Un tambor diferente
William Melvin Kelley
Traducción de Carlos Jiménez Arribas. Siruela. Madrid, 2020. 250 páginas. 19,95 €. Ebook: 9,99 €
"Si un hombre no desfila al paso de sus compañeros, será quizá porque oye el ritmo de un tambor diferente", escribe Thoreau en Walden. El paso cambiado parecía llevar Tucker Caliban, protagonista de Un tambor diferente, cuando "por razones por determinar" decidió descerrajar un tiro a su vaca y su caballo, esterilizar la tierra de su granja sembrándola de sal, prender fuego a su casa y, por último, abandonar la ficticia localidad de Sutton en un imaginario estado sureño. Lo peor estaba todavía por llegar: hasta el último de los ciudadanos negros del estado siguió su ejemplo y “hoy día, constituye un caso único en la Unión, ya que no cuenta con un solo ciudadano de raza negra entre sus habitantes”.
La novela se publicó en 1962, cuando el Movimiento de los Derechos Civiles en Estados Unidos daba sus primeros pasos, y su edición en español a comienzos de este 2020 resulta en cierta forma una premonición de los actuales acontecimientos. Se sorprenden mis alumnos cuando comento en clase que la sociedad sureña del XIX consideraba la esclavitud un sistema justo no solo por estar admitido en la Biblia, y por lo tanto santificado, sino que además resultaba beneficioso para los esclavos al procurarles un sustento y un modo de vida. Las posteriores leyes de segregación racial —las famosas Jim Crow— también se sustentaban en el principio de la supremacía blanca que era asumida por una parte importante de la sociedad blanca sureña como una realidad incuestionable. Ese es precisamente el asunto medular de esta novela.
William Melvin Kelley (Nueva York, 1937-2017), como posteriormente encontraremos en Toni Morrison, nos muestra una novedosa y singular forma de aproximarnos a la realidad afroamericana en uno de los más delicados momentos de las relaciones interraciales, como ocurría en su contemporánea Matar a un ruiseñor de Harper Lee. El lector conocerá el desarrollo de la acción a través de los ojos de los personajes blancos, son ellos quienes nos cuentan la historia de la esclavitud en Sutton; la de aquel antepasado de Tucker a quien llamaban el Africano que utilizó su fuerza descomunal para huir y rebelarse; la estrecha relación que existía con los Willson, sus antiguos propietarios que posteriormente vendieron la tierra que Tucker esterilizó… Es, en cierta forma, como si pretendidamente se silenciara sus sentimientos y pensamientos, incluso su voz aunque se verbalicen sus conversaciones.
Kelley ofrece otra mirada sobre la cuestión afroamericana: el problema lo tienen los blancos que continúan asumiendo la supremacía blanca
Conocemos sus acciones, la de arruinar voluntariamente sus tierras y abandonar el estado, pero no sus motivaciones. La sutileza de Kelley, que escribió esta primera novela con tan solo 24 años, es admirable. A diferencia de otros autores afroamericanos que denuncian las injusticias raciales de forma directa y explícita, estamos ante una novela que nos propone otra forma de ver y entender la realidad: el verdadero problema lo tienen aquellos blancos que continúan asumiendo la supremacía blanca y no entienden cómo piensan y sienten sus vecinos.
Ninguno de los personajes de la novela logra comprender el motivo por el que Tucker Caliban —la referencia al personaje shakespeariano merecería un ensayo— destruye aquello que anhelaban los antiguos esclavos. "Quiero esa tierra de la plantación porque en ella trabajó el primer Calibán, y ya es hora de que los dueños seamos nosotros" asegura Tucker a David Wilson, su contraparte blanca y descendiente de los antiguos propietarios de sus antepasados. Por fin se había hecho realidad el sueño de generaciones, entonces, ¿por qué sin motivo aparente destruye aquello que anhelaba? Ni tan siquiera David logra entender que aquella misma tierra fue el lugar en el que los antepasados de Tucker fueron esclavizados y por ello debe ser destruida. Esa, y no otra, es "la razón todavía por determinar".