Pocos poetas han tenido la notoriedad pública del nicaragüense Ernesto Cardenal (Granada, 1925-Managua, 2020). Su participación directa en la política, que le llevó a militar en el Frente Sandinista de Liberación Nacional, a ser ministro de Cultura ya en el primer gobierno sandinista tras el derrocamiento del régimen dictatorial de los Somoza (aunque más tarde renegaría del sandinismo visto el autoritarismo, la corrupción y el alejamiento de sus ideales por parte del régimen de Daniel Ortega), su condición de sacerdote (antes fue monje trapense) comprometido en la lucha contra las desigualdades y la injusticia –esto y lo anterior se superponen hasta la indistinción–, con la Teología de la Liberación, compromisos que harían que Juan Pablo II le suspendiera a divinis en 1984 por su actividad política. Absuelto y rehabilitado en 2019 por el papa Francisco, Ernesto Cardenal ha sido, sí, figura muy relevante, no solo en el mundo hispano, también a escala internacional.
Fallecido hace pocos días, esa triste noticia queda unida a la gozosa publicación de su Poesía Completa, una poesía que ha tenido amplia recepción, tanto por los lectores como por la crítica, así como numerosos reconocimientos institucionales, entre otros, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y la Legión de Honor de la República Francesa. El nombre de Cardenal ha sonado también entre las candidaturas al Nobel de Literatura en varias ocasiones. Poesía completa, digámoslo ya, va precedida de un prólogo excelente de María Ángeles Pérez López, que ofrece al lector las claves esenciales de su poesía.
Autor de una extensa obra, que incluye numerosos ensayos sobre teología, política, poesía, y varios tomos de memorias, Cardenal es, para lo que aquí interesa, un poeta de enorme importancia. Como él mismo declaró en diferentes ocasiones, fue su maestro José Coronel Urtecho quien lo introdujo en la poesía norteamericana; de hecho, en 1963 ambos publicaron una extensa Antología de la poesía norteamericana. Así, Cardenal conoció la poesía de Walt Whitman y la de Ezra Pound, que va a ser una de las influencias significativas, si bien desde una posición política muy diferente.
Por Pound, Cardenal llegó a los latinos Catulo y Marcial. Del primero de estos, sobre todo, aprendió el alejamiento de las formas, el léxico, etc., que la tradición impone y daría lugar a Epigramas (1961), donde, como en aquel, la voz se dirige a un tú no indeterminado, sino con nombre propio, y no hay nada de retórica preciosista, sino texto legible por cualquiera, de ahí que el primero de los poemas (léase aquí mismo “Te doy, Claudia, estos versos”) lo declare explícitamente. Un libro en el que tampoco faltará lo político.
A Coronel Urtecho y Cardenal se debe ya en la década de los 50 el término “exteriorismo”, que implica la salida del subjetivismo, de la expresión de lo íntimo, del simbolismo, para escribir unos poemas que estén enraizados en la realidad política, económica, histórica, haciendo suyos asuntos que pertenecerían al periodismo y, más en general, a otros campos de la prosa.
A partir de aquí, la poesía de Cardenal va a experimentar un continuo crecimiento. Como sucede en The Cantos, su escritura va a recurrir ya no a la tradición poética, sino a todo tipo de documentos, de los que se incorporarán citas en ocasiones extensas, nombres, fechas, etc., de manera que la voz poética vendrá a ser, o querer ser, la voz de la realidad y de la historia –ya es así en Poemas documentales, textos de la década de los 50–; más adelante adquirirá su importancia la incorporación del discurso científico, sin faltar, naturalmente, lo religioso. Así, la palabra de Cardenal es la de Nicaragua, por extensión la de Hispanoamérica y todavía más allá la voz del mundo, la voz del presente y la del pasado. Pero también es la voz que habla del futuro. En los poemas de Gethsemany, Ky, escritos durante su estancia en la comunidad trapense de Kentucky, su mirada es ya ecologista, cuando esa preocupación que es hoy urgencia era rara, lo que hace que esta poesía sea pionera. El mundo animal, aves, insectos –que son también figuras de los haikus–, es nombrado, pero también “latas vacías y colillas apagadas” y de lo próximo a la historia del cosmos: “plantas que antes fueron hombres / y antes plantas y antes fósforo, nitrógeno y potasa” y en fin “en hidrógeno nos hemos de convertir”, sin que falte el hombre de fe: “siento que hay Algo más en esta nieve”.
