Con este espléndido libro, Aurora Luque (Almería, 1962) se suma al acreditado palmarés del Loewe. Su título homenajea a la editora Ana Santos Payán, “porque –gaviera ella misma– inventó la palabra y nos invitó a usarla”. Filóloga, articulista y traductora, como poeta ha sido premiada en numerosas ocasiones. Por libros como Hiperiónida, Problemas de doblaje, Carpe noctem, Transitoria, Camaradas de Ícaro, Haikus de Narila, La siesta de Epicuro y Personal & político. Ha publicado, además, algunas antologías y traducido a Meleagro, Safo, Catulo, Lainá, Vivien o Labé. Suyos son los florilegios Los dados de Eros. Poesía erótica griega y Aquel vivir del mar. El mar en la poesía griega.
Gavieras se divide en dos partes: “Deambulares” y “De la agenda del duelo”. Juan Antonio González Iglesias (un poeta afín), afirmó que el libro “trata de muchas mujeres, cuyas líneas sumadas dibujan el autorretrato de la poeta”. Escrito en “femenino y plural”. Esa es la voz. De mujer, sin duda. Una voz reconocible que, si bien clásica, no desdeña la modernidad de esta época líquida. Dicho de otro modo: la alta y la baja cultura, si caben aún tales distingos, lo que no obsta para resaltar su culturalismo, una asentada corriente de nuestra lírica donde las artes forman parte, con la debida naturalidad, de la poética.
Su clasicismo es, sobre todo, griego. Luque nació, qué le va a hacer, en el Mediterráneo. Lo homérico y lo marítimo están en la base de su poesía. En poemas como “Gavieras” (“pero la vida se hace navegable si traduce el deseo si da fe de horizontes que dejaste tensados”) o “Aproar” (“vuelve al mar mitológico”. “Métete ya en un barco / con proa de dragón”.). Lo femenino se hace fuerte en “Anfitrite”, antigua diosa del mar tranquilo, nereida y metáfora: “Tomar de ti, Anfitrite, / la ética serena / que aleje a los feroces”. Dice en “Mar de Argónida” (un homenaje a Caballero Bonald): “Los mitos nos enseñan, Medusa, a habitar mares”. Mitos, quiere ella, “dinámicos, fluidos”.
“Decálogo de la flâneuse”, uno de los mejores poemas del conjunto, vindica la ciudad y a quien deambula por centro y periferias. El tanbur oriental le sirve para explicar cómo ha de ensamblarse lo diferente. Al cobijo de la música y la noche. Lo popular se hace presente en “Espigadoras”. Inventa un verbo para celebrar los placeres del amor y la carne: “Afrodisiarás sin dolor”.
“Trae miel de la tuya, de la amarga”, le pide a Safo y es Teresa de Jesús la que habla en “Amor traducido por el fuego”. Y más mujeres: Poimenia (y el aceite de san Juan de Licópolis), la exiliada Isabel Oyarzábal (que ve el volcán desde su cama), la revolucionaria napolitana Eleonora Fonseca, las refugiadas de Esquilo (“de todas las desgracias / elegimos al menos la más noble, / la de huir libremente”), “La no Marisol”… Ya no digamos en “Tuneando al pirata cojo de Joaquín Sabina”, que pasaría por manifiesto. Y otro homenaje (o eso intuyo): a Anne Carson, en “Conversación con el prefijo des-”.
En la segunda parte los poemas se acortan y el tono pasa de hímnico a elegíaco. El dolor, la muerte, la soledad, la vejez, la desmemoria y “la vida triturada” (en el emocionante “Santa Teresa y la Tarara…”, donde está su madre). En “Doctor Tiresias & Mister Eliot” escribe: “La muerte era doméstica / y la felicidad extranjera”. Hermoso otro homenaje a “la música andariega”, con Claudio Rodríguez al fondo. Una música que se acompasa a un ritmo y, más allá, a un lenguaje, barroco a rachas, que utiliza palabras cabalmente elegidas.
“Magia no vi otra igual, tan seductora, / como este caminar de las palabras, / portadoras de luz, amigas fieles, / pasajeras y libres”, leemos en “Senderuelas”. Y en “Tuneando…”: “Pero si me dan a elegir / entre todas las vidas, yo escojo / la vida de gaviera que trepa por el palo, / con ojos abiertos, telescopio en la mano, / curtida en el mar, capitana / de un barco que tuviera por bandera / un par de alas y una estrella nueva”. Dicho queda. Un excelente libro, machadiano y odiseico, que condensa una de las poéticas más interesantes del panorama.
Carta a una joven poeta
No eres máquina no
de ajustar calendarios horarios honorarios
a los pulsos de lumbre y de deslumbre.
Si estás hecha de horas deseantes
de mundos andamiándose hiperlibres
de escrituras que abrazan sin gramáticas
la membrana primera de la música
que golpean objetos estelares de momento alejados
¿a qué asumir agendas addendas reprimendas?
Pacta con las sirenas preodiseicas
con la Medusa joven
con las Erinias turbias nunca euménides
con la Amazona, sí, reencarnable.
No es noche
Te vas quedando sola en el camino.
La vida ya no está donde solía.
Pierde timbres de voz.
De pronto falta el ancla
a bordo de la nave
y eres buque incapaz de fondear.
–Amigas, esperadme. Antes de que los rumbos
enloquezcan, bebamos
un buen vino.
–Amigos:
cae la tarde y es tarde.
Y la noche no es noche
al modo antiguo.