Penúltimo fado de Lídia Jorge
La escritora se adentra en la situación de una familia portuguesa que funciona a modo de símbolo
21 enero, 2020 01:45Lídia Jorge (Boliqueime, Algarve, 1946) es una de las más prestigiosas escritoras portuguesas, autora, entre otras, de novelas como El día de los prodigios (1980), en la que explora la contraposición entre lo rural y lo vanguardista, y La costa de los murmullos (1988), donde trata sobre las secuelas que dejó en Mozambique la guerra colonial. En toda su literatura se aprecia un fondo de “saudade” que ella exhibe con naturalidad y que resulta evidente para alguien que no se ha educado en la cultura lusa. Pero al mismo tiempo, y de forma tal vez paradójica, sus obras gozan de un cierto carácter europeo –y hasta universal– que bien podría deberse a la preocupación que en ellas se manifiesta por temas de carácter global.
En Estuario, su última entrega, Lídia Jorge se adentra en la situación de una familia portuguesa que funciona a modo de símbolo. El relato se inicia con la llegada del hermano menor, Edmundo Galeano, que regresa mutilado tras convivir con el horror en una guerra de África. Este conflicto representa cualquiera de las contiendas que tristemente sacuden nuestro tiempo. Edmundo, que es uno de los pilares de la historia, está obsesionado con la idea de escribir un libro para contar las atrocidades padecidas, un libro compuesto a partir de la Ilíada que debería mostrar el futuro de la humanidad y configurar, al mismo tiempo, una cosmogonía desde la actualidad. Para ello, y como paso previo, se dedica a copiar capítulos del texto homérico con dificultades por sus heridas en la mano.
Junto a Edmundo, y en la vetusta casa familiar del Largo do Espíritu Santo –otro de los símbolos de la novela–, se reúnen sus hermanos. Todos arrastran cuentas pendientes, sufrimientos y frustraciones más o menos veladas, pero viven aislados y son incapaces de comunicarse. La muerte trágica del padre, metafóricamente en el centro de la trama, se convierte en una piedra angular para ellos, en un acontecimiento que transforma su modo de relacionarse, que cambia su forma de estar en el mundo y que les ayuda a comprender, si bien un poco tarde, la lucha que vivió su progenitor.
La novela de Lídia Jorge cuenta con diferentes valores, fundamentalmente de contenido, propios de una autora muy comprometida con su entorno. En la obra se medita sobre las relaciones familiares porque, como ya dijo Aristóteles, en ese ámbito los hechos son más intensos y con ellos se favorece el afloramiento de los sentimientos del receptor. El tema, además, permite especular sobre lo poco que conocemos de verdad a aquellos con los que compartimos nuestras vidas, un asunto clave de la convivencia que facilita la visualización de conflictos. Contiene también una reflexión a propósito de la escritura y de la incapacidad del lenguaje para comunicar la realidad humana, sobre todo el pensamiento y los sentimientos de los individuos.
Estuario incluye también una honda y variada consideración sobre los desafíos candentes de nuestro mundo globalizado porque, entre otras, recoge atinadas observaciones sobre la basura plástica y el agotamiento de los mares, sobre la escasez de agua potable en muchas zonas del planeta, sobre la violencia ejercida contra las mujeres, sobre la falsedad en la que a menudo nos movemos o sobre las necesidades de los que no tienen voz. Y está escrita con un lenguaje poético que también es marca de la casa.