Daniel Saldaña París (Ciudad de México, 1984), autor de un libro de poemas (La máquina autobiográfica) y de las novelas En medio de extrañas víctimas y El nervio principal, ya se ha asomado a estas páginas. Lo hizo con la última obra mencionada, un espléndido trabajo en el que mostraba un sabio manejo del suspense y, con él, del ritmo narrativo. Un texto que trataba sobre lo que desconocemos en la infancia, los amores no correspondidos y la imposibilidad de huir del mal cuando lo tenemos instalado en nuestro interior.
Con Aviones sobrevolando un monstruo, Saldaña París se adentra en el terreno de la no ficción. Componen el volumen nueve relatos que ya habían sido publicados en México en diferentes versiones, ahora reescritos y puestos en limpio; y una “Nota preliminar” que los introduce, proporcionando cierta coherencia al conjunto. No obstante, ya estaban ligados porque todos dibujan un mapa de las ciudades habitadas y conforman, por lo tanto, una cartografía de vida muy personal. También porque están dotados de un claro contenido autobiográfico, si exceptuamos el titulado “Peregrinaje y arquitectura” cuyo valor ensayístico es evidente.
Se vinculan, además, porque en muchos de ellos se desarrolla el tema de la escritura y se abunda en lo que supone para el autor. En este sentido, es habitual que el narrador se refiera al lugar exacto en el que redacta cada capítulo (un ático húmedo, la terraza de un café…), o que explique su modus operandi (escribe a mano y, cuando quiere corregir, vuelve a copiar el mismo párrafo, con los cambios, para evitar los borrones, rehaciendo a veces un párrafo hasta el infinito).
Estos relatos, de claro tinte autobiográfico, conforman un libro hermoso, a ratos terrible y siempre poético
Aviones sobrevolando un monstruo toma su título del primer texto y hace referencia a Ciudad de México, un espacio hiperbólico y mastodóntico que contiene barrios paupérrimos con olor a basura en los que, de vez en cuando, aparece un cadáver desmembrado o colgado de un puente, una urbe a la que, a pesar de todo, el narrador ama con locura, como solo nos sucede con las ciudades en las que hemos echado raíces.
Además, Saldaña París traza su paso por Cuernavaca, La Habana, Montreal o Madrid tal como lo experimentó en distintos momentos de su existencia, al tiempo que describe su tránsito sinuoso por el mundo de las drogas y el alcohol, algunos momentos de la infancia, la relación con sus parejas, sus amistades y hábitos en las distintas metrópolis, sus lecturas, sus intereses, sus trabajos, sus afanes y sus crisis personales.
Lo hace, quizá, con la intención de explicarse y de buscar cierta armonía, “un orden precario y provisorio, si se quiere”, pero, en definitiva, un orden basado en un mapa de lugares habitados, “un norte magnético que alineara la loca dispersión de mis brújulas espirituales”. Un libro hermoso, a ratos terrible y siempre poético.