Ilustración incluida en El Robinson suizo
Contra el sueño profundo, de Peter Handke (Nórdica), se publicó al tiempo que su autor era investido doctor honoris causa por la Universidad de Alcalá. Se reconocía así su amor a España, según él, "un oasis del mundo". Para ahondar en esta faceta suya, convendrá picotear este verano en Handke y España (Alianza), que reúne artículos de y sobre un autor que, allá en los 70, estableció una fructífera relación de ida y vuelta con nuestro país. Aquí está el Handke crítico, el activista, el escritor comprometido. Y el que no rehúye las polémicas, como aquella sobre la guerra de los Balcanes y su supuesto apoyo a los serbios.Polinesia, paraíso encontrado de Stevenson (Círculo de Tiza), es ideal para viajar dos veces, física y literariamente. En 2016 Páginas de Espuma ya publicó los textos viajeros del escritor, si bien los de Polinesia tienen la particularidad de estar escritos junto a Dumont D'Urville, geógrafo que enriquece, con su visión científica, las descripciones del escocés. Hawái o Tahití aparecen aquí, en texto y foto, cuando se produjo el fascinante choque con el "Hombre Blanco", que fue mucho más complejo de lo que nos han contado.
San Sebastián, de Fernando Savater (Confluencias), confima lo dicho por el escritor donostiarra: "Prefiero escribir para celebrar lo que amo que para denostar lo que aborrezco". Como la historia de su tierra natal le ha obligado a menudo a escribir sobre lo que aborrece (el nacionalismo, el terrorismo, las estrategias del odio), este libro-homenaje a su ciudad, repleto de recuerdos íntimos y caprichosos, cobra un especial valor, convirtiéndose en una confesión emocionante.
Pequeños paraísos, de Mario Satz (Acantilado), cabe en el bolsillo y se lee en una tarde, pues combina amenidad y erudición para un tema refrescante: los jardines. Los rigores veraniegos se combaten mejor leyendo sobre esos lugares -los jardines- en los que siempre es primavera. No es la primera vez que se traza una historia cultural a partir de estos pedazos de naturaleza artificial, si bien ésta, al no ser cronólogica -parte de Grecia, se detiene en la "rosa" de Gertrude Stein o en las Hojas de hierba de Whitman-, deparará no pocas sorpresas al desocupado lector.
El arte de la rivalidad, de Sebastian Smee (Taurus), ganador del Premio Pulitzer, explora la rivalidad entre Matisse y Picasso, Manet y Degas, Pollock y De Kooning y Freud y Bacon. Rivalidades enconadas, a veces violentas, que funcionaron también como resortes del arte de los implicados, propiciando algunas de sus obras más célebres. Un libro que, como dijo John Williams en The New York Times, "deambula orientado al lector no especialista", lo que lo hace idóneo para leer este verano.
El Robinson suizo, de Johann Whyss (Random House), clásico de la literatura popular en alemán, cuenta la historia de una familia que ha de sobrevivir en una isla desierta en cuyas costas naufragó su embarcación. El pastor suizo Whyss (1743-1818) escribió esta novela para sus hijos, y fue uno de ellos el que la editó, propiciando un éxito que aún dura. Esta edición, ilustrada y revisada, llenará de placer las horas estivales de todo aficionado a la literatura de aventuras.
Opiniones contundentes, que reedita Anagrama, es uno de esos libros raros que termina siendo principal en la bibliografía de su autor aunque este lo proyectara con intenciones modestas. Nabokov reunió aquí entrevistas, artículos y cartas a directores de medios, todo ello en un estilo intempestivo y feroz, y con ánimo de agitar más de un árbol sagrado. Convencido de que lo dicho en un entrevista le pertenecía a él -y no al periodista- no dudó en reducir a los entrevistadores a meras comparsas de su genio, lo cual hace que este libro sea en verdad un ensayo sobre el autor mismo.
El Diario (1837-1861), de Henry D. Thoreau (Capitán Swing), es el mejor compendio del dietario del autor de Walden a que puede acceder hoy el lector español. El completo, de 7.000 páginas, es la obra de toda una vida, si bien esta selección -que es la que hizo Damion Searls en 2009- logra condensar las ideas del pensador sobre el tiempo, la naturaleza -también la humana- o la esclavitud. Una perfecta entrada al pensamiento de este gran observador filosófico.
