Daniel Saldaña París. Foto: Andrea Tejeda K.
Para el protagonista de El nervio principal -un niño de diez años- la vida se paró un día del verano de 1994. Era un martes de julio o de agosto, un día cualquiera en el que su madre se despidió de él y de su hermana tras decirles que había dejado una carta para su padre. Desde su visión del mundo, el niño cree que su madre se ha ido de campamento y durante mucho tiempo se explica así una realidad que parece escapar a la lógica. Pasado el tiempo -más de 20 años - ese niño, convertido en adulto, decide poner en orden aquella situación confusa para tratar de ra tratar de explicarse unos hechos que todavía le resultan extraños.Daniel Saldaña París (Ciudad de México, 1984) es el autor de esta intrigante y recomendable novela que cuenta entre sus alicientes con un sabio manejo del suspense y del ritmo, lo que hace que el lector salga de cada capítulo con el deseo de abordar el siguiente para profundizar en el desarrollo de la trama. Y así hasta el final, donde incluso aparecen novedades que sorprenden y transforman la historia, dando sentido a ciertos pasajes cuyo significado parecía difuminarse en la niebla del recuerdo.
En El nervio principal, el protagonista narra desde el adulto en el que se ha convertido, un hombre desalojado de sí mismo que ha decidido apartarse de la vida civil, renunciando al trabajo, a una novia tardía, a salir de casa e incluso a abandonar la cama matrimonial de sus padres. Un tumbado que recuerda al escritor Juan Carlos Onetti que decide apartarse del mundo cuando se da cuenta de que hace tiempo el mundo sigue sin él. Este personaje, que narra desde la atalaya de sus 33 años, es capaz de ponerse en la piel infantil y contar la historia desde ahí, pero no renuncia al conocimiento que tiene de la realidad cuando, como narrador, lo considera necesario, siguiendo los dictados del autor implícito.
En la novela afloran sentimientos que tocan el corazón del lector, conmovido ante una historia sorprendente y sensibilizado ante el punto de vista infantil. Con ella, Saldaña ha escrito una obra sobre la infancia y el desconocimiento que se tiene de la realidad durante esos primeros años.
Por eso la suya es una novela sobre las mentiras en las que se sustenta nuestra biografía, a veces tejida sobre lo que alguien nos dijo o sobre el recuerdo -a veces impreciso y otras decididamente falso- de lo que vivimos; sobre un niño que ama a su madre a la que edípicamente llama por su nombre -Teresa- mientras siente una natural aversión por su padre. Finalmente es también una obra sobre los amores no correspondidos -incluso si son consanguíneos, los más dolorosos por inconcebibles- y sobre la difícil huida cuando el mal está instalado dentro de uno mismo.