El 8 de octubre falleció el historiador francés Joseph Pérez. Profesor en las universidades de Pau y Burdeos III, y antes en la Escuela Normal Superior de Saint Cloud, dedicó toda su carrera al estudio de la historia de España. Era una figura del hispanismo y un impulsor de los estudios sobre la historia y la cultura española e iberoamericana, primero como fundador y director desde 1979 de la Maison des Pays Ibériques, en Burdeos, y luego como director de la Casa de Velázquez en Madrid (1989-1996).
Había nacido en 1931 en Laroque-d’Olmes, hijo de emigrantes llegados desde Bocairente (Valencia). Sus orígenes españoles y su vocación de historiador explican cuál fue el campo de investigación que eligió. Se formó bajo el que entonces era el paradigma historiográfico más avanzado, el de la Escuela de los Annales, y ello determinó que hiciese suyo el objetivo de aproximarse a una historia total, es decir, comprender el pasado en toda su complejidad mediante la combinación de diversas perspectivas (la económica, la social, la política, la cultural). En la definición de sus primeros trabajos tuvieron decisiva influencia dos grandes maestros del hispanismo francés. Uno fue Marcel Bataillon, cuyos estudios sobre la difusión del erasmismo en España le advirtieron de la riqueza y de la diversidad de la cultura castellana en el siglo XVI, más allá de estereotipos simplistas. Y el otro fue Pierre Vilar, quien le enseñó la necesidad de contextualizar los fenómenos culturales en su marco económico, político y social. El propio Pérez reconoció en 2005 la influencia de ambos referentes, tan alejados uno del otro, en el discurso de agradecimiento por la concesión del Doctorado Honoris Causa que le concedió la Universidad de Valladolid. Los asistentes al acto tuvimos la oportunidad de escucharle explicar cómo había llegado a definir su tema de tesis y el modo, bastante novedoso, de abordarlo.
El tema fue el movimiento de los comuneros, que se publicó en español en 1977 bajo el título La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521), porque a esta conclusión llegó Pérez, que aquello fue una verdadera revolución y un intento de ruptura de Castilla con su trono. A su juicio, dos vectores coincidieron en el desencuentro: el rechazo del imperio y la exigencia de reorganizar las relaciones entre rey y reino. Este planteamiento, aún hoy, cincuenta años después, sigue manteniendo vigencia y ha servido de cauce para posteriores indagaciones. El valor de su investigación consistió en acudir a las fuentes documentales que se guardaban en el Archivo de Simancas, acometer su crítica y, sobre todo, tratar el fenómeno comunero como un complejo punto de concurrencia de factores políticos, económicos e ideológicos que provenían de antes y se precipitaron en un momento álgido, una colisión cuyas consecuencias marcaron durante décadas tanto el devenir de la historia castellana como la memoria colectiva.
Esta primera gran obra dio paso a posteriores esfuerzos, siempre con la vista en el horizonte de alcanzar la explicación de la riqueza y densidad del Quinientos hispano, extendido sobre uno y otro lado del Atlántico. Joseph Pérez trasladó ese concepto tan característico de la historiografía francesa como es civilisation, es decir, la cultura en sus múltiples manifestaciones y anclada en su contexto material, para poner de manifiesto cómo la Monarquía de los Reyes Católicos y los dos primeros Austrias, y en particular la corona de Castilla, no solo adquirieron temporalmente una hegemonía política y territorial, sino que detrás o en medio de todo ello hubo una sociedad plural, dinámica y creativa. Joseph Pérez nunca se conformó con los juicios heredados de la tradición historiográfica, ni de la europea ni de la española. Por eso abordó temas delicados y polémicos, sobre los que trabajó siempre con sentido crítico y con apego a las fuentes. Son de destacar sus estudios sobre los judíos y los conversos en la época de los Reyes Católicos, sobre todo su Historia de una tragedia: la expulsión de los judíos de España (1993), donde ya el mismo título denota su punto de vista, o Los judíos en España (2005), que es una síntesis desde los orígenes hasta lo que queda vivo de Sefarad en la actualidad.
Otra de sus grandes preocupaciones historiográficas fue la Inquisición española. Aquí Pérez ha jugado un papel importante en la serena reubicación de un asunto que siempre ha tendido a embarrarse bajo apriorismos apasionados. Varios fueron sus libros sobre el Santo Oficio, entre ellos su Crónica de la Inquisición española (2002). Y lo mismo hizo con una cuestión conexa, el de la Leyenda Negra antiespañola. Hoy, cuando la polémica se ha reavivado, y no precisamente por historiadores, es bueno recordar las páginas de su libro La Leyenda Negra (2009), que, desde el análisis de los hechos y la ponderación del juicio, ofrece una visión rigurosa de este fenómeno de propaganda difamatoria.
La larga carrera de Pérez no se agota en estos trabajos señeros. Deben citarse sus síntesis de los reinados de Carlos V y Felipe II, sus trabajos de historia general sobre España y América, y sus incursiones tanto en el siglo XVII como en el XVIII hispanos, esforzándose por impugnar el consabido sambenito de la decadencia. La concesión en 2014 del Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales sirvió para otorgar un reconocimiento institucional y popular a la totalidad de su obra. En esta ocasión, no llegamos tarde a honrar una trayectoria.
Joseph Pérez dedicó toda su vida académica a desentrañar el pasado de España para sacar a la luz esas “otras Españas”, algunas frustradas, otras condenadas. Demostró que para eso sirve la vocación de historiador cuando se vive como un compromiso con la verdad.