Kjell Askildsen, cronista de lo insignificante
'El precio de la amistad' es un excelente libro de relatos que nos pone ante un espejo revelando la ausencia de un destino de la humanidad
9 junio, 2020 05:41La vida se parece a un sueño interrumpido. Algo que se esboza tibiamente, avanza con paso vacilante y finaliza de forma abrupta. Los cuentos del noruego Kjell Askildsen (Mandal, 1929) ignoran las exigencias de la poética aristotélica, pero despiertan piedad y temor. Piedad por la fragilidad del ser humano, siempre a punto de romperse, y temor por la sombra inalterable de la muerte, que no se cansa de mostrar el reverso de la existencia, ese impreciso no ser donde las formas se disuelven sin remedio.
Askildsen solo plasma retazos de historias que obvian las nociones de principio y desenlace. Su mirada se parece a la del viajero que observa el paisaje desde la ventanilla de un tren. La fugaz imagen de una desconocida puede encerrar la promesa del amor correspondido. El sendero de un bosque puede ser la oportunidad de vivir una experiencia. Una casa roja puede encerrar un dulce misterio. La intención de Askildsen es subvertir lo real, sacar a la luz las costuras ocultas del mundo. Su prosa escueta, desnuda, deshidratada, actúa como un estilete. Perfora las apariencias, buscando un fondo desconocido. Lo que aparece no es algo maravilloso, sino el tedio sin grandeza de un devenir sin rumbo ni propósito.
Al igual que Kafka, Broch y Beckett, Askildsen pertenece a esa estirpe de cronistas de lo insignificante, de notarios de un realidad absurda sumida en un una luz tenue
Askildsen es un testigo desapasionado, no un artífice de prodigios. Sus personajes son hombres huecos, seres surgidos de la niebla de lo cotidiano. Su paso por el mundo apenas deja huella. Apenas son algo más que sombras en un escenario vacío. Lejos del narrador omnisciente, Askildsen escribe con la perspectiva del observador situado en un punto lejano. Se le ha comparado con Kafka, Broch y Beckett. Notarios de una realidad sumida en una luz tenue, cronistas de lo insignificante, relatores de la “brutalidad silenciosa” de una realidad absurda. No hay bondad ni ternura en las historias de El precio de la amistad. Las relaciones afectivas chapotean en la crueldad. El amor es mucho menos poderoso que la indiferencia o la perversidad. Los matrimonios son infelices, padres e hijos no se comprenden, los hermanos se distancian hasta convertirse en desconocidos. Casi todas las peripecias vitales desembocan en el fracaso. Solo triunfa la muerte, pero lo hace de una forma discreta y elusiva.
Askildsen no nos seduce con el ingenio, sino con una respiración agonizante. Parece que escribe desde el otro lado de la lluvia, hundido en una melancolía incurable. En sus relatos la acción está reducida a un mínimo que destruye las expectativas de un lector ávido de una trama llena de sorpresas o, al menos, con eventos interesantes. Askildsen no pretende conmovernos ni seducirnos. Solo quiere provocar estupor, malestar, impaciencia. Sus historias carecen de contrastes. Todo es uniforme, monótono, como una tarde de domingo en un hogar burgués. La vida es algo prosaico e insuficiente. Un fastidio al que nos hemos resignado. Askildsen no es nihilista y no flirtea con la muerte. Su ironía se lo prohíbe. Acepta estoicamente la desdicha.
La intención de Askildsen en estos relatos es subvertir lo real, sacar a la luz las costuras ocultas del mundo en las que aparece el tedio sin grandeza de un devenir sin rumbo
Su literatura es un lugar destemplado e inhabitable, no un hogar en el que cobijarse. No busca la palabra bella y esperanzadora, sino la palabra exacta, que siempre es fría y aséptica. Sus personajes viven atrapados por el hastío, el desaliento y la perplejidad. No son héroes ni antihéroes. No conviven con grandes dilemas morales. No buscan un sentido a la vida, ni pretenden mejorar el mundo. Se limitan a mirar el cielo, contemplando cómo se disuelven las nubes. O a escrutar los sonidos de la noche, preguntándose si un extraño ha invadido su hogar. El otro siempre es un ser lejano, inaccesible.
El precio de la amistad es un excelente libro de relatos que nos pone ante un espejo, revelándonos la inanidad de un estilo de vida sin otro horizonte que la apatía, el miedo y la tibieza. Duele reconocerse en esa imagen, pero la comprensión de nuestro destino nos ayuda a trascenderlo. Askildsen no formula una utopía, pero nos obliga a pensar. Sus historias parecen fragmentos de un pasado compartido, donde todos los hombres aguardan algo que se demora interminablemente. Una espera que no contempla la esperanza, una vigilia que nunca conocerá un mañana. Es inútil esperar a Godot. Nunca llegará. Solo era una ilusión.