Juan Ramón y Zenobia, recién casados. 1916
Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí se conocieron en la Residencia de Estudiantes en junio de 1913. Fue en la primera sede de la institución, en la madrileña calle de Fortuny, y ambos habían acudido a una conferencia de Manuel B. Cossío. El flechazo fue instantáneo en el caso del poeta, que la cortejó incansablemente hasta que consiguió conquistarla y casarse con ella.La Residencia de Estudiantes, con el patrocinio de la Fundación Cajasol, acaba de publicar Monumento de amor. Epistolario y lira, que reúne toda la correspondencia entre el poeta y Zenobia, más de 700 cartas en su inmensa mayoría inéditas hasta ahora, además de 55 poemas que Juan Ramón escribió inspirado por su amor. Se trata de un proyecto que el autor de Platero y yo tuvo en mente desde que empezó la relación, pero nunca lo llevó a cabo. Gracias a la doctora en Filología Hispánica María Jesús Domínguez Sío, editora del volumen, la empresa se ha hecho realidad con sesenta años de retraso. Este libro se une a otros de reciente publicación que también han arrojado luz sobre Juan Ramón y Zenobia, como el epistolario en tres volúmenes del poeta y la correspondencia entre Zenobia y Graciela Palau de Nemes, publicados también por la Residencia de Estudiantes; así como Por obra del instante, recopilación de entrevistas concedidas por Juan Ramón, y los diarios de juventud y otros escritos de Zenobia, ambos editados por la Fundación José Manuel Lara.
El proyecto original de Monumento de amor sería "el gran homenaje de Juan Ramón a su mujer" y "a la belleza ejemplar del gozo compartido. En el imaginario de su autor, sería la biografía sentimental de la pareja", explica la editora en el prólogo del volumen. Al principio iba a centrarse en la etapa de cortejo, noviazgo y boda de la pareja, pero todo indica que después fue añadiendo etapas al marco temporal de esta recopilación. Finalmente el poeta nunca terminó la empresa, pero sí que recopiló todo este material a lo largo de años y realizó varios bocetos del proyecto, que se conservan en el Archivo Histórico Nacional de España y en la sala Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí de la Universidad de Puerto Rico, último país donde residieron en su largo exilio.
Como se desprende de estas cartas y como explica la editora del libro, "Juan Ramón se dio cuenta en cuanto conoció a Zenobia de que era una mujer excepcional y quedó arrebatadamente enamorado de ella, fue un auténtico flechazo". Por aquel entonces él vivía en la Residencia de Estudiantes, cuando esta se ubicaba en la calle Fortuny de Madrid, y ella vivía con su familia en el número 18 del Paseo de la Castellana. El padre de Zenobia era ingeniero de caminos, la madre era puertorriqueña de ascendencia y educación estadounidense. Zenobia recibió una educación anglosajona por parte de su abuela, y al mismo tiempo católica, pero fuertemente influida por las ideas de disciplina, ahorro y puritanismo propias del calvinismo. "Zenobia tenía una educación muy superior a la media de las mujeres burguesas españolas de la época, había viajado a Estados Unidos, a Europa, sabía francés y alemán además de hablar perfectamente inglés. Todo este bagaje la convertía en una mujer que era punta de lanza de la vanguardia española", señala Domínguez Sío.
Al principio, Zenobia no corresponde a Juan Ramón. Lo ve demasiado serio y ensimismado para ella. Cuando por fin empezó a quererlo, se encontró con la oposición de su familia, que no quería como yerno a un pretendiente que tenía fama de neurótico (había estado en varios sanatorios) y cuya familia estaba arruinada tras un pleito con el Banco de España. "Lo que más me impresionó en la primera lectura de sus cartas fue lo inasequible al desaliento que fue él en esos dos primeros años en que se topó con el rechazo de Zenobia y de su familia". No obstante, los Camprubí sí lo aceptaron como amigo de la muchacha y lo recibían de buen grado en los días de visita. "Él no se decepciona y sigue en la lucha, utilizando todas las tácticas conocidas de la seducción. Si lees el Ars Amandi de Ovidio, verás que no le quedó ni un solo truco sin usar", bromea la filóloga.
¿Por qué se empeñó Juan Ramón en cortejar a Zenobia pese al rechazo inicial? Para explicarlo, la autora del volumen se remonta a la ética que el poeta adquirió de Giner de los Ríos. "Zenobia fue la elegida por Juan Ramón en armonía con esa ética. Sabía que ella reunía lo más elevado que podría encontrar en una persona".
