Basta con arrancar a leer las primeras páginas de este libro para detectar la solvencia como escritor de Antonio Lucas (Madrid, 1975) y su pasión por la literatura. Periodista y autor de numerosos poemarios (entre ellos Lucernario, 1999 y Los desengaños, 2014), debuta ahora en la novela con un libro muy especial por ser el relato de un naufragio íntimo y por la profundidad de una mirada que sabe ir de dentro a fuera, de la experiencia personal de quien toma la palabra para trasladarnos su desasosiego al paisaje humano que va invadiendo su historia y que otorga verdadera dimensión, realidad y sentido a una búsqueda sin horizonte claro.
Es especial porque su apariencia es sencilla, sin otra épica que la inherente a una travesía en un buque arrastrero, en el Atlántico, con rumbo al Gran Sol; lo es por la fuerza de su prosa poética, capaz de construir metáforas poderosas con la única ambición de narrar las calamidades de una singladura poco común. Y una tercera razón para otear la profundidad de este personal desguace está en las verdades que le permiten aprender esas vidas de mar que le rodean durante dos semanas, hombres curtidos en la resistencia, que acumulan más biografía en el océano que en tierra. Sin pretenderlo le enseñarán a “faenar de otro modo en la memoria”.
“Buena mar” es una fórmula de cortesía, contiene el deseo de que todo vaya bien cuando un barco zarpa. Cuando Mauro se incorpora a la tripulación, en el sur de Irlanda, lo hará con un macuto en el que cabe poco más que la doble excusa de la necesidad de perder la línea de tierra y buscarse más allá de una realidad firme donde no siempre encuentra sitio, además de preparar unos reportajes para el periódico en el que trabaja. En tierra deja asuntos pendientes, dudas con su trabajo, una situación complicada con su pareja, cierto hartazgo…
'Buena mar' es un debut muy especial por ser el relato de un naufragio íntimo y por la profundidad de su mirada
La duración de la travesía será incierta, las calamidades también. Sin transición se descubre convertido en polizón de su propia aventura. La vida en el buque, sus espacios, la sordidez, la relación con los once tripulantes —seis gallegos y cinco africanos—, sus historias, se convierten en la prioridad del día a día, en el asunto de su relato. “Vivir es darte cuenta de que lo único importante es lo que a veces no sabes que tienes”, le dice el cocinero. Las conversaciones son pocas, el tiempo es largo y la faena no admite desahogos líricos.
Cuando toca regresar solo han pasado dos semanas y sin embargo su mirada es otra, y él ya no es el mismo, pero debe pisar tierra, afrontar lo que ha dejado a punto de zozobrar. No dejen de asomarse a lo que atisbó desde su particular ojo de buey, todo es real, poético y auténtico, lo que genera una emoción poco frecuente en este tipo de relatos.