El Museo Reina Sofía sigue avanzando en la reordenación de su colección. El pasado mes de mayo inauguraba las salas del primer capítulo, Nos ven, de la modernidad al desarrollismo. A esta primera parte le siguieron en junio Los enemigos de la poesía. Resistencias en América Latina y Pensamiento perdido: Autarquía y Exilio, en julio. Tras los meses de verano la pinacoteca ha presentado Los territorios de la vanguardia: ciudad, exposiciones y revistas, un cuarto capítulo que se adentra en los momentos históricos en los que nacieron las vanguardias artísticas, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Estas salas destacan el papel fundamental que desempeñaron diversos “territorios” en el surgimiento de las mismas: la ciudad, con sus entornos burgués y obrero; las exposiciones y las galerías de arte así como las publicaciones y las revistas -que permitieron a los artistas comunicarse entre sí-; y los nuevos espacios ciudadanos de consumo visual, como los lugares de ocio o los escaparates de las tiendas.
Para Manuel Borja-Villel, director del museo, “no se puede entender la modernidad sin analizar el hecho de que esta ocurre fundamentalmente en y a través de la ciudad, la exposición y la revista o el periódico”. En conjunto se reúnen más de 400 obras de artistas plásticos, fotógrafos, arquitectos e influyentes pensadores y promotores del arte. A este episodio le seguirán otros en una reordenación integral cuya culminación está prevista para el próximo mes de noviembre. Rosario Peiró, jefa de Colecciones del Museo, recalca que “el espacio urbano tenía que levantarse como uno de los ejes vertebradores del nuevo discurso. La modernidad está relacionada con la evolución y la consolidación del espacio social urbano, que representa el escenario de la formación de la mentalidad moderna”.
La ciudad como conflicto
El comienzo de este episodio sitúa al espectador en un contexto en el que las ciudades burguesas se están transformando y son lugar de conflicto en los albores del siglo XX. La primera sala, dedicada completamente a la fotografía social, muestra novedosos trabajos como Subiendo al tren (1909) de Lewis Wickes Hine o la serie Fotografía-Nueva York (1916), de Paul Strand, que reflejan y denuncian la pobreza sistemática de la clase obrera de la época en las ciudades.
La segunda sala aborda diferentes soluciones que trataron de ponerse en marcha desde la arquitectura frente la crítica situación que se vivía en las urbes. Planos, fotografías, vídeos y diverso material documentan las propuestas que aportaron una serie de arquitectos como Ildefonso Cerdá, artífice de la reforma urbanística de la Barcelona del siglo XIX que creó el actual barrio del Ensanche, o las iniciativas populares como la cooperativa La Flor de Mayo –también en Barcelona- que perseguían que la gente dejase de vivir en barracas y lo hiciera en un entorno más racional e higiénico con zonas verdes, escuelas y mercados.
En el plano internacional, otro proyecto interesante es la Planta Karl Marx Hof, un bloque de viviendas diseñado por Karl Ehn para familias de escasos recursos edificado entre 1927 y 1930 en Viena. Este escenario se ilustra con la proyección del documental El familisterio de Guisa (1996), que habla sobre un conjunto residencial construido por el acaudalado filántropo Jean-Baptiste André Godin para albergar a las familias de los obreros de su fábrica metalúrgica en Guisa, al norte de Francia. Le sigue una sala que recrea un salón de pintura al estilo decimonónico donde se evidencia la preocupación social de los artistas en un momento caracterizado por el auge de las revueltas y los atentados anarquistas.
Esta visión “institucional” de los grandes salones anuales de la burguesía se contrapone aquí con materiales anarquistas que tienen formato de revista, foto, postal, gráfica… obra de pequeñas dimensiones y reproducida fácilmente al contrario de la obra de los salones, como las publicaciones Bandera Social, El Gladiador o Tierra y Libertad -mostradas en una vitrina- difundidas por los movimientos obreros organizados para hacerse eco, con repercusión internacional, de los atentados, las huelgas, los procesos judiciales o los fusilamientos acaecidos entonces. Como colofón a esta parte del recorrido, el espectador puede ver la película La Commune, rodada en 1914 sobre La Comuna de Paris de 1870. Realizada por Armand Guerra, constituye un testimonio de lo que fue la primera revolución proletaria en contra de la burguesía.
Barcelona durante la I Guerra Mundial
El itinerario de este nuevo episodio traslada al visitante a la España de la Primera Guerra Mundial, durante la cual el país permaneció neutral y sirvió como refugio del conflicto internacional, y en especial ciudades como Barcelona. Entre 1914 y 1918 la capital catalana acogió a numerosos artistas de la vanguardia europea como fue el caso de Robert Delaunay y Sonia Delaunay. Junto a otros formaron una colonia excéntrica que se correspondía con el espíritu de la ciudad. Aunque su estancia en la mayoría de los casos fue fugaz, algunos utilizaron el tejido artístico para proyectos o para realizar exposiciones y publicaciones.
Otras tendencias, como el dadaísmo, se hicieron también presentes a través de figuras como la de Arthur Cravan, artista multidisciplinar, considerado un precursor de este movimiento, que recaló en la ciudad condal en 1916. En su plaza de toros disputó un combate de boxeo contra el campeón del mundo Jack Johnson en lo que se consideró el primer happening de la historia del arte y cuyo cartel de anuncio puede verse junto a otros de la visita de los Bailes rusos, que dan cuenta de la efervescencia cultural de la Barcelona del momento.
