Advierte Ginés Sánchez (Murcia, 1967) que Mujeres en la oscuridad (Tusquets) es una lectura para degustar a fuego lento. Ganador del Premio Tusquets Editores de Novela por Los gatos pardos, el escritor ha cosechado cierto reconocimiento gracias a su trayectoria desde Lobisón hasta Dos mil noventa y seis, pasando por Entre los vivos. En su última novela, la más ambiciosa de todas, a partir de las historias entrecruzadas de sus protagonistas, traza las desventuras de tres mujeres muy diferentes, desconocidas entre sí, que se ven obligadas a huir juntas con un misterioso paquete. Tres historias de amor y oscuridad con las que además, el autor, trata de ajustar sus propias cuentas.
Pregunta.- Mujeres en la oscuridad comienza con el personaje de Miranda, sobre la que ya había escrito algo, pero ¿cómo surge el planteamiento de la novela?
Respuesta.- Digamos que Miranda es la primera historia que yo hice, sí. Ya en Los gatos pardos había jugado con historias que se entrecruzaban y sinceramente es una forma de hacer las cosas que me gusta mucho. Luego poco a poco lo que fue sucediendo fue que la historia fue cobrando un peso por sí misma y llegó un momento en que, simplemente, no se podía parar, se convirtió en algo incontenible. Quería hacer algo ambicioso, no quedarme en las 300 páginas, jugar a ese deporte de la novela larga. Y todo fue surgiendo. No hubo manera de controlarlo. Los personajes empezaron a interrelacionarse y empezaron a tener muchas facetas.
P.- ¿Y cómo llegó a las otras protagonistas?
R.- En el fondo son tres historias de amor, con muchos aderezos, pero tres historias de amor. El planteamiento inicial, o más primitivo de la novela, era hacer un corte transversal de las relaciones, plantear cómo ve el amor una mujer de cincuenta años, una más joven o una chica de veinte y cuál es, por ejemplo, su forma de presentarse ante el sexo. Porque lo que para una mujer de 50 años puede ser meterse en muchos recovecos, para una chica de 20 años es absolutamente todo lo contrario. Todo es más normal porque está educada de otra forma, en una generación distinta. Entonces la idea más básica, aunque luego se va liando, era esa. Por eso elegí tres personajes de muy distintas edades y muy distintas entre ellas. Luego surgen como surgen siempre los personajes. No se sabe muy bien cómo o cuál es el punto inicial. Hay como un barro a partir del cual uno empieza a poner complementos. Es como ocurre en los videojuegos. En un videojuego cuando tienes que elegir a tu avatar, primero tienes algo muy básico, que es como un muñeco, y después tú le pones las armas.
P.- ¿Por qué decidió que fueran tres protagonistas femeninas?
R.- Porque quería hacer una novela entera desde el punto de vista femenino. Porque ya había escrito de personajes así antes, pero no eran únicos. Esta vez quería escribir totalmente desde el punto de vista de la mujer. Cambiarte el género para estas cosas es muy divertido, te permite hacer cosas que normalmente no vas a hacer con protagonistas masculinos y, en cierto sentido, vas a hacer justicia y vas a repartir culpas. Descansas pero por otro lado ajustas cuentas también con tu propio género.
P.- ¿A qué se refiere?
R.- Los hombres en general estamos aprendiendo cosas que hasta hace muy poco tiempo pensábamos que eran normales y estaban bien. Ahora ya estamos aprendiendo que no lo están. Me he dado cuenta de que determinados aspectos, que a lo mejor daba por asumidos, no tenía que darlos por sentado. Por lo tanto, tienes que poner el chip de pensar realmente todo otra vez. Así que estamos en ese proceso y, al mismo tiempo que nos estamos educando, también es cierto que el mundo está en manos de los hombres y que está hecho un desastre. Que las clases dirigentes o los poderosos no se están preocupando por lo que deben sino de sus cosas, de su avaricia... No hacen bien su trabajo.
P.- En este sentido, existe una subtrama, que es el hilo conductor que une a estas mujeres, que también es una denuncia, ¿no?
