nadal suau

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Letras

Temporada alta

En su ópera prima, el crítico Nadal Suau construye un ensayo abierto sobre la depredación del turismo en las ciudades costeras

18 noviembre, 2019 07:30

Nadal Suau

Sloper. Palma de Mallorca, 2019. 140 páginas. 15 €

Para no andarnos por las ramas, Temporada alta trata dos cuestiones: la depredación a la que el turismo ha sometido a las ciudades costeras del sur de Europa, anulando sus rasgos más o menos particulares en una suerte de neutralización que favorezca la rentabilidad; y las rendijas de actividad imprevista que los lugareños abren en sitios inesperados. Al fin y al cabo, las personas, incluso las que vivimos en espacios entregados al tránsito fugaz de viajeros, participamos del empuje colectivo de la vida por abrirse paso. Si prefieren un ejemplo: piensen en ese vigor vegetal que se las arregla para prosperar entre las arenas rojas del desierto y los adoquines.

La ciudad es Palma y podría ser cualquier otra. El fondo del relato responde a un programa de especulación, encarecimiento de los barrios, transformación del centro histórico en un espacioso centro comercial y degradación de la línea de costa (todo recorrido por nauseabundas vetas de corruptela) que pueden aplicar a su ciudad de vacaciones favorita: una bochornosa empresa común, el legado de una generación.

Y al mismo tiempo la ciudad solo podría ser Palma (y si me apuran, la Palma de Nadal Suau) porque las respuestas que la vida no codificada ofrece a este programa de autofagia son imprevisibles, adaptadas al lugar concreto, y, si bien estos bares, librerías, obras de arte desplazadas de los circuitos prestigiosos… pueden inspirar, no se dejan trasplantar tal cual a otro entorno, ni siquiera a otra ciudad costera de nuestro sur.

Pero hay otro motivo, quizás más importante, para que la ciudad del libro solo pueda ser Palma. Nadal Suau (1980) es muy consciente del generoso tracto digestivo que ostenta el aparato publicitario del consumismo viajero. Todavía no hemos comprendido y desarrollado el potencial de ideas como “autenticidad”, “no-lugares”, “la ciudad como parque temático”… que ya han sido absorbidas y juegan a favor del engranaje publicitario.

'Temporada alta' es un ensayo abierto, tensado por una imaginación resuelta a pensarlo casi todo por sí misma

En este sentido Temporada alta libra una batalla (traviesa, casi gozosa) por constituirse en un texto inasible. Refractario a verse reducido a un lema, aplanado su sentido, desactivado su filo y reintroducido de inmediato dentro el mercado, en una versión rentable. La estrategia no le pone las cosas sencillas al encargado de la reseña, le complica la tarea al redactor de la solapa y no me quiero ni imaginar las contorsiones del autor cuando le entrevisten. Temporada alta va también de resistirse a que lo resuman en pocas palabras.

La estrategia de Nadal Suau está en las antípodas de la pretensión de aquellos poetas empeñados en conservar el valor de sus palabras favoritas del manoseo público, puliéndolas durante años como si fuesen lentes, hasta encontrar el espacio exacto donde encajarlas en el poema, para que brillen por fin con todo su esplendor semántico. Aunque se podría elaborar una antología de pasajes aforísticos (sobre asuntos muy variados) que disfrutan de su propia autonomía, aquí se trabaja por abundancia: un continuo derrame de ideas, una concupiscencia de la argumentación desbordante, el gusto por encarar los asuntos desde perspectivas insólitas, y cambios bruscos de perspectiva que pasan de una atención particularísima al detalle (les prometo que saldrán de aquí pudiendo fabricar su propio trencadís) a vertiginosas panorámicas históricas donde se construyen y arrasan barrios enteros. ¡Incluso nos vamos de boda!

Temporada alta invita a decir unas cuantas cosas más pero no quiero dejarme la más importante: Nadal Suau se toma completamente en serio que el ensayo es una forma abierta, tan susceptible a la inventiva en todas sus dimensiones (estructura, estilo, personajes, tono) como una novela. Y si pese a los numerosísimos desvíos, audacias y volteretas a los que se entrega la argumentación, el lector tiene la sensación de que raras veces pierde el hilo es porque dicho argumentario está tensado por una fuerza muy rigurosa: la de una imaginación resuelta a pensarlo casi todo por sí misma.