La vida privada de la familia Mann
El historiador y crítico Tilmann Lahme ofrece en Los Mann un nuevo y ampliado retrato del complejo clan familiar del reputado escritor alemán.
1 febrero, 2019 18:32La profecía que Klaus Mann escribió en los años treinta en su diario se cumplió: “¡Qué familia extraordinaria la nuestra! Más adelante escribirán libros sobre todos nosotros, no solo sobre uno u otro”. Muchos años después, el gran crítico Marcel Reich-Ranicki lo diría de otro modo: “En este siglo no ha habido en Alemania una familia más notable, original e interesante que los Mann”. De ello dan fe no sólo los libros, sino también las películas, los documentales y las series de televisión que, sobre todo tras la muerte en 2002 de Monika, la última de las hijas de ‘El Mago' (así es como Erika Mann bautizó a su padre), vuelven a repasar cada cierto tiempo la vida y milagros de los ocho miembros de la que, en efecto, quizás sea la familia más representativa del siglo XX alemán. La última de las grandes biografías colectivas, escrita por el historiador de la literatura, crítico y periodista Tilmann Lahme (Erlangen, 1974), llega ahora a España. Los Mann (Navona), dice su autor a El Cultural, es el colofón a un trabajo de años durante los cuales se ha afanado por reunir, ordenar y seleccionar una cantidad ingente de cartas de la correspondencia privada de la familia. En 2013 fueron descubiertas unas 3.000 misivas en el archivo de Thomas Mann en Zúrich. Con ese material Lahme publicó en 2016 Die Briefe der Manns. EinFamilienporträt (S. Fischer), mucha de cuya información está en la base de la monumental biografía que ve la luz ahora.
¿No tardó demasiado en llegar la condena frontal de Mann a los nazis? Sí, llegó tarde, contesta LahmeEl autor, exjefe de Cultura del Frankfurter Allgemeine Zeitung, cree que su libro aporta novedades muy significativas sobre la vida privada de los Mann. “Las cartas hacen que podamos vivir la familia Mann por dentro”. Él mismo, dice, se sorprendió al comprobar qué volátiles eran sus reacciones, con qué velocidad pasaban del amor al odio y del respeto al desprecio y “cómo en medio de todo eso estuvo siempre presente la literatura”. El biógrafo cita la obsesión que diferentes miembros de la familia tenían por influir en la imagen pública que tanto su padre como ellos mismos proyectaban. “Sobre todo Erika Mann, que era algo así como la jefa de Relaciones Públicas del clan. Impresiona comprobar la cantidad de leyendas e historias que difundió sobre su familia, y cómo la opinión pública se las creyó, sin más”.
Un Mann desconocido y privado
En el plano privado, y a consecuencia de la cercanía dada por las fuentes que utiliza Lahme, emerge un Thomas Mann distinto, más familiar, e incluso paternal, alguien que no termina de encajar con la imagen que teníamos del escritor. Aquí aparece por momentos el padre que se preocupa y alegra con las derrotas y las victorias de sus hijos. “La perspectiva que he utilizado hace aflorar a un Thomas Mann hasta ahora desconocido, a un esposo y padre que está desamparado sin su familia, que ni siquiera sabe dónde encontrar el dinero cuando tiene a la puerta al mensajero que le trae el traje del tinte”, cuenta el autor. Las cartas cruzadas de la familia informan de escarceos amorosos, aventuras homosexuales -también del padre-, depresiones, caídas en las drogas, problemas de dinero, todo con una sinceridad por momentos desarmante, como si ellos mismos fueran conscientes de estar escribiendo una novela para el futuro. Klaus utiliza drogas para escribir, Erika para viajar. Michael, alcohólico, pide una y otra vez dinero a sus padres; el propio Thomas Mann toma pastillas “de la alegría” cuando ha de pronunciar una conferencia.Desde entonces, se comprometió de verdad, en la BBC y con Roosevelt. Y se convirtió en el representante de La otra AlemaniaEl libro, escrito en orden cronológico a partir de los años veinte, retrata a Mann como defensor de la democracia frente a los nazis, pero ¿qué hay del Mann previo, del que en 1918, en Consideraciones de un apolítico, defendió posturas nacionalistas y antidemocráticas? Ahí trazó Mann la frontera preferida por los nacionalistas alemanes de la época: la que separa la cultura (alemana) de la civilización, propia de las decadentes democracias occidentales. “Es su libro más horrible -concede Lahme-, pero para él significó un paso necesario para superar el nacionalismo”. Como Heidegger en su apoyo a los nazis, Mann nunca admitió que se había equivocado. La diferencia, dice su biógrafo, es que para Mann “la lucha contra Hitler, primero en Alemania y luego en el exilio, fue el compromiso político central de su vida”. Otra de las sorpresas del libro es el papel de Katia, su mujer, que se revela como una gran influencia en las posiciones políticas de Mann. “Su compromiso político fue una lucha común -también junto a los hijos- en pos de la verdadera Alemania, de la Alemania que debía ser”, añade el historiador, que recuerda en este punto la famosa frase que Thomas Mann pronunció en Estados Unidos, en el exilio. “Donde yo estoy, está Alemania”. Hay un recuerdo que Reich-Ranicki recogió en varios textos autobiográficos y que da la medida del ascendente moral que Mann llegó a alcanzar como contrapeso de los nazis. El crítico, superviviente del Holocausto, recordaba lo que sintió al leer, en la clandestinidad de un apartamento de Berlín, la carta que Mann le envió en 1937 al decano de la Universidad de Bonn después de que éste le hubiera retirado su Honoris causa por su pérdida de la ciudadanía alemana. En esa carta Mann se manifestaba por primera vez en público contra el gobierno nazi. “Nos hizo felices”, recordaba Reich-Ranicki, para quien la carta constituiría un apoyo moral hasta el final de la guerra. La propia historia de Reich-Ranicki, deportado más tarde al gueto de Varsovia, del que sobrevivió por muy poco, arroja otro interrogante: ¿no tardó demasiado en llegar la condena frontal de Mann, en aquel tiempo el escritor más importante e internacionalmente reconocido de Alemania, a los nazis? “Sí, llegó tarde”, contesta Lahme. “Mann ya advirtió sobre los nazis antes de que llegaran al poder, pero más tarde calló”. Sus hijos le insistieron mucho para que condenara su gobierno y Erika llegó a amenazarlo con romper con él si no lo hacía. La carta de Bonn, quizás por llegar a destiempo, “tuvo poco efecto en la Alemania de su tiempo”, dice Lahme. “Lo importante fue que, a partir de entonces, se comprometió de verdad, con sus discursos en la BBC o su entrevista con Roosevelt en la Casa Blanca, en contra de los nazis. Lo hizo hasta convertirse en el representante más importante de la otra Alemania, en ‘el rey del exilio', como lo llamó un escritor.