Poco más de un año después de la muerte de Juan Genovés (Valencia, 1930 - Madrid, 2020), uno de los artistas españoles más influyentes y populares del siglo XX, cuya obra forma ya —con el famoso cuadro El abrazo (1976) como símbolo— parte indisoluble del imaginario colectivo, ve la luz este sentido homenaje, una suerte de ensayo-biografía que incide especialmente en dos de los aspectos clave de la vida del creador, su vocación artística y su compromiso cívico y político.
Escrito a seis manos por los expertos en arte y amigos del pintor Mariano Navarro, Armando Montesinos y Alicia Murría, el volumen, terminado en vida de Genovés y aprobado por él, compagina un recorrido biográfico de corte más clásico con valoraciones y aproximaciones a la ingente obra del creador. Todo ello, puntualmente salpicado y cosido con materiales de archivo, publicaciones, declaraciones, y sobre todo conversaciones con el propio Genovés, su familia y su entorno, que aportan detalles inéditos y visiones muy personales de un quehacer creativo determinante en el entorno artístico del país
La biografía arranca narrando sus primeros años como niño de posguerra, que marcarían según confesión propia, la vida y el compromiso de Genovés, heredado de un padre de ideas comunistas y vinculado a UGT. Al punto de que, según cuenta el autor, estuvo a nada de viajar en tren junto a su hermano a la URSS—“podía haber sido Genovisti, arquitecto o aeronáutico”—, pero su madre los sacó a ambos del vagón en el último momento.
Heterodoxo opuesto al academicismo, la relación de Genovés con el arte comenzó en la escuela y siguió en la valenciana Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, en un contexto de dominio ideológico del nacionalcatolicismo que se hacía estrecho al artista. “Para ellos sólo había dos pintores en el mundo: Sorolla y Velázquez. Insultaban a los impresionistas”, recuerda. Su precocidad fue de la mano de un sentido crítico y cívico que le llevaría a conformar el conocido grupo de Los Siete.
También dedica el libro jugosos apartados a aspectos como la visión artesanal del trabajo de Genovés, que afirmaba ser solo un “obrero de su oficio” o a su personal visión de la ciudad y de la figura humana. Y por supuesto, a épocas como la seminal década de los 60, en la que experimentó la fama internacional y una gran crisis artística, a la vez que un aumento en su compromiso político contra una dictadura cuyos cimientos comenzaban a tambalearse o a su papel a la hora de revitalizar el languideciente Círculo de Bellas Artes de Madrid en los 80.
El volumen termina con las palabras tristemente ya falsas: “Juan Genovés vive y trabaja en Madrid”, un último homenaje de sus autores que quisieron ser fieles al último borrador del texto leído por el pintor, y a la vez reivindicar una frase que “durante años fue consigna con la que críticos y periodistas extranjeros subrayaban la resistencia de Genovés al franquismo”. Desde luego hoy, las obras del pintor, todavía pueblan un Madrid libre.