Leopoldo María Panero
El catedrático Túa Blesa, máximo especialista en la obra de Leopoldo María Panero, presenta en la Biblioteca Eugenio Trías Los papeles de Ibiza 35 (Bartleby), un libro con poemas, traducciones, cartas y ensayos inéditos, completos o fragmentarios, del malogrado poeta.
En realidad, la culpa de este libro la tiene un desahucio. El de Michi Panero en febrero de 1996, cuando tuvo que abandonar
la casa familiar de la calle Ibiza 35 de Madrid, por no pagar el alquiler desde hacía meses. Tras regalar los mejores libros de la biblioteca y saldar el resto, Michi entregó un puñado de carpetas a su hijastro Javier Mendoza, para que hiciera lo que quisiera.
En ellas había de todo, cartas, poemas, ensayos, cuentos, del propio Michi y Leopoldo María Panero. Si hace un año, los cuentos y artículos inéditos de Michi aparecieron bajo el título de
Funerales vikingos/El desconcierto (Bartleby), ahora son los de Leopoldo María los que ven al fin la luz. Y la espera ha valido la pena, ya que en
Los papeles de Ibiza 35 hay ensayos, traducciones y un libro inédito completo de poemas, No, no somos ni Romeo ni Julieta ni estamos en la Italia medieval. Lo avala Túa Blesa, que hace dos años recibió el encargo de Javier Mendoza de revisar los originales, comprobando si eran inéditos o simples variaciones de otros conocidos.
"Descubrí -comenta ahora el profesor Blesa- que muchos eran rigurosamente inéditos. Había textos fragmentarios que por el momento no son publicables porque requieren un aparato filológico muy importante, pero otros, los de estos
Papeles,
no sólo no se habían publicado jamás, sino que ofrecen una nueva imagen de la escritura de Leopoldo María Panero. Hay un libro inédito completo,
No, no somos ni Romeo ni Julieta ni estamos en la Italia medieval, pero también veinte poemas más, dos traducciones de relatos de Arthur Machen, y unos cuantos ensayos y textos dispersos. Lo mejor es que en el libro inédito, en
No, no somos…,
Panero se nos presenta no como el poeta destartalado y caótico que muchos retratan sino como un autor consciente y ordenado, muy organizado, que preparó con mimo la edición de su libro con irreverentes poemas de juventud. Lejos de esa imagen de creador irresponsable, este libro nos descubre un Panero muy trabajador y metódico, que lo dejó completamente rematado".
Pregunta.- ¿Por qué no se publicó entonces?
Respuesta.- No lo sabemos a ciencia cierta pero existen algunas hipótesis. Personalmente creo que fue tanto por razones personales como creativas. Verá, en esos años fue detenido por su antifranquismo militante y pasó un tiempo en la cárcel de Carabanchel; también sufrió su primer ingreso en un psiquiátrico, a finales de los años 70. Creo que
en algún momento comprendió, por la evolución de su propia poesía, que ese libro ya no le reflejaba, que se trataba de un poemario superado antes de nacer. El siguiente (
Teoría, 1973) ya es otra cosa, es radicalmente distinto, y él, un poeta completamente diferente.
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Leopoldo María Panero retratado en 1970 por César Malet
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P.- Lo que más sorprende en este
No, no somos Romeo ni Julieta... es su relación con la cultura pop, evidente desde el mismo título.
R.- Por supuesto, el título es un guiño, no sabemos si paródico o no, a los 60 y a una de sus estrellas de entonces, Karina. Al parecer,
Panero tenía un poster de esta cantante en su habitación y solía bromear diciendo que era su amour fou. Como explicó
Josep Maria Castellet siguiendo a
Umberto Eco, a finales de los años 60 y comienzos de los 70 se produjo un cambio trascendental en la formación sentimental de la gente que afectó sobre todo a lo que entonces se consideraba alta cultura, con la irrupción del pop y del rock, la importancia aplastante del cómic y del cine en la cultura de los lectores más jóvenes, y el nacimiento de un nuevo humanismo literario.
