De mujer a mujer es uno de esos libros que se filtra lento y que no hace ruido porque está hecho con los materiales más íntimos de las historias pequeñas: palabras de mujeres susurradas apenas. Palabras que coinciden en decir la experiencia del destierro y las heridas de guerra. Epístolas de la vida cotidiana que al ser reunidas y excelentemente editadas revelan su magnífica importancia. Porque De mujer a mujer no es solo un precioso ejercicio de indagación filológica. Esta recopilación de escrituras personales, recogidas en el nuevo volumen de la colección Cuadernos de Obra Fundamental de la Fundación Banco Santander, supone también un firme compromiso con la memoria histórica de nuestra tierra.
Y digo tierra sin equivocarme. Porque es cierto que estos escritos fueron perpetrados en el interior solitario de alguna casa prestada, pero cruzaron Europa y el océano Atlántico. México y Colombia, Chile y Puerto Rico, Cuba, Estados Unidos, Francia o Italia fueron los lugares desde los que estas intelectuales republicanas intentaron remedar sus antiguos hogares y compartir sus preocupaciones. Y tal vez porque, como escribiera Mistral “no hay novelista capaz de contar lo que está pasando en el mundo”, estas cartas austeras son un testimonio exacto para comprender de qué modo la Guerra Civil (y de rebote, la II Guerra Mundial) convirtió en un secarral desamparado la cultura de este país y precarizó las vidas, siempre provisorias, de quienes la habían cultivado.
Las cartas configuran una geografía del desgarro en la que el Atlántico no es una frontera infranqueable sino una vía que une. Y digo esto con franca envidia, impresionada por las conexiones fértiles y los intercambios constantes entre Europa y América, pero también, y esto me parece necesario recordarlo, lazos fecundos y amistades hermosas entre escritores que escribieron en su lengua catalana y escritores que lo hicieron en su lengua castellana. Por eso Gabriela Mistral (1889-1957), piedra angular de tantas vidas en el exilio, ayudó del mismo modo al poeta Josep Carner a huir de España que al hijo de la diplomática Teresa Díez-Canedo a escapar de Francia. Los versos de Mistral fueron igualmente queridos por María Zambrano o Zenobia Camprubí que por Francesca Prat i Barri o Ana María Sagi quien, en 1946, le pidió una colaboración para la revista Per Catalunya, una publicación que había nacido en Niza en 1945. Estas autoras, junto a María Enciso, Margarita Nelken, Victoria Kent, Maruja Mallo y María de Unamuno configuran la nómina de las intelectuales convocadas en De mujer a mujer.
'De mujer a mujer', un precioso ejercicio de indagación filológica, supone un firme compromiso con la memoria históricade nuestra tierra
Sus manuscritos, en su mayor parte exhumados de la Biblioteca Nacional de Chile, documentan sus luchas por sostener sus vidas acomodadas, en ocasiones muy venidas a menos; atestiguan vagabundeos por los mapas del exilio en busca de universidades donde enseñar, revistas con las que colaborar, editoriales donde publicar, casas en las que habitar. Y siempre, la poeta, diplomática y Premio Nobel Gabriela Mistral el centro del tapiz. Tejedoras todas ellas de una red invisible de apoyos y de acompañamiento. Porque en un ambiente inestable y tomado por el espíritu bélico, ellas optaron por socorrerse en lo mundano y por compartir sus lutos. Estas cartas sencillas están cargadas de afectos muy hondos. Notas y postales modestas que otorgan a la expresión “lo privado es político” toda su fuerza: en el intercambio epistolar con Gabriela Mistral, estas mujeres encontraron el encaje perfecto entre la expresión dolida de sus desarraigos y la denuncia política; entre el lamento por la pérdida y la firme voluntad de construir puentes entre los exiliados.
Los duelos de estas mujeres son heridas abiertas en los cuerpos y en la patria. Voy a confesarles algo: abomino de la noción de patria o, mejor, repudio todas las violencias ejercidas en su nombre. Pero aquí está usada de un modo conmovedor y que, con toda probabilidad, constituye su sentido más verdadero. Si el escritor chileno Roberto Bolaño afirmó que su patria eran sus hijos y su biblioteca, para estas autoras, intensamente politizadas y cultivadas, la patria no fue nunca un lugar funesto donde gestar odios o cultivar enemistades. Muy al contrario, fue el nombre que le dieron a su vocación de justicia y fue el nombre que le dieron al amor que derramaron sobre las tierras y las gentes que las acogieron.
Patria fueron las ciudades y los países donde vivieron, los colegios en los que enseñaron, las escuelas que fundaron, los textos que tradujeron, los poemas que publicaron, los libros que se regalaron. De algún modo siento que no hubo para ellas más patria que las palabras escritas y la necesidad de dar amor y de recibir cariño: “Me paso las horas metida en mi cuarto en compañía de mis libros, pero estos no bastan, hacen falta personas de carne y hueso con quienes comunicarse, aunque sea para reñir algunas veces”, escribió María de Unamuno. Corría el año 1956. Gabriela Mistral, con la vista muy deteriorada y el corazón muy frágil, moriría en Nueva York un año más tarde.
Como espejos de un caleidoscopio, las epístolas figuran otras formas de acercarnos a nuestra historia: de la estricta dieta que Zenobia le preparaba a un Juan Ramón Jiménez cada vez más deprimido, al dolor indecible de Margarita Nelken por su hijo muerto en el frente a los 22 años, pasando por la convicción de María Zambrano de que España es “nuestra hoguera”, estos registros de vida revelan que la Guerra Civil no fue solo un acontecimiento político, sino también un terrible suceso interior que afectó muy hondo en las almas de quienes la sufrieron.
Termino con una instantánea, que en realidad son dos. Una imagen que se desdobla y se abre para recordar cómo cristaliza la historia en los cuerpos que la viven. Petrópolis. 1942. Stefan Zweig se suicida junto a su esposa Lotte, abrumados por el avance del nazismo. Petrópolis. 1943. Yin Yin, el sobrino predilecto de Mistral muere. “Me lo suicidaron”, le escribió a su amiga Margarita Nelken. Tres palabras que sirven para comprender por qué De mujer a mujer es un libro importante. Y es que todo discurso íntimo lleva consigo las marcas que la historia inscribe en las vidas particulares. Estas cartas ponen de manifiesto que es imposible desvincular una experiencia interior de su tiempo histórico y que nada de lo que ocurre a nuestro alrededor debería resultarnos ajeno. También nos recuerdan la necesidad de tramar redes de palabras y de afectos para estar menos solos y soportar mejor el mundo.