Adrienne Rich (Baltimore, 1929 - California, 2012) escribió su primer poemario, Un cambio de mundo, en 1951. El poeta W. H. Auden alabó su maestría formal, así como su profundo conocimiento de la tradición poética anglosajona. Su trabajo le valió el premio Yale de Poesía Joven. Sin embargo, pronto se sintió coartada por el lenguaje rígido y ajeno de un canon literario eminentemente masculino, que no le servía para vincular la escritura a su experiencia íntima. Por eso, los siguientes libros están caracterizados por la experimentación y la progresiva adopción de un tono a la vez más personal y más político: versos marcados por la necesidad de escribir desde su condición de ser un cuerpo de mujer en el mundo. Estos cambios en la labor poética de Rich coinciden con dos hechos cruciales de su vida: en 1953 se casó con Alfred Haskell, prestigioso economista y profesor universitario; entre 1955 y 1959 dio a luz a sus tres hijos.
En los años 60, mujer, matrimonio y maternidad se convirtieron en temas centrales de sus reflexiones teóricas. Unas preocupaciones que cristalizaron en el ensayo Nacemos de mujer, de 1976, donde la autora aborda la maternidad como una institución que secuestra la experiencia de la gestación y el parto, y que ordena el papel subsidiario de la mujer en la familia. El texto, clave para el feminismo de los 70, fue posible porque una década antes, la familia Haskell-Rich se había trasladado a Nueva York, donde la escritora pasó a formar parte del movimiento feminista y antibelicista. Desde entonces, emoción y pensamiento crítico, experiencia íntima y activismo político se convirtieron en elementos indesligables y característicos de su vida y de su obra. El compromiso con su propia conciencia hizo que en 1996 rechazara la Medalla Nacional de las Artes que la administración Clinton le había otorgado. El motivo fue, en palabras suyas: “no creo que podamos separar el arte de la dignidad”.
En 1970 se divorció y poco después, tuvo que hacer frente al dolor por el suicidio del exmarido. En 1976 se declaró lesbiana; desde los 80 y hasta el final de sus días, su vida afectiva estuvo ligada a la escritora Michelle Cliff. Por eso, a su eterna pregunta por el rol de la mujer se le sumará la reflexión amorosa elaborada desde su feminismo lesbiano. Pero sus versos van más allá de la experiencia de su propia carne para ahondarse en las grietas de la sociedad estadounidense: una mirada testimonial y radicalmente política que siempre estuvo presente en su obra de un modo u otro. No hay que olvidar que en 1956 Rich empezó a fechar sus poemas con la voluntad de anclarlos a su propia biografía, pero también al contexto histórico-cultural del que surgieron. Una costumbre que nunca abandonó, como demuestra Rescate a medianoche. Poemas 1995-1998.
Esta reunión de versos condensa la enorme conciencia poético-política que Rich había edificado a lo largo de su obra anterior. No hay aquí un yo lírico sino una mujer que escribe y que firma con su nombre, una mirada comprometida que sitúa en el centro de su discurso poético los pies de página de la Historia. No en vano, Rescate a medianoche es el nombre de un desguace de Nueva York: una metáfora terrible para señalar la obscenidad de un sistema capitalista que condena a residuo a los que no tienen otra cosa más que el miedo y el hambre. Pero Rich no solo denuncia, también sostiene y construye lazos: “con todo mi miedo / estoy aquí contigo” afirma. Y es tan necesaria su compañía, la suavidad con que dignifica las vidas insignificantes de facturas y de hipotecas y de seres desahuciados.
Su poesía es también víscera viva contra la obsolescencia de las pasiones porque la derrota es solo una sombra. Por eso, frente a la aceleración consumista y la velocidad tecnológica hacia ninguna parte, ofrece una palabra lenta y paciente contra el fin de las esperanzas, versos sin prisa y que se toman su tiempo, que se detienen y que toman aliento para enfrentarse a la ardua tarea de recuperar la memoria colectiva, una conciencia común que la autora concibe como “una larga conversación” con la herencia. En este sentido, el libro es una suerte de collage coral, atravesado por las voces de Karl Marx, Che Guevara, Richard M. Nixon o George Brassens, entre muchas otras.
Rescate a medianoche defiende la poesía como acto a la vez amoroso y político contra las agresiones sistémicas de nuestro mundo: industrias armamentísticas y economías de muerte, nacionalismos patriarcales y riquezas indecentes, el empobrecimiento de la clase media y la precariedad desolada del proletariado, seres desarraigados y ciudades injustas, y, sobre todo, la tiranía de Nueva York. Rich es la hija desleal que recorre sus calles para llorar el fracaso del Gran Sueño Americano: fractura sus versos y los lanza al vacío para que podamos comprender la desesperación de “una mujer lanzándose desde el piso 14”. Pero la poeta ama su ciudad y escribe para capturar la belleza turbia de su luz y de las vidas modestas, y escribe también porque alguien vio el fantasma de Poe en el Puente de Brooklyn. Rich encarna en sus versos el desánimo de los soldados y la fe de las camareras; el frío de una estudiante muerta y la tristeza sin nombre.
Adrienne Rich es un cuerpo al servicio del compromiso poético o, como ella diría, “chamuscado, arrugado, eternamente mudable lenguaje humano / eres tú, todavía?”.
5 [fragmento]
Se encendían bidones bajo la autopista
y se cogían botellas de los palés de cartón ondulado
y montones de objetos perdidos y encontrados para el trueque
y buscaban los cuerpos cobijo del viento
Me llevó por todo esto: Y dijo
Mi nombre es Liberación y vengo de aquí
¿De qué tienes miedo?
Nos quedamos hasta tarde en los bares cual murciélagos
con un beso nos dijimos adiós en el semáforo,
¿creíste que vestía esta ciudad sin que doliera?
¿creíste que no tenía familia?