Es también el creyente quien en Salmos (1964) habla con voz bíblica a Dios, a quien sabe cómplice de los torturados, de los perseguidos, de los eliminados en Auschwitz y tantos otros lugares y le reclama para la lucha: “Dios de las venganzas / ¡muéstrate!” o le canta como artífice de la creación. En El estrecho dudoso (1966) son los indios, los conquistadores, los colonizadores quienes pueblan los poemas, en los que las citas de las crónicas abundan y la historia acontecida así como la narración histórica entran en una relación dialéctica que el canto épico supera.
Aunque la obra poética de Cardenal es extensa, la intensidad, la fuerza poética no la abandonan en ningún momento. Ya se centren los poemas en un hecho particular, como en Oración por la muerte de Marilyn Monroe (1965), ya la voz emprenda la tarea de contar la historia del universo como sucede en Canto cósmico (1989), donde lo mítico de los relatos cosmogónicos de diferentes cultural se alía con las menciones del Big Bang y “el principio de incertidumbre de la Mecánica Cuántica” de la ciencia contemporánea, “Ya todo confundido con el Todo, y las personas con la Persona / en un todo que es Persona / y Persona que es Amor”.
Es desde ahí, desde el amor a las gentes, a la vida, al planeta con sus plantas y animales, de donde parece surgir siempre la voz de Ernesto Cardenal y de ahí su dicción clara, su palabra escrita para que se le entienda, una palabra en la que la emoción y la verdad están siempre presentes. Ernesto Cardenal, uno de los grandes de la poesía nicaragüense, de la poesía en habla española, un grande de la poesía universal.
Los insectos acuáticos de largas patas
patinan sobre el agua como sobre un vidrio.
Y patinan en parejas. Se separan
y se persiguen y se emparejan otra vez.
Y pasan toda su vida bailando en el agua.
Tú has hecho toda la tierra un baile de bodas
y todas las cosas son esposos y esposas.
Y solo Tú eres el Esposo que se tarda
y solo yo soy la esposa sola sin esposo.
Los tálamos de los pájaros están verdes
y las parejas de grajos vuelan jugando,
las parejas de grajos negros, jugando
y gritando: ¡AAAA! ¡AAAA!
Salmo 7
Líbrame Señor
de la SS de la NKVD de la FBI de la GN
Líbrame de sus Consejos de Guerra
de la rabia de sus jueces y sus guardias
Tú eres quien juzga a las grandes potencias
Tú eres el juez que juzga a los ministros de Justicia
y a las Cortes Supremas de Justicia
¡Defiéndeme Señor del proceso falso!
Defiende a los exiliados y a los deportados
los acusados de espionaje y de sabotaje
condenados a trabajos forzados
¡Las armas del Señor son más terribles
que las armas nucleares!
Los que purgan a otros serán a su vez purgados
Pero yo te cantaré a ti porque eres justo
Te cantaré en mis salmos
en mis poemas
[Te doy, Claudia, estos versos]
Te doy, Claudia, estos versos, porque tú eres su dueña.
Los he escrito sencillos para que tú los entiendas.
Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan,
un día se divulgarán tal vez por toda Hispanoamérica…
Y si al amor que los dictó, tú también lo desprecias,
otras soñarán con este amor que no fue para ellas.
Y tal vez verás, Claudia, que estos poemas
(escritos para conquistarte a ti), despiertan
en otras parejas enamoradas que los lean
los besos que en ti no despertó el poeta.