Pero no es sólo Karina, en estos versos aparecen referencias a Chavela Vargas, a los Rolling, a los zapatos azules de gamuza; también a Tintín, a Carlos Gardel, al mago Mandrake, a series de televisión como
Los invencibles de Némesis o al Jaro, un joven delincuente que trapicheaba con droga que murió en 1979 durante un atraco y en el que se basó el filme
Navajeros, de Eloy de la Iglesia.
P.- Pero no todo será cultura pop, ¿verdad?
R.- Desde luego. En estos versos hay también homenajes y referencias a
Giorgio Bassani, a
Kafka, a
Wilde, a
Thomas de Quincey, a
Rubén Darío, a
Gil de Biedma...
P.- Por no mencionar las referencias a la muerte.
R.- Sin duda, son una constante en toda su obra y también están presente en este inédito, en
poemas sobre la muerte, sobre la muerte de la poesía y en otros en los que el poeta se piensa a sí mismo como muerto.
P.- Además del libro de poemas, también hay traducciones.
R.- Sí, y son espléndidas, porque Panero
era contrario a la idea tópica de la traducción, y creía que debía hacerse coautor y reinventor de los textos, hacerlos suyos, pervertirlos incluso, lo que suponía añadir y corregir lo que consideraba oportuno con absoluta libertad. En una de las dos traducciones de Machen, por ejemplo amplía el original con casi doscientas palabras que llenan al lector de asombro porque, por otra parte, sigue siendo absolutamente fiel al espíritu del relato.
P.- ¿Qué aportan
Los papeles de Ibiza 35 a la leyenda del
Panero maldito que tanto éxito tiene en nuestros días?
R.- Se trata de una cuestión compleja. Por una parte, como explicaba antes, este libro retrata a un Panero desconocido, sistemático, riguroso, ordenado y trabajador, pero al que el propio poeta dejó atrás sin remordimientos tras una de sus metamorfosis trascendentales, de uno de sus despojamientos. Por otra, quienes le conocimos y quisimos
sabemos lo poco que al final de su vida quedaba en él de aquel joven entusiasta de finales de los 70. Su comportamiento podía llegar a ser muy incómodo y violento por culpa de las drogas, la soledad y el alcohol. Esos excesos, esa indignación, esa violencia junto al descomunal impacto que produjo la película
El desencanto como crónica de la descomposición sentimental de un tiempo y un país, fueron creando una imagen que conectó muy bien con muy distintas generaciones de lectores y creadores, lo que lo ha hecho absolutamente popular.
Hoy todo el mundo tiene algo que decir sobre Leopoldo María Panero, porque se ha creado una imagen maldita que por otra parte nada tiene que ver con su exigencia cultural ni con su rigor ni con su verdad. Su última etapa fue realmente complicada, pero quedan sus versos, siempre sobrecogedores, y una vida apurada hasta el límite, sin ahorrarse dolor alguno, que retrató espléndidamente Benito Fernández en su biografía.
Panero quería ser reconocido como poeta pero su imagen actual de maldito por excelencia parece olvidarlo, y crea una confusión enorme. En realidad él tampoco lo tenía claro, a veces decía que lo era, que era el gran maldito, y otras, incluso al mismo tiempo, sostenía lo contrario. Fuese como fuese, sus versos siguen conmoviéndonos como nunca, y como siempre.