En este contexto adquirió singular relevancia Galerías Dalmau, una galería de arte de Barcelona abierta entre 1906 y 1930 por el pintor y marchante Josep Dalmau que introdujo las nuevas tendencias en España. Fue escenario, por ejemplo, de una importante exposición de Francis Picabia, precisamente uno de los primeros exponentes del movimiento dadá y quien contribuyó a difundir los nuevos lenguajes plásticos en nuestro país. La actividad de la galería como pionera de las vanguardias propició además numerosas exposiciones de arte cubista y surrealista, entre otros movimientos, de autores como Rafael Barradas, María Blanchard, Salvador Dalí, Juan Gris o Joan Miró.
La influencia de Carl Einstein
El concepto de las publicaciones como un territorio colectivo de información donde se intercambian ideas y se relacionan unos artistas con otros se plasma en la figura de Carl Einstein, uno de los pensadores de vanguardia sobre arte y política más importantes e influyentes del siglo XX, al que se le dedica una sala completa. En ella se recorren sus ideas sobre las principales manifestaciones artísticas del siglo XX a través de muchos de sus libros y publicaciones y también se da cuenta de su participación en la guerra civil española.
Einstein fue uno de los primeros pensadores del cubismo, cuyo lenguaje artístico explicó con ayuda de diversas obras, por lo que es en esta sala donde se encuentran las piezas más específicamente cubistas del recorrido. También fue el primero que documentó y realizó una exposición sobre el arte africano. Como crítico, Einstein estudió a artistas de los años veinte que adoptaron una postura crítica con el mundo, el ser humano y la sociedad, como Kurt Schwitters y George Grosz. Su compromiso de transformar el mundo por medio del arte lo llevó a dedicar su atención también a Picasso, Gabriel Miró o André Masson.
La revista Documents
La exposición dedica la siguiente sala a la revista de arte surrealista Documents. Editada por Georges Bataille y publicada en París desde 1929 hasta 1930, constituyó un desafío directo al surrealismo defendido por André Breton. En torno a Documents, que publicó ocho números, se reunió un gran número de artistas, especialmente surrealistas disidentes, entre los que destacan Joan Miró, Pablo Picasso y André Masson.
A continuación se exhiben, por primera vez juntas, otras obras de Dalí que tienen que ver con lo deforme, lo transformable, lo orgánico, que son uno de los aspectos más importantes de la revista y por ello sus cuadros marinos eran admirados por los artistas afines a la publicación. En paralelo, el espectador puede visualizar el cortometraje Comiendo erizos (1929), rodado en Cadaqués por Luis Buñuel mientras ambos artistas trabajaban en el guion de la película La Edad de Oro (1930).
Los trabajadores de la cultura
El siguiente punto del recorrido narra el viaje de los artistas desde la ciudad al campo, conectando la cultura intelectual con lo popular, y sitúa al visitante a la época de la República española. A través de fotografías y de obras como los figurines de Pitti o el documental Estampas de José Val del Omar, se reflejan las intenciones de la República de educar y transformar a la gente y al país por medio de la cultura a través del Patronato de Misiones Pedagógicas, que puso en marcha una serie de iniciativas como la apertura de bibliotecas y la organización de exposiciones, conferencias y conciertos por todo el territorio español.
Ligado a los objetivos de las Misiones Pedagógicas, se presentan también carteles de La Barraca, el teatro universitario itinerante creado por García Lorca que perseguía la idea de una educación popular, y obras relacionadas con representantes de la Residencia de Estudiantes como la película Un perro andaluz (1929), de Luis Buñuel, o el cuadro Putrefactos (1924-1925), regalado por Dalí a Lorca. El surrealismo protagoniza de nuevo el próximo apartado con una sala dedicada a las fotografías aparecidas en publicaciones y revistas de aquellos momentos y en las que el cuerpo humano es el protagonista. En ella se reúnen trabajos de autores como Brassai, Dora Maar o Man Ray. Además, se proyecta La edad de oro (1930), de Luis Buñuel, una película crítica con la burguesía que fue exhibida en la Exposición Internacional Surrealista de Tenerife de 1935.
Aquella exposición contribuyó a la expansión internacional del surrealismo propugnado por Breton, figura a quien se dedica otra sala completa con obras de autores que el teórico francés utilizó en sus textos y exposiciones, como Picasso, Max Ernst o Dalí.
La Noche española y el arte popular
Además de las Misiones Pedagógicas, La Barraca y la Residencia de Estudiantes, las conexiones de las vanguardias con lo popular se dan cita una vez más en la última parte del recorrido a través de la primera representación del ballet La romería de los cornudos (1933) de Lorca y Cipriano Rivas Cherif en el Teatro Calderón de Madrid por la compañía de Encarnación López, La Argentinita, cuyo decorado, reconstruido en una sala, fue diseñado con un innovador lenguaje vanguardista alejado de lo folclórico por Alberto Sánchez. Este tipo de iniciativas forma parte del viaje del arte español hacia lo popular, que ocurre desde el principio del arte moderno en nuestro país pero que se explicita de manera contundente a finales de los 20 y durante los 30 sobre todo través de las colaboraciones entre artistas músicos y bailarines.
El itinerario finaliza con un elemento específicamente español, el flamenco, que muchos artistas vanguardistas incorporan en sus obras a través de motivos como la guitarra que aparece en Bodegón (1926) de Manuel Ángeles Ortiz, el abanico de María Blanchard en Mujer con abanico (1916) o los vestuarios de bailarinas españolas diseñados por Natalia Goncharova.