R.- Sí. Ahí hay un poco de denuncia a los poderosos. Piensas que ellos trabajan por ti o que hacen bien su trabajo pero en el fondo lo que hacen es lo contrario. Lo que a ellos le importa es otra cosa. El problema es que esas tramas mafiosas ya están muy explicadas. Solo tienes que poner la tele o abrir un periódico y te las explican. Yo lo que quería era hacer el backstage. No explicar la trama sino cómo reacciona la persona que ve que la trama está estallando a su lado, cómo se adapta, se esconde, se opone…
P.- Dice que el núcleo común de las historias es el amor pero sus personajes se sienten esencialmente solos... A veces da un poco la sensación de que el amor y la soledad van un poco de la mano, ¿no cree?
R.- Sí, puede ser. Aquí el amor es el desencadenante de todo pero ellas están tristes. Hay un momento en que Tiffany lo explica a su manera. Todos estamos en una línea de metro y estamos buscando una parada distinta, algo que de repente nos dé un poco de luz. Eso es un poco como se sienten las tres. Ellas están solas y se van a buscar el amor, se fuerzan en buscarlo, como si fuese el antídoto a eso que están sintiendo. Yo creo que el amor y la soledad son como algo que se atrae y se repele. Pero hay una búsqueda. La necesidad de la compañía es el sentimiento más humano que existe.
P.- ¿Disfruta asumiendo riesgos en la escritura?
R.- En Entre los vivos yo ya hice un ejercicio bastante particular de probar una forma de construir la voz del personaje y aquí lo que se ha hecho ha sido ahondar un poco más en esa voz. Pero, ¿sabes qué pasa? Lo digo sinceramente, yo no concibo el trabajo de escribir como simplemente contar una historia. Contar una historia es incluso fácil. Si yo tuviese que limitarme a relatar un cuento, simplemente decir, voy a armar una historia y voy a hacer una voz muy sencilla y ya está, no escribiría. Realmento tengo esa necesidad de decir, ¿cómo podemos hacer que esto sea más interesante? ¿Cómo podemos hacer que esto también sea un reto para el lector? Que todas las frases tengan potencia, sentido y sean imprescindibles. Luego, además, está la historia, por supuesto. Todo eso tiene que estar al servicio de ella.
P.- Precisamente, en una entrevista realizada a El Cultural en septiembre de 2015 por la publicación de Entre los vivos, comentó que era lo mejor que había escrito hasta el momento, ¿lo sigue pensando?
R.- No, creo que la mejor novela que he escrito es esta. Porque esta es la continuación de la voz de Entre los vivos, pero más compleja. Tiene muchos más secundarios con muchas más facetas. En ese sentido, también tengo la sensación de haber llegado hasta el final de un camino que entonces no tenía.
P.- Además, ha comentado alguna vez que, desde que supo que podría escribir, se ha dedicado a trabajar esa voz narrativa que es casi su sello personal, ¿cómo siente que ha evolucionado?
R.- Juan Rulfo, que siempre lo termino citando, lo explicaba muy bien. Él hablaba de los tiempos muertos. Mis novelas, hasta el momento, se pueden dividir en dos grupos. Estaban Lobisón, Dos mil noventa y seis y Los gatos pardos que omiten esos tiempos. Simplemente durante los tiempos muertos, se ponen estrellitas y no hay. Pero en Entre los vivos y Mujeres en la oscuridad no pongo esas estrellitas, se juega en los tiempos muertos. En este caso en concreto los juegos en los tiempos muertos han sido llevados hasta el límite y dentro de cada momento que hay entre una escena en la que sucede algo y otra, hay un juego. Un juego que se va siguiendo. Puede ser Julia con los pájaros y la historia del cuervo, por ejemplo. Pero siempre hay uno, como un relato por debajo. Eso, que es deliberado, puede ser que le añada una cierta complejidad pero también es algo que está ahí. Si uno quiere meterse a jugar puede hacerlo, pero, si no quiere, son frases bonitas, agua que va corriendo. Como evolución, yo diría que, en este caso, lo que se ha conseguido es que todos esos tiempos muertos sean intensos y sean poderosos. Seguramente en Lobisón ni si quiera se me hubiera ocurrido plantearme la posibilidad de hacerlo.