El turista desnudo, de Lawrence Osborne (Gatopardo), hará las delicias de todo lector con inclinaciones exóticas. Osborne ha vivido en ciudades de medio mundo hasta desembarcar en Bangkok, en donde reside ahora. Desde allí se lanza a esa búsqueda (¿quimérica?) de un lugar sin turoperadores. Parte de la ciudad más contaminada del mundo, Dubai, pasa por las islas de Andamán, por Maldivas, por los "tristes trópicos" y llega a Papúa Nueva Guinea, en donde podrá al fin encontrar -o no- la tranquilidad. Pero lo importante aquí, como en todo gran libro, no es el final, sino el viaje en sí.
El mundo y el pantalón, de Samuel Beckett (Elba), incluye en apenas 100 páginas, además de dos textos agudísimos sobre arte del escritor irlandés, un impagable epílogo de Jean Frémon en el que leemos, por ejemplo, que Beckett, en los años veinte, imitaba en todo -incluidos los hábitos- a su admirado James Joyce, de quien fue asistente personal. El desempeño de Beckett como crítico de arte podría resumirse en una de sus muchas frases brillantes recogida aquí: "Saber qué se quiere decir, eso es la sabiduría".
Breve manual del perfecto aventurero, de Pierre Mac Orlan (Jus) es un libro tan breve como divertido. Aparecido en 1920, fascinó a Ramón Gómez de la Serna y a Queneau, que quizá se veían reflejados en el lector tipo al que iba dirigido: ese aventurero sedentario que gusta de moverse pero sin perder las formas. Porque la aventura total, nos dice Mac Corlan, en realidad no existe: "está solo en el espíritu de quien la persigue y, al tocarla, se desvanece".
La semilla del odio, de Mónica G. Prieto y Javier Espinosa (Debate) tiene una tesis clara: la invasión de Irak encendió la mecha del odio en la región -un odio hasta entonces apaciguado por Sadam Husein- y ha terminado dando alas a los integristas islámicos, cuya última y pavorosa manifestación es el ISIS. He aquí un libro para leer como una continuación del periódico por otros medios: un largo reportaje, sí, pero en el que los autores, dos de los corresponsales más experimentados de la prensa española, no renuncian al tono ensayístico ni de denuncia.
Todos los hombres del presidente, de Carl Bernstein y Bob Woodward (Libros del Lince), publicado originalmente en 1974, es el resultado de aquella investigación fundacional del periodismo de investigación, la del Watergate, que forzó a Richard Nixon a dimitir e inauguró una nueva era en la prensa escrita. Considerado uno de los cien mejores libros de no ficción de todos los tiempos, este ensayo, reeditado -era ya inencontrable en nuestro país- al calor de la presidencia de Trump, gustará seguro a todo aquel que esté interesado en los entresijos de la política estadounidense.
Examen de ingenios, de J. M. Caballero Bonald (Seix Barral), ofrece un centenar de semblanzas de artistas y, sobre todo, de hombres de letras. Testigo y protagonista de más de medio siglo de vida literaria española, el poeta se explaya sobre figuras tan dispares como Borges y Max Aub, o como Vargas Llosa y Paco de Lucía. Elogios, pero también reproches, admiración e ironía en un libro que, sin pretensiones de levantar ningún canon, merece ser leído con la atención debida a uno de nuestros intelectuales mayores.
Hijos de nazis, de Tania Crasnianhski (La Esfera), se ocupa del destino de los descendientes de los gerifaltes nazis; en concreto de los hijos de Himmler, Göring, Hess, Frank, Bormann, Höss, Speer y Mengele. Es célebre el caso de Gudrun Himmler, que aún hoy sigue haciendo activismo nazi, pero lo cierto es que la mayoría ha vivido con la vergüenza y la culpa intactas. Bettina Göering vive retirada del mundo, Niklas Frank lleva siempre una foto de su padre muerto, Albert Speer Jr. se ha dedicado a la arquitectura ecológica... la historia impresiona porque, en verdad, es la historia de tantos alemanes en lucha con su pasado.