Traducción de Juan Díaz Atauri. Acantilado. Barcelona, 2019. 400 páginas. 22 €
En un pasaje que podría sonar provocativo, sino se impusiera de inmediato su carácter deprimente y aterrador, la escritora Ursula K. Le Guin señala que aunque ha experimentado ya tres embarazos, y pese a lo que pone en sus documentos oficiales, ella es un hombre, un varón. ¿El motivo? No se trata aquí de una preferencia sexual ni de una percepción distorsionada: sino de alta (y sutil) crítica cultural. Según Le Guin la idea de ser mujer ha tenido poca suerte en la historia, se trata de una idea sin apenas desarrollo. A la mujer le pasa como a los robles, los castaños o las hayas en la mirada del urbanita irredento cuando pasea por el bosque, como es incapaz de distinguir las especies las oculta (y las disminuye) bajo su categoría general: "árboles".
Siguiendo esta intuición podríamos decir que la historia le ha proporcionado a los varones numerosos modelos donde reconocerse y ha reducido hasta las lágrimas aquellos a los que puede acogerse una mujer. Quizás por este motivo la tradición cultural no ha podido ver en la figura de Lou Andreas-Salomé(San Petersburgo, 1861-Gotinga,1937) otra cosa que la socorrida "mujer fatal", una hermosa figurante que aparecía (borrosa, desenfocada, en segundo plano) junto a grandes luminarias (masculinas) de su época: Rilke, Nietzsche, Freud...
La biografía de Isabelle Mons que se publica ahora es oportuna en la medida que le interesa menos discutir esta imagen de "mujer fatal" que construir una nueva manera de mirar a Lou Andreas-Salomé. O dicho de otro modo: dedica menos tiempo a batallar contra los tópicos adheridos a su figura que a mostrarnos el fondo del personaje. Al fin y al cabo hay mucho de lo que hablar: Andreas-Salomé escribió novelas, desarrolló aspectos de la teoría freudiana, estuvo al corriente de las ideas y movimientos políticos de su tiempo, y participó de manera combativa en la discusión crítica y literaria (fue, por ejemplo y por no recurrir a los nombres habituales, una temprana y penetrante lectora de Ibsen). La pregunta que arroja este libro es: ¿qué ocurre con Andreas-Salomé si nos tomamos la molestia de leer sus novelas, de valorar sus ideas, por sí mismas? Una mujer libre es una biografía, pero proyecta la sugestiva sombra de una monografía crítica, ¿podía ser de otra manera tratándose de una persona que escribió más de veinte libros?
Esta biografía dedica menos tiempo a batallar contra los tópicos adheridos a la figura de Andreas-Salomé que a mostrarnos el fondo del personaje
La voluntad de esclarecer los intereses, logros y proyectos propios de Andreas-Salomé recorre todo el libro. Mons les procura un contexto y expone sus principales teorías (los estudios sobre el erotismo, sobre la existencia de un inconsciente femenino específico...) y ofrece vislumbres de sus obras de ficción, donde predomina la evocación de una Rusia irremediablemente perdida. El propósito de examinar su producción queda apuntalado por la veintena de páginas representativas de su obra, y que incluyen poemas, una carta, semblanzas de personajes célebres y fragmentos especulativos. La expresividad y la sutileza de estos pasajes amerita una antología amplia y representativa de la obra de Andreas-Salomé; antología que vendría a certificar el éxito de esta biografía-monografía, pues rescata a la intelectual escondida (casi asfixiada) bajo el tópico indigesto de la Musa.
Mons no le sustrae nada al lector de lo que suele ofrecer una biografía: la infancia, la relación con la familia, las primeras alianzas, desa-venencias, amores, conflictos morales y enredos económicos. La autora describe con una prosa más analítica que jugosa la infancia de Andreas-Salomé en Rusia, su huida a Europa tras la revolución y su empeño por vivir de manera "liberal” y “audaz", sin obedecer a los cauces convencionales que recomienda la sociedad, a menudo coqueteando con la imposición. El relato es solvente, aunque es una lástima que la autora no se prodigue en observaciones existenciales como esta: "A diferencia de la audacia de los románticos la de Andreas-Salomé, más que apuntalar su carácter, la dejó más expuesta. El atrevimiento, en ocasiones, nos vuelve vulnerables".
Lo que Mons altera de manera radical en relación a otros textos dedicados a hurgar en los tópicos de la Musa Fatal es la jerarquía: Andreas-Salomé ya no es solo un ente (inal-terable y pasivo) que existe apenas para colisionar con el mundo activo y en crecimiento de una serie de grandes figurones del pensamiento y del arte (bueno, más que grandes, gigantescos, la lectura de este libro no lamina el asombro por la habilidad con la que Andreas-Salomé fue capaz de reconocer el talento de unos hombres que todavía no eran celebérrimos, por no decir que no habían empezado a recorrer su camino... ) y agitar con dicha presencia sus vidas y sus ideas, de manera que uno puede rastrear cómo influyó en tal verso o en aquel pasaje... Sino una chica cuyo cuerpo y cuyo pensamiento maduran en mujer y en intelectual a su propio ritmo, que vive para sí misma, en quien también impactan e influyen sus relaciones con estos hombres talentosos, contribuyendo así a perfilar su propia obra.
En las páginas de Una mujer libre, Lou Andreas-Salomé deja de ser un agente propiciador (como la penicilina o el virus de la gripe) para convertirse en una "igual" (con independencia de los méritos respectivos, que solo pueden ser juzgados tras la lectura de las obras); no deja de ser una venganza retrospectiva (y un éxito de Mons) que gracias a esta inversión la influencia de Andreas-Salomé (la intelectual) sobre el trabajo y la vida de Rilke, Nietzsche y Freud se vuelva más nítida y elocuente (valiosa en términos de riqueza intelectual y de claridad histórica) que envuelta en la trasnochada niebla de ideas sobre la mujer fatal y el "eterno femenino", la hembra pasiva que según Oscar Wilde es "más elocuente cuando calla que cuando habla" y el interminable desfile de tópicos que inducían al ojo, cuando miraba a una mujer, a percibir una excrecencia masculina: un destilado de sus sueños, de sus miedos, de sus objetivos, de sus ambiciones y complejos. O si lo prefieren: a ver tan solo una seductora muleta.