Marta del Riego Anta, además de escribir, asume con ilusión de primeriza todas aquellas actividades que rodean el acto puro de la creación y sus musas. Nació en La Bañeza, pueblo que, aparte sus maravillas del terruño, quedó consignado para los restos por los garbanzos que allí crecen y que se comió el niño del chiste de Paco Gandía, el día de autos, en La Maestranza de Sevilla.
A nadie sorprendería que Marta del Riego, como periodista de profesión, tuviera una especial querencia por las historias. Hasta ahí no hay horma de la que escape Del Riego -o sí-, pero es que en las muescas de sus revólveres hay más, hay muchísimo más. ("Yo creo que el periodista lo que es básicamente es un narrador, un relator de historias, y un seductor. ¿Qué hay más sexy que seducir a un lector? El buen periodismo, como la buena literatura, es muy sensual: te envuelve y te hace el amor".)
Hay alguien, pues, que se ha doctorado en Leila Guerriero y alguien que, aparte la novela canónica, ha escrito junto a su hermano toda una hagiografía -qué hay más hagiográfico que una Biblia- sobre el Real Madrid. De modo que Anta no se vale aquí de las pasiones previsibles de Chamartín para hacer prosa; muy al contrario; tira del evangelista más cercano, su hermano lamesetauberalles, para contar que el equipo que Juan Padrós bajó de los Cielos tiene una religión entera, con mártires, mercaderes y así.
("Mi padre era del Real Madrid, mi hermano es del Real Madrid. Mi hermano Ángel, alias Meseta en twitter, es un gran filósofo del fútbol, incluso hace antropología y sociología del fútbol. Así que, ¿por qué no hacer literatura? En esos viajes infinitos en coche que hacíamos desde Madrid a nuestro pueblo leonés –La Bañeza- por la A-6, él iba teorizando sobre el Real Madrid y a mí me parecía muy literario todo lo que decía. Lo escuchaba y pensaba: aquí hay un libro de periodismo literario. Y así se fue fraguando la idea. Él tenía la teoría y yo la práctica de la escritura. Hasta que un día, entrando en Madrid al atardecer, el sol se reflejaba en las torres de Florentino y tuvimos una anagnórisis: había que escribir una biblia, La Biblia Blanca")
Y luego la escritura de toda una Biblia a cuatro manos: "Fue divertidísimo. Nos dividimos el trabajo: yo hacía la parte periodística, de investigar a los personajes del Real Madrid, que me fascinaron. Bernabéu sobre todo, es un personaje que daría para una gran novela, como esas anglosajonas que cuentan la historia de un país a través de la vida del protagonista. Y Ángel, la metafísica futbolística. Nos compenetramos muy bien, yo edito su verborrea y él tiene ideas brillantísimas. "
Este catecismo blanco, escrito al alimón y con escrúpulo exquisito por la prosa literaria, no debería hacernos perder el foco de Del Riego, que desde La Bañeza para el mundo lo mismo habla de las virtudes del periodismo cultural que de las heridas de la Guerra Fría que, al menos hace dos décadas, quedaban en un Berlín desapacible donde nuestra perfilada vio la vida en toda su crudeza. ("Yo todo en la vida lo hice tarde y no me arrepiento. Antes de empezar a trabajar en periodismo con un sueldo fijo di muchas vueltas, París, Londres, Berlín, trabajaba a salto de mata en lo que podía, colaborando aquí y allá, fregando platos, vendiendo ropa, dando clases de español... En el fondo, experiencias que me han formado y me han servido tanto como hacer otra carrera. Y Berlín fue la ciudad que me ayudó a descubrir que lo que quería hacer por encima de todo era escribir. Cuando estás en un país extranjero, tu idioma es tu refugio. Y allí empecé a escribir compulsivamente.")
La escritura, sí, como refugio de un ánima inquieta que calma el fuego de la expresión con la gestión cultural. Así se le ve en el exquisito septiembre segoviano, en el Hay Festival, donde los morigerados comen cochinillo y dicen que cuentan que se vio a Vargas Llosa enhiesto sobre un camión de bomberos. Pocos acontecimientos más agradecidos para darnos otro perfil de la autora que dicho Festival y su creencia -de la autora- de que la clave está en "convertir la alta cultura, casi, en un evento pop".
Luego tenemos a nuestra perfilada doctorándose sobre Leila Guerriero, con todas esas cortapisas que al escritor le imponen los pies de página y toda esa farfolla académica que erosiona lo principal: el conocimiento de algo o alguien. "Un corsé muy rígido" que choca con el propio placer textual de hacer exégesis de una autora esencialmente sensual -Guerriero-.
Que a Del Riego Anta nada humano le es ajeno, lo vamos viendo con este perfil apresurado: una pasada por su obra Sólo lo tontos creen en el amor, Sendero de frío y amor, Mi nombre es Sena reflejan que sí, que el amor o sus sucedáneos son y han de ser los sustentos de la Literatura. En esto no descubrimos nada nuevo, pero hay que decirlo para que las nuevas generaciones no pierdan el radar.
Si durante la pandemia a muchos le han salido ronchas de tanto autorreferenciarse, a esta 'fuera de horma' leonesa le dio por volver a pensar en la España Vacía de donde vino en un día ya lejano. ("Llevo cuatro años con esta novela - Pájaro del noroeste-. La terminé durante el confinamiento, que pasé en mi pueblo, donde aún sigo. Así que es una novela premonitoria porque se trata de una mujer que deja Madrid y vuelve a su pueblo leonés para recuperar la explotación vitivinícola de su familia. Es una historia de vuelta a la tierra, a las raíces. Esa mujer no puede tener hijos y la fertilidad de la tierra sustituye a su propia fertilidad. Aunque el regreso es difícil, incluso sangriento, con una familia disfuncional en una tierra dura, de gentes duras. Pero ella siente que merece la pena, que la vida que lleva ahí es más auténtica que la que llevaba en la ciudad.").
Del Riego, con la pluralidad de tareas, vivió el confinamiento como pudo. ("Los escritores no somos bichos raros, así que hemos vivido todo tipo de reacciones como el resto de la humanidad. Hablaba con John Banville durante el confinamiento y me decía que a él no le afectaba porque en realidad su existencia consiste en confinarse para escribir. Sin embargo, a otros les ha afectado tanto que han sido incapaces de escribir nada. Yo he terminado mi novela y mi tesis doctoral, así que el encierro ha dado mucho de sí. Ahora viene la segunda parte: librerías cerradas, editoriales pequeñas que han dejado de publicar... Y todos esos libros que han salido durante estos meses y no se han podido presentar. No me gustan las presentaciones virtuales, me gusta el cara a cara con el lector. Y eso se ha perdido. Pero soy optimista, todos necesitamos que nos cuenten historias, ahora más que nunca.")
Con Del Riego la Cultura, como París, no se acaba nunca. Y eso es buena noticia.