El otro Juan Ramón
Domínguez Sío ha dedicado años de trabajo a poner orden en el "auténtico rompecabezas" que es el epistolario de la pareja, porque en aquella época no era costumbre fechar las cartas. Además, solo nombraban a terceras personas o instituciones con iniciales para preservar la confidencialidad de sus opiniones en caso de que alguna misiva se extraviara. Muchos de esos juicios son severos, característicos de la "conocida vehemencia" de Juan Ramón.No obstante, la estudiosa cree que Monumento de amor va a deshacer muchos malentendidos en torno a la figura de Juan Ramón, a quien "de manera injusta y arbitraria se le ha fabricado una imagen negativa por intereses particulares y envidias hacia su fulgurante creatividad", señala Domínguez Sío. Para ella, Juan Ramón es "el poeta mayor del siglo XX" y sus discípulos de la Generación del 27 "al principio lo adoraron como a un ídolo, pero cuando se desviaron por el camino de las vanguardias se volvieron contra él en un acto surrealista de matar al padre". La doctora en Filología Hispánica pone además un ejemplo de esta actitud: "Cuando hacía primero de Filosofía y Letras en Santiago de Compostela, Dámaso Alonso, poeta y crítico del 27 y entonces director de la RAE, vino a darnos una conferencia sobre su propia poesía, pero se pasó el 90 % del tiempo hablando mal de Juan Ramón. Todo esto obedece a que en su libro Españoles de tres mundos, Juan Ramón hico un perfil de Dámaso Alonso como filólogo, no como creador, y esto a Dámaso le supo a cuerno quemado y se quedó resentido. Muchos de los autores del 27 estuvieron exiliados en América en distintas cátedras universitarias y allí crearon esa imagen distorsionada de Juan Ramón".
Las primeras cartas del poeta a Zenobia son en sumamente literarias porque, como dice Domínguez Sío, "era poeta las 24 horas del día, vivía la poesía como una religión". Un ejemplo de su cuarta carta a Zenobia, en julio de 1913: "¡Domingo! ¡Día de verla a usted! Son las seis. El sol todavía está rosa, y el cielo, al oriente, es como de un cristal virgen y glorioso [...]. Mientras tanto, entre cada dos visitas, ¡cuánta mirada, cuánta palabra, cuánta vida de usted perdida para mí y que no ha de volver a ser mía!". Cuando Juan Ramón se da cuenta de que por esos derroteros líricos no va a conseguir nada, cambia de estrategia.
Zenobia le contesta con humor, se dirige a él como "querido amigo Juan Ramón", marcando la distancia y se burla de su carácter doliente: "¿Por qué está usted siempre con esa cara de alma en pena? [...] Si fuera usted un almendro, un peral o siquiera un magnolio..., pero si es usted un ciprés, más parado y sombrío que los del Generalife", y en la siguiente frase coquetea con él: "Déjese de tristezas una temporada y véngase a jugar con todas mis amigas andaluzas y conmigo".
Más de la mitad de las cartas intercambiadas por ambos corresponden a esos tres años de cortejo y noviazgo. Una vez casados, la convivencia diaria lógicamente hace descender drásticamente el número de cartas, que se limitan a breves periodos en los que se hallan separados. Incluso después de 35 años casados, Juan Ramón seguía escribiendo a Zenobia sobre los más nimios detalles de sus sentimientos y poco o nada sobre los hechos del día, mientras que ella, hija de ingeniero y con un carácter más pragmático, lo hace al revés, como le hizo a notar a Juan Ramón en 1952: "tú y yo somos el reverso de la medalla escribiéndonos: tú me cuentas todo lo de tu vida afectiva y lo que pasa tengo que deducirlo, mientras que yo te cuento todo lo que pasa y tú tienes que deducir lo demás".
Por su parte, los poemas de Juan Ramón inspirados en su amor por Zenobia, incluidos al final del volumen, "reflejan el vaivén enajenado del sentimiento en distintos subgéneros líricos, coplas, canciones con estribillo, poemas libres de métrica y rima con salpicadas asonancias, poemas en prosa...", como explica la editora.
Para Domínguez Sío tantas horas de trabajo han merecido sobradamente la pena. A través de todos estos documentos, "el lector actual abordará páginas de valor histórico y poético, al tiempo que contemplará una muy significativa tesela en el mosaico vital de dos seres excepcionales: el primer y más influyente poeta español del siglo XX y su esposa, la mujer cultivada, pionera de tantas cosas en su momento. Además, mientras asiste a la belleza del sentimiento en su expresión artística, podrá comprender la indisoluble virtualidad creativa de la unión: no hay Juan Ramón sin Zenobia, ni viceversa".
@FDQuijano