Hace un año Matteo Salvini, Marine Le Pen y otros populistas de extrema derecha europeos se reunían con Steve Bannon, el ex estratega jefe de Donald Trump, para dar forma a una nueva Internacional -El Movimiento lo llamaron- capaz de barrer en los comicios locales, regionales, nacionales y europeos de 2020. Algunos partidos afines importantes, como Alianza por Alemania, se desmarcaron y otros, como los españoles de Vox, guardaron silencio más por miedo a perder votos que por diferencias ideológicas, aunque se dejaron querer con asesoramiento electoral y otros apoyos. Las urnas, desde entonces, han debilitado la amenaza en algunos países y la han reforzado en otros. España es el último ejemplo, con la subida de Vox en las elecciones del 10 de noviembre.
En Cómo perder un país, Ece Temelkuran (1973), una de las columnistas turcas más críticas de la deriva autoritaria de Erdogan, en exilio forzado desde el autogolpe de 2016, describe el desmantelamiento de la siempre frágil democracia turca como laboratorio de pruebas de lo sucedido después en docenas de países. “Lo crean o no”, advierte ya en la introducción y trata de demostrar con desigual fortuna en el libro, “lo que sea que le haya pasado a Turquía también les amenaza a ustedes. Esta locura es un fenómeno global”.
Preguntándose qué podría hacer por nosotros, decidió “agrupar las similitudes políticas y sociales de diferentes países (los Estados Unidos de Trump, el Reino Unido del Brexit, la Alemania de los refugiados, la Francia de los chalecos amarillos…) a fin de detectar la pauta común del auge del populismo de derechas”. El de izquierdas o el nacionalista que se apunta a todos los colores que le convengan en cada momento no interesan a la autora. Comparados con el de la extrema derecha, para ella son insignificantes.
Temelkuran describe el desmantelamiento de la siempre frágil democracia turca como laboratorio de pruebas internacional
Ordena los argumentos de su hipótesis, tan atractiva como difícil de demostrar en un mundo tan acelerado y complejo, en “siete pasos de la democracia a la dictadura” y a cada paso dedica uno de los siete capítulos del libro: la creación de un movimiento; la manipulación del lenguaje y de la lógica racional; la sustitución de la información veraz por la posverdad; el desmantelamiento de los contrapesos políticos, judiciales y periodísticos; la anulación de los individuos, empezando por las mujeres, y su sustitución por el ciudadano sumiso; el error de subestimar el horror; y la desnaturalización o difuminación del país que encarcela, persigue y/o expulsa a sus mejores ciudadanos.
“El propósito de este libro no es contar cómo (los turcos) perdimos nuestra democracia, sino intentar extraer lecciones de ese proceso en beneficio del resto del mundo”, insiste la autora tras afirmar que “la democracia turca fue eliminada por un despiadado populista (Erdogan)… la noche del 15 de julio de 2016”. Quienes hayan seguido sus colaboraciones sobre Turquía en el Guardian, el New York Times, etc., se sentirán en casa en esta obra tanto por sus contenidos como por el tono y el estilo: hiperbólico, pesimista casi siempre, partidaria sin concesiones, radical, de izquierdas y comprometido con los derechos humanos.
¿Están ya las principales democracias occidentales infectadas por el virus del autoritarismo? ¿Es el neoliberalismo impuesto desde los años 70 una de sus causas? ¿Son los medios de comunicación corresponsables del mal por su obsesión con una objetividad confundida con neutralidad? ¿Es incompatible la democracia con el deterioro de la justicia social?
Compartamos o no sus respuestas, por exageradas que parezcan a veces sus conclusiones, la autora habla con conocimiento de causa. Ha sufrido en carne propia la represión en el país con más presos políticos del mundo. Ha recorrido los principales países, ha observado su alejamiento de la democracia y reclama acción antes de que sea demasiado tarde.
“En la trama del relato mafioso que se ha impuesto al mundo occidental hay varias historias que aún no han concluido…y que, de hecho, están cambiando ya”, escribe al final del libro (p. 260) en busca de una luz al final del túnel. Entre esos brotes de esperanza destaca, en el bando derechista del mapa mundial, que el islam político “ha demostrado ser un fraude de limitada imaginación”. En la parte central, “el neoliberalismo, con su podrido decorado del Estado-nación y la democracia representativa, ha perdido su encanto”. Paralelamente, “el resto del mundo ya no cree que Estados Unidos sean una presencia omnipotente, el fantasma que configura la política global entre bastidores”.