Deborah Feldman: "Tuve que escribir 'Unorthodox' para poder escapar"
El fenómeno de Netflix llega a las librerías españolas con las memorias de la escritora que inspiró la serie, la historia de una mujer que huyó del del fundamentalismo ultraortodoxo
15 julio, 2020 18:31De vivir en el seno de una comunidad judía ultraortodoxa en el barrio de Williamsburg (Nueva York), a convertirse en una célebre escritora en Berlín, la vida de Deborah Feldman (1986, Nueva York) dio un giro completo cuando decidió dejar atrás su entorno familiar y sus rígidas tradiciones religiosas. Basada en sus propias memorias, publicadas en el año 2012, su historia de superación fue llevada recientemente a la pequeña pantalla en una miniserie de cuatro capítulos que cautivó a todos sus espectadores y rápidamente se convirtió en todo un fenómeno. Unorthodox, título de la ficción y del libro, llega ahora a las librerías españolas de la mano de la editorial Lumen, con el afortunado subtítulo de Mi verdadera historia.
¿Y qué hay de verdad tras la ficción? Los Satmar, la comunidad jasídica ultraortodoxa a la que la escritora pertenecía, se guían por un estricto código de normas, que rigen desde su idioma —el yiddish— o su indumentaria hasta sus lecturas y las personas con las que se le permiten relacionarse. Surgida tras la Segunda Guerra Mundial esta comunidad jasídica se asienta en un gueto de Nueva York, y cree que la única manera de evitar otro gran castigo, como el Holocausto, es mediante un estilo de vida estricto, alejado de todo lo moderno. En ese contexto, Feldman nació en el seno de una familia disfuncional: su padre tenía una discapacidad mental y ella fue criada por sus abuelos después de que su madre fuera expulsada de la comunidad por ser homosexual.
Casada a los 17 años con un joven llamado Eli, fue en el hospital, después de dar a luz a su bebé, cuando la escritora tomó la decisión de alejarse de su entorno. Apoyada por algunos profesores de la universidad donde estudiaba consiguió asesoramiento legal. Sin embargo, pronto comprendió que si quería ganar la custodia, también necesitaría tener publicidad, generar ruido, que la gente hablara de su caso. “Lo único que podía hacer era escribir un libro –comenta-. Empecé a escribirlo antes de abandonar la comunidad. A escondidas. Lo escribí con mucha presión, sabiendo que era mi única puerta de salvación. No tuve tiempo para reflexionar ni para convertirme en escritora”. Unorthodox, analiza ella misma, “es algo crudo, sin digerir, real. Estaba en medio de todo aquel campo emocional y de dolor. Así que, a diferencia de lo que ocurre con las memorias, no hay una retrospectiva, no hay una reflexión. No son unas memorias al uso”.
Y es que si en la miniserie de Netflix, Esty, su protagonista, encuentra su salvación en la música, en la vida real la escritora lo hizo en la literatura. “Recuerdo que cuando era pequeña –cuenta-, mi abuelo siempre leía sus libros hebreos, unos libros que estaban guardados bajo llave, solo al acceso de los hombres. La literatura era sencillamente un escape. Yo estaba hambrienta, necesitaba alimentarme de algo intelectualmente”. Fue durante aquel periodo cuando leyó Orgullo y prejuicio por primera vez y pensó que ella también podría tener aquella vida. Sin embargo, “Jane Austen nunca pudo hacer lo que Elizabeth Bennet hizo en la novela y yo, después de casarme, tuve que dejar de leer”. Aquel hábito lo recuperó tiempo después en la universidad de una manera mucho más adulta y sosegada. “La literatura se convirtió en una especie de normas sobre cómo la vida puede avanzar de la misma forma en que un relato avanza y progresa”, comenta.
¿Qué hubiera pasado si hubiera sido hombre?
Feldman no titubea cuando se le pregunta por su exmarido que, como ella, terminó por abandonar la comunidad a la que ambos pertenecían. “Evidentemente la diferencia es que, en primer lugar, él nunca necesitó escribir un libro, no tuvo que vender su historia para atraer la atención para poder sobrevivir –explica-. Incluso cuando luchamos por la custodia de nuestro hijo, yo no me enfrentaba a él sino a su familia y a la comunidad”. Para los hombres, en cambio, era más fácil. Para ellos “era más bien un proceso intelectual o una crisis de fe. Las mujeres no se van por eso. Se van porque consideran que el bienestar y su seguridad o la de sus hijos está en peligro. Así que para él era sencillo –continúa-. Lo único que hizo fue tomar la decisión e irse”.
“Para los hombres abandonar es más bien un proceso intelectual o una crisis de fe. Las mujeres se van porque consideran que su seguridad o la de sus hijos está en peligro”
Señala Deborah Felmand que ella es solo una más dentro de toda una red internacional de mujeres que, como ella, se fueron. “Creo que contribuí –reconoce-, pero soy solo una más. Mucha gente ha hecho este camino sin ningún apoyo como el que sí tuve yo”. Aunque los tiempos cambian, y observa cierto movimiento, para los hombres sigue siendo aún hoy más fácil abandonar que para ellas. “La comunidad depende del sometimiento de las mujeres, son necesarias para llevar a cabo el trabajo diario. Ellos solo se dedican a estudiar, orar y hacer trabajos espirituales, no lavan los platos ni cocinan la cena. Todos los aspectos prácticos lo llevan ellas. Así que no solo es la supervivencia futura sino la presente. Por eso aún hoy están menos dispuestos a dejar que desaparezcan”, lamenta la escritora que cuenta que esta situación propicia aún a día de hoy muchos suicidios entre las mujeres.
