Gonzalo Rojas

Como Baudelaire, el poeta chileno Gonzalo Rojas (1916-2011, Premio Cervantes en 2003) consideraba que la infancia es la patria perdida del hombre y que la poesía tiene la tarea de recuperar ese territorio. La añoranza de sus primeros años de vida, en la ciudad de Lebu, al sur de Santiago, se vio agravada en su caso por la muerte temprana del padre y, como señala su biógrafa Fabienne Bradu, aquel vacío empujó al poeta a un perpetuo movimiento "de traslación y de rotación", como la tierra misma, en lo que él denominaba -y así tituló una de sus obras- metamorfosis de lo mismo.



Esta fuerza motriz se coló en su poesía, "marcada por el ritmo, el movimiento, el descalabro de la sintaxis y la ruptura constante del verso tradicional", explica Bradu, que participa desde hoy en un curso de verano sobre Gonzalo Rojas, algunos meses después de su centenario, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander. Allí resumirá los hitos más importantes en la vida de Rojas y su relación con su obra, ya que siempre ancló su poesía en la experiencia vital, lejos del simbolismo y la poesía conceptual pero sin adscribirse tampoco a la llamada poesía de la experiencia.



El curso de la UIMP, que se celebra hasta el viernes con el título A zaga de tu huella y el patrocinio de la Fundación Chile-España, está dirigido por el catedrático de la Universidad de Alcalá Antonio Fernández Ferrer y tiene como eje la figura de Rojas pero también tratará asuntos adyacentes como la relación entre las literaturas chilena y española, las circunstancias y los problemas de la escritura poética, las paradojas del relato biográfico o la edición y la difusión de los textos poéticos.



Imaginario fértil

La poesía de Rojas es acreedora de una poderosa imaginación, fértil en imágenes originales y de gran plasticidad, a la par que certeras: "[...]el oleaje ronco donde echamos las redes de los cinco sentidos / para sacar apenas el beso de la espuma". Esta característica lo convierte en un poeta accesible que no renuncia, sin embargo, a la complejidad estructural.



Rojas fue un poeta tardío. Publicó su primer libro, La miseria del hombre, en 1948, cumplida la treintena, pero "la crítica inmediatamente lo consideró uno de los poetas importantes de su generación", señala el escritor, crítico y director de la revista Cuadernos hispanoamericanos Juan Malpartida, que también participa en el curso con una conferencia que ubicará a Rojas "en el contexto de la modernidad".



Aquel éxito inmediato no precipitó sin embargo su escritura. Siempre fue un poeta de "cocción lenta" y tardó 16 años en publicar su segundo poemario (Contra la muerte, 1964) y otros 13 para el tercero (Oscuro, 1977). "Rojas no era proclive a la idea del progreso en la poesía, siempre escribió sobre lo mismo y en torno a los mismos episodios de vida", afirma Bradu. En la misma línea, Malpartida opina que su universo poético ya estaba completamente formado cuando publicó su primer libro. Por eso, explica el escritor, el exilio político (el golpe de Estado y el asesinato de Allende en 1973 le sorprendieron en Cuba y ya no regresó) y sus continuos viajes no influyeron tanto como cabría esperar en la poesía de Rojas o, en cualquier caso, no tanto como la infancia y los orígenes.



Otros temas universales aparecen en la poesía del chileno, de la observación sensorial y reflexiva de la naturaleza al paso del tiempo y la inexorabilidad de la muerte: "Estemos preparados. Quedémonos desnudos / con lo que somos, pero quememos, no pudramos / lo que somos. Ardamos. Respiremos / sin miedo. Despertemos a la gran realidad / de estar naciendo ahora, y en la última hora." Pero es el erotismo el tema central de la poesía de Rojas, como señalan Malpartida y Bradu. "Un erotismo que informa también la palabra, la actitud ante la naturaleza e incluso ante la política", explica el primero.



La voz de Gonzalo Rojas recitando "El fornicio", poema incluido en Oscuro (1977)

De Quevedo a Huidobro y contra Parra

Entre las influencias de Gonzalo Rojas destacan los clásicos españoles, especialmente Quevedo. "Rojas conocía muy bien la tradición versicular española y supo alterarla con una noción del verso propia, respirada y de gran viveza". También le influyó el romanticismo alemán (Novalis, Holderlin), del que extrajo la idea de que el poeta ha de serlo siempre, no solo cuando escribe; y el surrealismo, pero aunque perteneció al círculo de la revista Mandrágora no llegó a "ejercer" del todo como surrealista porque siempre fue "un hombre libérrimo", sostiene Malpartida. "Sus afinidades nunca fueron absolutas, ni siquiera consigo mismo; salvo la poesía, a la que fue fiel hasta el final de su larga vida".



También mantuvo un diálogo intenso con Octavio Paz -que le concedió el premio que lleva su nombre en su primera edición, poco antes de morir- y con otros poetas chilenos como Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Gabriela Mistral y su amigo Pablo de Rokha, mientras que criticó duramente la "antipoesía" de su gran antagonista, Nicanor Parra, que recibió el Cervantes ocho años después que él. En un texto en prosa titulado "Homenaje a Gabriela Mistral", no solo rendía tributo a la autora del Poema de Chile, sino que cargaba las tintas contra Parra, llamándole "clown anciano de humoresque mohoso que aspira a la fragancia del Nobel y hasta le dice 'mamá' a la pobrecilla para que se le pegue".



Bradu recopiló en 2012 la poesía completa de Rojas en el Fondo de Cultura Económica bajo el título Íntegra, y otra antología de sus textos en prosa titulada Todavía, que da cuenta en sus 600 páginas de sus ideas sobre la vida y la poesía, así como de sus filias y fobias. Además, en diciembre de 2016, coincidiendo con el centenario del autor, publicó la biografía Gonzalo Rojas. El volcán y el sosiego, y también ha traducido su obra al francés. Para llevar a cabo todo este trabajo -dificultado además por el hecho de que su obra se haya dispersa por toda Latinoamérica-, la filóloga francesa afincada en México desde 1978 tuvo que ganarse la confianza y la amistad del poeta. El título de la biografía refleja la personalidad contradictoria de Rojas: "Era muy jovial, tenía un humor sin par, un optimismo sabio y podía ser de lo más amable, pero también podía ser muy altivo. La contradicción fue la columna vertebral de su vida y de su obra".



@FDQuijano