@nmazancot
Lo que queda del conde Robert de Montesquiou
A Jaime Gil de Biedma, coautor de este poema
Desde entonces no sostuvo relaciones maritales: dejó la India y se casó con una india. El no creyó nunca en la literatura se repetía, todos los días, a la hora del café. Y se dedicó a hurgar con pinzas para buscar los insectos debajo de la piel. Y nunca encontró nada, al menos eso es lo que dice Luis. A veces se distraía y examinaba atentamente los muslos de su mujer pero era peligroso. Pasó el tiempo. Cuándo llegaría el momento de ir a ver a los Reyes Magos, en “El Corte Inglés”. A veces iba a una especie de gruta -anoche fuimos a un sitio fantástico- donde se bebía sidra. Hubiera hecho demasiado efecto, hubiera sido demasiado claro pedir un Caballo Blanco, o hubiera resultado divertido. Jimmy era tan complicado, no hay manera de entenderlo. Una novela maravillosa en el desván -se escuchan pasos- no el que murió fue el de mi hermano Luis, está visto que hoy en día nadie puede descansar en paz. ¿Qué hora tienes? Todos los pecados capitales menos la envidia. Demasiado claro, demasiado obvio. Y se fue a Hong-Kong, por unos días. Le gustaba mucho aquel poema, parecía de él. No te dediqué un ejemplar, aquella tarde, en casa de tu hermano. Había habido -qué mal suena-, oh no, había bebido tanto aquella noche. Demasiado complicado. Tenía un psicoanalista en la calle Balmes. Este mundo absurdo de las drogas. Si había oído aquel disco maravilloso de Nicole Louvier. Una expresión felina. Hoy no se pondría aquella camisa azul, la llevé el mismo día que le conocí, y puede acordarse de ella. Quizás se acuerde de ella. No lo necesito, puedo prescindir de él. Aquella corbata azul. Es peligrosa la cursilería, a veces tiene su encanto, pero hay que saber no traspasar el límite. Porque hasta la cursilería tiene su límite. (Nunca hay que traspasar ese límite.) Aquello me emocionó. Qué maravilla el Gran Gilbert, y esos viejecitos, esas viejecitas que cantan. Y llegan con su bolso, y lo dejan allí, tan desconfiadas. Un cremat de ron por favor. Esta noche nada de ron con naranja. Tendré que afeitarme otra vez. Con aquella canción conoció a Fernando, por favor trae mala suerte. No, tampoco puedo oír a Bárbara, luego siempre tengo un accidente no te acuerdas. Fue un poco después de volver de Ibiza. Pues yo a ese tipo no lo conozco de nada. Parece mentira. Lo único que le reprocho es que vista tan alicantino él. Y no habéis visto la pitillera rusa que me compré en Turquía. Qué maravilla, ¿no? No seas cruel, por favor. Demasiado cruel. Un traficante maravilloso lleva siempre una camisa rosa y además guapísimo y te habla como si de verdad fuera traficante. Un huevo de jade. La camisa rosa, los polvos y los afeites. A las cinco en punto no te vayas a olvidar ya sabes que él no soporta la impuntualidad, de los demás, claro. He encontrado un opio maravilloso. Un profesional de la desdicha, eso es lo que es. Tiene horarios, estoy seguro. No, por desgracia no tiene horas libres (de aburrimiento). Exacto. Siempre lleva con tanto escándalo sus cosas. Que si había un chino maravilloso el otro día, en “Babe's”. Sí, el otro día se puso a vociferarlo, dónde íbamos a estar, si se queda con él hay que quedar siempre allí, eso es lo peor, porque se le oye tanto. En todas partes. Y con todo igual, sea lo que sea. Con cualquier cosa. Lo mismo cuando le da por las drogas. Sí pero como le va a publicar eso a Luis, sí, en la colección esa nueva, así que no hay más remedio. No, yo no voy a tomar nada más, gracias. Maravilloso, como siempre, Dios mío qué borracho estoy, tendrás que conducir tú, esta noche. Mira a ver ese rubio de la derecha qué te parece. Perdona, pero hoy estoy muy apagado, si quieres quedamos para otro día. Mañana a las nueve. Perfecto.
Canto al "Jaro"
(Perro muerto en la mañana)
Tenemos a un niño en las manos, quizá
a un niño que juega con los dedos manchados de sangre,
y juega
y vuelve a jugar con los esqueletos, sin saber
sin saber jamás lo que la muerte es, como todos
los hombres de su barrio, y es por ello
que la ofrece
a todos rezando, y hasta
al perro aquel de la calle, con manchas blanca y lentejuelas
como para salir al circo a llorar, le quiere
hacer saber lo que regala, lo que da a diario, como amor
como amor, para luego dormir con la navaja
esposa, pura, en el
círculo inmóvil del acoso, y llorar a veces
cuando recuerda, por
lo que era su madre,
el agujero ese en la piel y la canción rayada
ya para siempre que a la noche espera.
Ah, pero la Fiebre!
la fiebre de la sangre como tambor demente
pidiéndole la huída y el saqueo, la fiebre de
no dormir y de estar solo siempre