Eloy Tizón. Foto: Lisbeth Salas
La "carrera" de Velocidad de los jardines, publicado por primera vez en Anagrama en 1992, es atípica. Fue el debut literario de un entonces desconocido Eloy Tizón (Madrid, 1964), las críticas fueron buenas pero las ventas no pasaron de discretas. Ocurrió, sin embargo, que el libro se fue imponiendo con el tiempo. Hoy se lo considera a medias una lectura de culto y un clásico contemporáneo: once cuentos que hicieron de parteaguas en la narrativa breve en español, entonces necesitada de una renovación urgente. Velocidad de los jardines era ya difícil de encontrar. Así que Tizón, animado por el entusiasta Juan Casamayor, su actual editor en Páginas de Espuma, ha decidido recuperarlo. Lo hará en esta editorial madrileña dedicada al cuento, donde publicó su anterior volumen de relatos (Técnicas de iluminación, 2013). Habrá dos ediciones, una conmemorativa, en tapa dura y con fotografías del manuscrito, y una regular, más asequible. El texto en ambas varía con respecto al original: incluye algunas -leves- correcciones del autor y un extenso y emocionante prólogo que funciona como un relato más.Tizón describe así el texto de apertura -titulado "Zoótropo"-, verdadera novedad del libro: "Es una evocación de aquella época, de cómo era yo y de cómo era la sociedad en la que nos movíamos. Se basa en hechos reales y está tratado con una apertura literaria que lo acerca a un relato. Yo lo considero una pieza literaria. Mi idea era hacer una narración ágil, a base de pinceladas, de un momento concreto, y hacerlo con exactitud, pero sin perder el nervio poético".
Pregunta.- ¿Por dónde ha ido la corrección del libro? ¿Había algo que ahora le parecía que no funcionaba?
Respuesta.- En realidad he hecho un mínimo lavado de cara que no tenía previsto hacer. Lo he releído todo, hacía muchos años que no lo releía y he tropezado con pequeñas cosas que ahora me chirriaban, y que entonces di por buenas. Me pareció que era el momento adecuado para apretar un poco más los tornillos del libro. Son pequeños cambios que afectan a algunas palabras, inexactitudes, alguna rima interna, cosas así, pequeños matices en los que nadie, aunque haya leído el libro, reparará.
P.- ¿Cómo fue, para alguien tan minucioso en las correcciones como usted, enfrentarse a un texto tuyo escrito hace tantos años? ¿Se ha reconocido?
R.- Bueno, es toda una experiencia. Sobre la calidad de los textos ya me siento incapaz de hablar porque los veo lejanos. Pero sí me ha gustado reencontrarme con una fe en la literatura, con un amor a la creación y la literatura y con un impulso y una energía que, a mi entender, salva el libro. Me ha conmovido ver las ganas que tenía cuando lo escribí. Más que los relatos en sí, que me quedan lejos.
P.- "Intentaste construirlo con materiales nobles, para que dure", se dice a sí mismo en esa carta-prólogo escrita en segunda persona. ¿Se refiere a ese impulso?
R.- Sí, es que yo me tomé aquel libro con un sentido de la responsabilidad que ahora me resulta sorprendente. Nadie me obligó a escribirlo, nadie lo esperaba, y yo ni siquiera sabía si se iba a publicar. Pero me lo tomé con una absoluta seriedad. Y bueno, creo que es un libro que tiende a una cierta atemporalidad. Aunque hay referencias al momento en que se escribe, son pocas y no cruciales. No hay vertiente, digamos, sociológica, no pretende dar cuenta de un momento histórico. Creo que eso hace que los cuentos aún tengan cosas que decir.
P.- Velocidad de los jardines agitó de alguna manera el cuento español, ¿usted lo percibió así? ¿Abrió el libro caminos que los autores que vinieron detrás han continuado?
R.- Esa sensación no la tuve porque lo que pasó con Velocidad de los jardines pasó a lo largo de mucho tiempo. Tras su aparición, hubo un cierto goteo, un boca-oreja que hizo que el aura del libro fuera creciendo a lo largo de 25 años. Ahora veo que los jóvenes escritores y lectores tienen la percepción de que el libro dio un vuelco, pero yo lo veo como un vuelco, en todo caso, a cámara lenta. Y creo que también había otros escritores haciendo entonces un trabajo muy importante en torno a la renovación del cuento; me refiero a Juan Bonilla, Luis Magrinyà [de quien también se han reeditado aquellos primeros cuentos de Los aéreos en Caballo de Troya], Hipólito Navarro o Carlos Castán. Creo que fue un momento de cambio.
P.- Es una rareza su escritura, con esa atención que presta a la imagen, la metáfora. ¿Que no haya muchos cuentistas así en España es por influencia de lo que se ha dado en llamar Realismo sucio?
R.- Esa afinidad por la tradición carveriana existe, claro, pero yo creo que ya se ha diluido mucho. Cuando se publicó Velocidad... la ola carveriana estaba en su máximo esplendor. Fue un libro a contracorriente en ese sentido.
P.- Con los ritmos actuales de producción editorial, ¿cree posible un fenómeno parecido al de este libro?
R.- Es cierto que ahora vivimos en una especie de instantaneidad, y apenas hay tiempo para que los libros vayan creando poso. Es difícil. En aquella época, como digo en el prólogo, estaba entrando internet, los ordenadores (yo escribí el libro a mano), por supuesto no existía nada ni remotamente parecido a las redes sociales. La comunicación era artesanal, y este libro, para bien y para mal, es un libro artesanal.
P.- ¿Sigue siendo fiel a esa escritura artesanal?
R.- Ahora utilizo el ordenador para todo, aunque yo creo que el concepto sigue siendo bastante artesanal: me tomo mucho tiempo, soy lento, corrijo una y otra vez, me gusta madurar bien los textos, dejar que se vayan posando.
P.- ¿En los temas ha habido cambio o evolución?
R.- Algunos se han mantenido y otros han cambiado. Quizás en Velocidad de los jardines están agudizados unos temas que luego he ido desarrollando, como esa preocupación en torno al tiempo, el final de la juventud; ahí hay temas que a mí me afectaban mucho, que luego yo en parte he desarrollado y en parte he matizado. También he intentado ampliar el abanico de temas que me preocupan. El último libro, Técnicas de iluminación, es un libro que yo creo que toca veinticinco años después: otros temas, otro planteamiento, y espero que una cierta madurez vital.
P.- ¿Y se asombra de los referentes que tenía entonces?
R.- En realidad, muchos se mantienen. Empezando por Nabokov, que está en esa "Carta a Nabokov", y sigue siendo un autor que me interesa muchísimo. U otros escritores que yo estaba descubriendo entonces y que ahora tengo más leídos e interiorizados, como John Cheever. El interés por Proust, por su manejo del tiempo... la verdad es que resisten muchos.
P.- ¿Y hay algún relato de este libro al que tenga un cariño especial?
R.- En general, el libro me gusta más a medida que avanza. Me parece que los primeros textos son muy de exploración, de búsqueda, muy escritos en la cuerda floja, y a medida que el libro avanza, aunque entonces no era consciente, me noto que voy adquiriendo un cierto aplomo, iba buscando recursos más narrativos. Quizá "Villa Borghese" es uno de los que más me ha gustado leer, creo que es de los más sólidos. Pero digamos que no he tenido ganas de quitar ninguno, que es lo importante.
@albertogordom