ilusiones, no sea que la crisis de suministros y otras fatalidades nos fastidien". Antonio Ramírez

En la misma línea, también Ramírez cree que las ayudas públicas deberían estar orientadas a resolver problemas endémicos y a dar “mayor formación a los nuevos libreros, iniciativas que ayuden a ampliar, diversificar y profesionalizar la red de librerías, inversiones que contribuyan a construir una red de distribución más eficaz y ágil que permita a las librerías físicas competir con el comercio online”. A su juicio, pueden ser tan o más esenciales que grandes equipamientos como museos o teatros, por lo que reclama que se reconozcan las librerías como “agitadores culturales necesarios, más allá de su actividad comercial”.

Y eso, sin profundizar en las ayudas europeas al sector, llamadas Next Generation, de las que Manso, el portavoz de CEGAL, destaca que se trata de “una oportunidad que, sin duda, vamos a aprovechar las librerías para la formación, el desarrollo tecnológico y la sostenibilidad medioambiental. Sí echamos un poco de menos ayudas más centradas en la promoción cultural y el fomento de la lectura, y nosotros, como Confederación, vamos a trabajar en un proyecto llamado Librerías Abiertas, que quiere potenciar la transición generacional y fomentar un mínimo de implantación territorial, con políticas activas para ayudar a los establecimientos en zonas rurales”, apunta.

"Necesitamos un nuevo plan de fomento de la lectura a largo plazo, que se vea como cuestión de estado". Ana Fernández

Sin embargo, muchos libreros saben que no van a poder optar a ellas. Es el caso de María Fernández y de su Crazy Mary, quizá porque su proyecto no se creó pensando en las ayudas “sino en crear fortalezas propias que no dependan de esas ayudas, porque si no llegan o tardan más de lo previsto afectan directamente a la previsión de crecimiento y tesorería inicial. Si llegan bienvenidas son, pero no nos quitan el sueño porque la contrapartida es que conllevan una burocracia tan complicada y lenta que nos quita el tiempo y la energía que necesitamos para sacar adelante un proyecto como este”. Tampoco Andrea Stefanoni, de La Mistral; Peña, de Dedalus, o Martinell, de Taschen, se plantean optar a ellas.

Lorca y una de calamares

Con o sin ayudas, el sector vislumbra un futuro mejor tras haber reconquistado a los lectores durante la pandemia. A fin de cuentas, como destaca Ramírez, que celebra ahora los primeros 25 años de La Central, “estos meses hemos percibido la afluencia de un público nuevo, jóvenes, pero también personas de edad avanzada que han descubierto o reencontrado en la lectura no sólo una manera de entretenerse, sino una herramienta para encarar mejor este y otros envites por venir en un mundo tan incierto”.

"Ser librero es ponerte en el lugar del otro, es querer a alguien en apenas cuatro minutos". Andrea Stefanoni

Convencidos de que lo suyo es una locura, no dudan en dar consejos a futuros libreros, algunos básicos, como amar los libros y la lectura, ser realistas, ajustar bien cuentas y presupuestos, formarse, y otros casi contagiosos, como los de la también escritora Andrea Stefanni, de La Mistral, para quien no es suficiente con ser lector. “Sí, para ser librero tienes que estar informado de lo que sucede en el mundo, de qué libro acaba de salir, pero también del que aún no entró en imprenta”, reconoce.

“Es poder ponerte en el lugar del otro, desarrollar la habilidad de querer a alguien en apenas cuatro minutos, como a Pablo, un señor de más de 80 años al que le dieron permiso para salir de su residencia y vino a conocer la librería, hizo un cálculo en voz alta, en pesetas, y después de recitarnos a Lorca, se llevó su poesía completa. Le ajustamos el precio para no confundirlo, llevaba el dinero justo para el libro y un bocadillo de calamares”.

@nmazancot

El misterio de las ventas sin cifras

Enfermo de opacidad, víctima de un sistema demencial de devoluciones y lanzamientos desmedidos que hacen que convivan terceras y quintas ediciones de presuntos best sellers sin que el público haya agotado la primera, hace tiempo que distintos colectivos exigen transparencia y rigor. Lo más parecido es la Lista Nielsen, pero hay que suscribirse por 50.000 euros anuales, y lo que se ofrece no son cifras reales, sino previsiones a partir de algoritmos elaborados con una base de datos que solo tiene en cuenta las grandes superficies. La lista de CEGAL, realizada por Librired, tampoco está disponible para el lector general. Solo podemos saber que este 2021 el más vendido es Sira, de María Dueñas, con El infinito en el junco, de Irene Vallejo, en tercer lugar.