El poeta, ensayista y traductor Antonio Martínez Sarrión ha fallecido hoy a los 82 años en Madrid a causa de un infarto, según han informado fuentes cercanas a la familia. Miembro de la generación del 68, fue una figura representativa de la poesía española del siglo XX desde que apareciera como uno de los Nueve novísimos poetas españoles, antología publicada en 1970 por Josep Maria Castellet en la que compartía espacio con Manuel Vázquez Montalban, Pere Gimferrer, Felix de Azúa, Leopoldo María Panero o Vicente Molina Foix. Con su énfasis en el irracionalismo culturalista y en la inquietud antirrealista, Martínez Sarrión siempre hizo alarde de una rebeldía sesentayochista que entroncaba con ciertos aspectos de la poesía beat y que miraba a paisajes míticos como la literatura, el cine o el jazz.
Nacido en Albacete el 1 de febrero de 1939, donde estudió bachillerato, se licenció en Derecho en la Universidad de Murcia en 1961. En 1963 marchó a vivir a Madrid, donde trabajó como funcionario público en la Administración Central. En 1967 publicaba su primer poemario, Teatro de operaciones, donde evocaba la infancia sin sentimentalismo: muchos poemas cuentan una historia mediante yuxtaposición de frases, eliminando cualquier toque de nostalgia, con una convincente sequedad. En su siguiente libro, Pauta de conjurados (1970), ya sí se dedicaba plenamente a cultivar los “fuegos de artificio” (así se titula el primer poema) de la estética novísima. El ciclo de experimentación formal acabaría unos años después con la publicación de Una tromba mortal para los balleneros (1975), aparcando el surrealismo del que había hecho gala hasta entonces. Entre 1974 y 1976 codirigió, además, con Jesús Munárriz y José Esteban, La Ilustración Poética Española e Iberoamericana, revista de poesía de la que aparecieron doce números.
Con la publicación de El centro inaccesible (1981) se produjo, simultáneamente con otros miembros de su grupo generacional, un cambio en la estética de Martínez Sarrión. El poema ya no buscaba deslumbrar, dejaba de ser un juego entre iniciados, y se aproximaba a la palabra en el tiempo que quería Machado. Recuperaba el prosaísmo, la narratividad del primer libro y la añadía la reflexión existencial, las enseñanzas de la edad. Pero lo hacía evitando los riesgos más evidentes del intimismo: las vaguedades ternuristas y la falacia patética.
En su etapa novísima, Martínez Sarrión fue muy deudor de los surrealistas franceses, pero junto a esta influencia tuvo siempre presente la de ese peculiar movimiento de la vanguardia española que fue el postismo. De los postistas (Gabino-Alejandro Carriedo y Ángel Crespo quizá más que Ory) aprendió Martínez Sarrión que jugar con las palabras, que hacer una hoguera con las frase hechas y derribar de un manotazo burlón los tópicos poéticos no es incompatible con el realismo, con el ruralismo, con cierta aspereza expresionista muy carpetovetónica que aprendió en Quevedo y en Solana. A partir de Horizonte desde la rada (1983) comenzó el que, para muchos, es el mejor Martínez Sarrión, un poeta seco, sabio y ejemplar, que sabía alternar lirismo y sátira, humor y malhumor. Una misma estética, sin más cambios que los que procura el natural adentramiento en la edad, encontraríamos en los libros siguientes: De acedía (1986), Ejercicio sobre Rilke (1988) y Cordura (1999).
"Yo no tengo ningún tipo de pretensión de remover, resituar o transformar la historia de mi lengua, que es riquísima, sobre todo la poesía de los siglos XVI, XVII y XX, pero sí me gustaría dejar en el río de la lengua -como decía Juan Ramón Jiménez- una especie de seña, un rasguño", explicaba Martínez Sarrión en una entrevista en El Cultural en 2012. "Con eso me conformo".
Otra importante vertiente de su obra sería el memorialismo. Publicó bastantes diarios y una trilogía de memorias, que ocupa los años de su infancia (Infancia y corrupciones, 1993); su formación universitaria (Una juventud, 1996) y su ascensión a la vida literaria (Jazz y días de lluvia, 2002). Además, Martínez Sarrión fue también un notable traductor del francés. Hizo una de las mejores versiones de Las flores del mal de Charles Baudelaire, y tradujo también al Víctor Hugo de Lo que dice la boca de sombra y otros poemas, Premio Stendhal de traducción en 1990. Otros autores trasladados por él al español fueron Jean Genet, Michel Leiris, Alfred de Musset, Chamfort, Jaccottet y Arthur Rimbaud. También participó en reiteradas ocasiones como contertulio en los programas televisivos españoles Qué grande es el cine (La 2) y Cine en blanco y negro (Telemadrid), ambos presentados y moderados por José Luis Garci.