En contra de los deseos del propio J. D. Salinger (Nueva York, 1919 - New Hampshire, 2010), su nombre continúa generando ruido hoy. Celosamente obsesionado por su vida privada, su fuerte rechazo a la exposición pública marcó la vida de este escritor que, a base de interponer querellas y levantar muros, vivió apartado sus últimos cuarenta años en una granja de Cornish (New Hampshire). “Les aseguro que si fuera pianista o actor de cine o algo así, me reventaría que esos imbéciles me consideraran maravilloso -escribió en El guardián entre el centeno casi como una profecía-. Hasta me molestaría que me aplaudiesen. La gente siempre aplaude lo que no debe. Si yo fuera pianista, creo que tocaría dentro de un armario”. A Jerome David Salinger lo que le gustaba, decía, era escribir. Le sobraba todo lo demás. Nacido el 1 de enero de 1919 en una familia acomodada que se dedicaba a la importación de carnes y quesos europeos, publicó su primer relato The Young folks en 1940 en la revista literaria Story. Lo hizo gracias, en parte, a la intervención del editor Whit Burnett, a quien había conocido en un curso de escritura de la Universidad de Columbia y cuya figura ejerció una influencia esencial en las primeras etapas de su escritura. En aquellos años, Salinger, que aún se peleaba por publicar sus textos en las revistas literarias del momento, conoció a la que sería, para muchos, el gran amor de su vida, Oona O'Neill, hija del dramaturgo Eugene O'Neill. Pero el estallido de la II Guerra Mundial lo cambió todo y, tras el bombardeo de Pearl Harbor, el escritor se alistó en el ejército para combatir en el frente, donde participó en el desembarco de Normandía. “Salinger era un chaval de veinticinco años de Park Avenue, un privilegiado criado entre algodones que se creía que la guerra iba a ser una aventura, algo romántico lleno de glamour”, escribió Shane Salerno en la biografía del autor norteamericano que publicó junto a David Shields, y que llevaba por título Salinger (Seix Barral). “Se preguntaba -continúa más adelante- si tal vez le faltaba el dolor necesario para convertirse en escritor. Quería que la guerra lo curtiera, que lo hiciera más profundo como persona y como escritor”. Aquello le cambió para siempre. Mientras permanecía en el frente, Oona, que había iniciado un romance con Charles Chaplin, contrajo matrimonio con el mítico actor en 1943. Por su parte, él regresó a su vida en Nueva York, profundamente marcado por las secuelas de la guerra y casado con una médica alemana, Sylvia Louise Welter, de la que poco después se divorciaría. Fue precisamente a su vuelta, en 1951, cuando publicó El guardián entre el centeno, un relato iniciático sobre la pérdida de inocencia y el paso a la vida adulta que aún hoy sigue generando ventas de 250.000 ejemplares al año. De este texto, que le llevó diez años escribir, cuenta David Shields, que el propio Salinger le confesó a Burnett que seis de los capítulos de la novela estuvieron con él en el frente porque “necesitaba llevar encima aquellas páginas no solamente como amuleto para ayudarlo a sobrevivir, sino como razón misma para sobrevivir”. Salinger no solo sobrevivió sino que su obra, que una vez publicada pasó a convertirse en un clásico, es considerada hoy como una de las cumbres de la literatura de iniciación. Su narración sobre un adolescente que narra sus aventuras en Nueva York un fin de semana antes de Navidad revelaba a un “un prosista excepcional -analizó el crítico Rafael Narbona en enero de 2010 en El Cultural -, con grandes dotes para la narración y la creación de personajes, capaz de combinar la introspección con el humor y el absurdo”. Tenía 32 años y acababa de convertirse en una leyenda gracias a aquel título que, en la década de los 80, estuvo inexplicablemente ligado a varios episodios violentos. John Hinckley Jr, que en 1981 intentó asesinar a Ronald Reagan, estaba obsesionado con él y se dice que Mark David Chapman, el día que mató a John Lennon, llevaba un ejemplar consigo que acababa de comprar. Tras los disparos, se sentó tranquilamente a leerlo hasta que llegó la policía. “Esta es mi declaración”, había escrito en él. Pero después del éxito de El guardián entre el centeno, las secuelas de la guerra y su celeridad exagerada propiciaron que Jerry, como le conocían en su círculo íntimo, huyera del ruido mediático y de cualquier otra distracción. Nada de fotografías, admiradores o periodistas. Tampoco le interesaba la autopromoción de su obra. Tan pronto como pudo, quiso que las editoriales retiraran su imagen de la portada del libro y toda aquella información adicional al texto en bruto. Fue en 1965 cuando desapareció por completo. Como Emily Dickinson , Harper Lee, Cormac McCarthy o Thomas Pynchon, de quien se ha llegado a afirmar incluso que era en realidad el propio Salinger que publicaba bajo pseudónimo, Jerome David se refugió en su particular armario del tamaño de una granja en Cornish. “Me gusta escribir. Amo escribir, pero escribo solo para mí mismo y para mi placer”, declaró en una de las pocas entrevistas que en 1974 concedió al New York Times. Todas aquellas decisiones, no obstante, lejos de apartarle de la vida pública moldearon el mito de un escritor enigmático, cuya imagen fue durante años buscada y perseguida por propios y extraños. Abrazado al budismo, su vida privada tampoco atravesaba su mejor momento cuando en 1967, se divorció de su segunda mujer, Claire Douglas, con la que llevaba casado desde 1955 y con quien tuvo a sus dos únicos hijos Margaret y Matt Salinger, algo más conocido por su trabajo como actor de cine en películas como Capitán América (1990). En lo creativo, aunque según el propio escritor no dejó de escribir nunca, lo cierto es que a partir de 1965 no volvió a publicar nada más y su producción literaria se limitó, además de la novela que lo consagró como escritor de culto, a varios libros de relatos como Nueve cuentos, Franny y Zooey y Levantad, carpinteros, la viga del tejado. Todos estos títulos, que en España publicó Alianza, están siendo reeditados desde 2018 por la editorial en un nuevo ejemplar de tapa dura, ilustrados por el Premio Nacional de Diseño, Manuel Estrada, y traducidos por Carmen Criado. Salinger que murió a los 91 años, un 27 de enero de 2010, pasó los últimos años de su vida rehuyendo de la atención mediática que había vuelto a generar la publicación de varios libros de memorias escritos por su ex amante Joyce Maynard, a la que conoció con 18 años cuando él alcanzaba los 52, y su propia hija Margaret que en El guardián de los sueños describió a su padre como un hombre egoísta, mujeriego y machista. Tras su muerte, el autor se convirtió en el centro de varias biografías como la de Kenneth Slavenski, J. D. Salinger. Una vida oculta que en 2018 Danny Strong llevó al cine en forma del biopic, con El rebelde entre el centeno y que centraba su metraje en sus años de aprendizaje creativo y su paso por la II Guerra Mundial. Con todo, extremadamente sensible para unos, obsesivo y excéntrico para otros, la oscuridad en torno a su enigmática figura sigue provocando el mismo o mayor interés hoy, cien años después de su nacimiento. @mailouti