La presión psicológica es tal vez más fuerte. Lo cuentan también en la serie. “Es una comunidad que no ejerce violencia contra nadie, te dice que tú tienes que ejercer esa violencia contra ti misma. Es una metáfora de cómo afronta este problema. No dejar tranquila psicológicamente a la mujer hasta que se suicida y admite que no hay vida para ella o para nosotras fuera de ahí”.
"En nombre del judaísmo se cometen también muchas injusticias contra las mujeres y los niños. Normalmente se habla de esto en el islam pero nunca en el judaísmo"
Así las cosas, con suerte o sin ella, para Deborah Feldman tampoco fue fácil mantener su decisión después de tomarla. Una vez fuera tuvo que sobrevivir en un mundo que le era completamente ajeno. Tuvo que aprender a crear nuevas relaciones, entender cómo funcionaba una cuenta bancaria, buscar trabajo. Fueron años complicados, de hambre, en los que confiesa que estuvo al borde de la desesperación. Sin embargo, una vez superada la parte práctica de la supervivencia, reflexiona, lo difícil realmente fue darse cuenta de que no tenía nada. “No tienes identidad, todo lo que la constituía ha desaparecido, y aunque yo alimenté una personalidad exterior durante mi desarrollo, tenía la sensación de haber dejado de ser persona, como si fuera una concha vacía. Y esto realmente crea una crisis verdadera. Una crisis mental”. ¿Cómo hace uno para sobrevivir cuando se le vacía del todo mientras se regenera a sí mismo?, se plantea ella misma. Cuál es el nuevo idioma, las nuevas creencias, la nueva familia... “En ese momento en que uno no es nadie, a veces puede dar la sensación de que la muerte es la única cosa con sentido. Para mí fue fundamental tener un hijo, algo externo, que me daba una identidad. Era su madre. Y yo creía que mi hijo se merecía otra vida. Si no era para mí, él sí. Mi desventaja se convirtió en mi bendición. No sé cómo lo hubiera podido hacer de otra forma”, reconoce.
Críticas nocivas y constructivas
Cuando Feldman publicó el libro en 2012 las críticas fueron muy diferentes a como sucedieron ahora con la serie, realizada entre un equipo mucho más amplio, con lo que, para empezar, cualquier presión se reparte. “La literatura de mujeres que abandonan la ortodoxia siempre había sido escrita por hombres –opina-. Que una mujer lo hiciera era algo nuevo”. Había además otro problema, en aquella autobiografía que hoy publica Lumen, ella escribía de una forma muy íntima sobre la experiencia femenina, el gran tabú en la comunidad. “Cuando yo lo hice pasé una línea. Me convertí en una especie de demonio. Evidentemente esto lo esperaba. Lo único que ocurrió es que nadie pensó que tuviera éxito. Fue tan inusual y asombroso... Mi comunidad nunca se había visto en una situación así y reaccionaron con rabia y con ira. Me insultaron, pero nadie dijo nunca que lo que yo contaba era mentira”. Aquella reacción airada lo único que consiguió fue atraer la atención de los medios de comunicación. “Aprendieron. Ahora con la serie, se han mantenido en silencio”, concede.
No obstante, celebra la escritora, la crítica ahora es mucho más constructiva y compleja. Sus memorias y la serie han conseguido que la comunidad judía en general -liberales, tradicionales, conservadores o laicos-, se replanteen o inicien alguna conversación al respecto. “Nunca tuvieron que enfrentarse a las verdades que yo represento –apunta-. Nunca tuvo que enfrentarse al hecho de que en nombre del judaísmo se cometen también muchas injusticias contra las mujeres y los niños. Normalmente se habla de esto en el islam o en algunas iglesias evangélicas como los mormones u otras confesiones muy concretas y pequeñas, pero nunca en el judaísmo en gran medida porque siempre ha pretendido ser demasiado vulnerable como para mantener conversaciones con respecto a injusticias y discriminación en su propio seno. Se cree que los judíos han sido durante miles de años un pueblo perseguido por las distintas sociedades en las que se han asentado, han sido victimizados, víctimas del antisemitismo, y por tanto las injusticias no se pueden abordar en él. Pero ahora ese victimismo se ha vuelto mucho menor, es decir, los judíos ya están mucho más empoderados en el mundo”.
Un mundo, continúa la escritora, donde los ultraortodoxos empiezan a convertirse en el sector dominante e, incluso, han aumentado su influencia en el gobierno de Israel. “El fundamentalismo es un problema para todos”, advierte. Y concluye, esperanzada, "el hecho de que pueda contarse, escucharse en el mundo hispánico, no tiene precedentes. Demuestra lo mucho que han cambiado las cosas. Hemos podido llegar a una especie de libertad colectiva".