Y líbranos del mal aborda los abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica limeña, con ecos del escándalo similar que protagonizó el mexicano Marcial Maciel, como marco de interés social para una historia clásica de aprendizaje. Su protagonista Jimmy, hijo de un peruano emigrado a Nueva York, descubrirá el terrible pasado de su padre en un viaje al país de sus raíces. Culpa, salvación, perdón, fe, jerarquía y herencia familiar son los temas que vertebran un texto que aparenta tener claroscuros sin que sea cierto.
Para explicarme, acudamos a la página 184, en la que Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) reproduce este grafiti de una pared limeña: “Brenda está tremenda”. La rima tonta despierta mi imaginación: sospecho que es un recuerdo real del autor y que alude a Brenda Walsh, el personaje de Beverly Hills 90210. Si fuera así, cabría fechar la escena hacia 1993. ¿Lo ven ustedes plausible? A decir verdad, no sé si acierto con esta hipótesis o me estoy flipando locamente. Sin embargo, me aferro a ella porque es la primera vez desde que empecé el libro que he encontrado un elemento que no está explicado ni recalcado.
"Y líbranos del mal" es una novela conservadora cuya mejor virtud es divulgar los abusos sexuales de la Iglesia limeña
Dos ejemplos. En la 113, el narrador utiliza el verbo esculcar, de un fuerte sabor limeño. Buena, aunque no sutil, jugada: así, el lector adivina el cambio que está empezando a producirse en Jimmy, cuyo castellano había sido totalmente estándar hasta entonces. ¿De verdad deseamos que él mismo nos explique a continuación que eso exactamente lo que tenemos que inferir? Antes, en la 51, nos habla de “olor polvoriento”, “decoración cargada”, “sillones Voltaire” o “paisajes al óleo”. Elementos funcionales, fáciles de interpretar, acumulados para describir la casa de una abuela peruana. Sinceramente, después de esa enumeración dudo que necesitáramos este añadido: “Los adornos típicos de una persona mayor”.
Este tipo de redundancias no son graves en una escena, o en dos o tres: una novela se puede sostener por encima de un cierto número de pasajes planos, sobre todo cuando aspira a cierta popularidad. Pero cuando es su pauta general, solo hay dos opciones: o el lector consiente en ser llevado de la mano con la pasividad de un cliente de resort (lo que es una opción legítima, por cierto), o se decepciona.
Como si fuera un guion (férreo) lleno de anotaciones para el encargado de su puesta en escena, Roncagliolo controla todos los mecanismos de montaje y estructura, solo que quedan demasiado expuestos para un ojo literariamente atento. Los diálogos, punto fuerte del autor, resultan artificiosos, protésicos. Pero lo más discutible es que Y líbranos del mal, con su atrezo religioso, es un poco deshonesta al pretender que la leamos como obra incómoda. No puedes serlo cuando te esfuerzas por desactivar cada zona de sombra con tus aclaraciones. Sí, la novela juega de boquilla las cartas del misterio, la ambigüedad y la crítica a las raíces hipócritas del mal, pero todo está calculado para que el tono no trasgreda lo que un lector medio considera “prestigioso” o “artístico”, pero tolerable.
En definitiva, una novela conservadora en forma y fondo, cuya mejor virtud es la divulgativa: trasluce un gran trabajo de documentación sobre el funcionamiento de la onda expansiva del abuso de poder y la paranoia represiva en los cultos sectarios.